La Compañía de Jesús, su aportación a la historia de la humanidad y el por qué de un Papa jesuita.

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Tal vez a muchos les sorprendió que el humo blanco arrojara al Cardenal Mario Bergoglio de extracción jesuita, como nuevo Pontífice de la Iglesia Católica. Otros lo ven como un encuentro ineludible, de los jesuitas con la historia. Si bien en la historia de la iglesia hubo muchos Papas cercanos a la Compañía de Jesús, hubo otros que minimizaron, castigaron, expulsaron o suprimieron la Orden...

La Compañía de Jesús en sus 488 años de existencia tiene una lista interminable de jesuitas ilustres e historias sorprendentes, que para poder entender su actual cita en el Vaticano, es necesario rascar en el pasado y hablar de las aportaciones que algunos de ellos han hecho a la historia de la humanidad.

No se puede hablar de la Compañía de Jesús sin hablar de Ignacio de Loyola, fundador de la Orden y creador de una espiritualidad hasta hoy vigente. Su familia era de origen noble, destinada a la carrera militar. Carrera que termina justo en la misma batalla en la que comienza, por obra de una bala de cañón que le destroza una rodilla. Punto neurálgico en su vida que marca el inicio de su conversión: del abandono de la vida mundana basado en la búsqueda de riqueza, prestigio, vanidades y banalidades (nada alejado de nuestra realidad actual), al camino de una espiritualidad profunda. Su recuperación va de la mano con su conversión; orillado a leer sobre los santos pues no había libros de caballerías en el castillo. Ineludible fue su encuentro con Francisco de Asís, aquel que 331 años antes funda la orden Franciscana y cuya conversión, junto a la de otras vidas de santos, inspira a Ignacio. Loyola desarrolla los ejercicios espirituales que se le revelan como el arma más poderosa y la aportación más significativa de una espiritualidad nunca antes vista, innovadora y vigente hasta nuestros días.

Francisco Xavier, otro fundador de la Compañía y que en total sumaron diez, ha sido uno de los más grandes soldados de Cristo. Ignacio en su conversión le dice “¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo si al final pierde su alma?”. Loyola, como modelador de hombres, comentó que Francisco Xavier fue la más difícil pasta que haya manejado jamás y los ejercicios espirituales su arma letal. En 1542 llega a Goa y posteriormente misionó en Japón en donde su labor de evangelización fue insólita. De este acto se debe a Dios para tomar posesión de la cuarta parte del mundo como misionero. Francisco Xavier predicó, bautizó, dio socorro a los leprosos y pastoreó almas. Su peregrinar por las calles de Goa tocando una campanita para convocar a sus feligreses, se convirtió en algo común. Sin afán de exagerar se dice que bautizaba a miles diariamente.

Desde su fundación, los jesuitas fueron ganando un prestigio no contemplado de origen para ellos en el área de la educación. Esto marcó el inicio del primer sistema educativo en la historia que adoptó la educación formal como ministerio de significativa importancia. Muchos colegios y universidades florecieron desde aquel entonces, tal es el caso del Colegio Romano fundado en 1551 y conocido hoy como Universidad Gregoriana, la universidad católica más antigua de Estados Unidos, la Universidad de Georgetown, en Washington DC fundada en 1789 por el ex jesuita y Obispo John Carroll, entre muchas otras. Además, los jesuitas pueden presumir el desfile en sus aulas de alumnos como Gregorio XV, primer Papa formado por ellos, René Descartes, Molière, Voltaire, Cervantes, Quevedo, San Francisco de Sales, José Ortega y Gasset, Antoine de Saint-Exupéry, Charles de Gaulle, Vicente Huidobro, Alfred Hitchcock, Fidel Castro, James Joyce y el Subcomandante Marcos entre muchos otros pasaron por las instituciones educativas jesuitas. La Compañía de Jesús actualmente tiene presencia educativa en 69 países en todos los niveles educativos. Son plataformas que cuidan el crecimiento del ser humano y su dimensión trascendente y creyente, desde la espiritualidad ignaciana.

Las más grandes aportaciones que la Compañía de Jesús ha hecho a la historia del mundo, vienen de sus misiones. Cuyo voto promete ante Dios todo jesuita: “Iré a cualquier parte que Su Santidad disponga, sea entre fieles o entre infieles, sin aducir excusa ni reclamar viático alguno, para cualquiera asuntos de devoción a Dios y prosperidad de la religión cristiana”. El jesuita Matheo Ricci en 1595 modificó la forma de actuar de los jesuitas en China. En lugar de convertir a los pobladores a una extraña cultura europea, radicalizó una estrategia de “aculturación”, que consistía en asimilarse ellos mismos a la cultura de los pueblos que los recibieron. Benedetto de Goes en 1604 en su misión resuelve el misterio de Catay, al explorar y descubrir que esas comunidades cristianas a las que los jesuitas querían llegar y cuyo antecedente estaba en el imperio de Marco Polo, era el mismo que los europeos del siglo XVI ya le llamaban China. La historia del gran Galileo Galilei converge con la del jesuita alemán Christopher Clavius, un astrónomo que le dio al italiano su primer puesto docente. Con las publicaciones de Galileo, Clavius ​​juntó a sus estudiantes de clase magistral de astronomía y publicó un texto en donde respaldaba los conocimientos y cálculos del italiano, pero no pudo hacer nada por Galileo al morir poco tiempo después. Clavius ​​deja el calendario gregoriano como legado, pues el Papa Gregorio XIII en 1582 le encomendó que encabezara una comisión para estudiar el problema que presentaba el fallido calendario juliano. Athanasius Kircher hizo demostraciones tempranas de pirotecnia y óptica, creó artefactos como el “órgano matemático”, el “reloj botánico” y el oráculo magnético”. Era el receptor de los descubrimientos geográficos, culturales, botánicos y zoológicos, de los misioneros regidos por el mundo. Su mentalidad planetaria le llevó a proponer en 1671 un reloj mundial que sincronizó la hora de los colegios jesuitas en todo el mundo mediante observaciones de los satélites de Júpiter. Roberto de Nobili jesuita de 28 años, realizó en Madurai un atrevido experimento de asimilación cultural. Adoptó el régimen austero y la disciplina de un religioso “que lo abandona todo”: un sannayasi. Fue el primer europeo que consultó a fondo los Vedas y el primero que llegó a dominar el idioma clásico de la India hindú: el sánscrito. Fue seguramente el primer tratado teológico escrito por un europeo en un idioma de la India.

Durante el siglo XVII ayudaron mucho las misiones jesuitas al respeto y desarrollo de los pueblos guaraníes al considerarlos de raza inferior. Esto implicó ganarse la confianza de los naturales, donde había un equipo jesuita que trabajaba con una tribu para construir un pequeño asentamiento, llamado reducción, por la aspiración que se tenía de “reducir” las tribus seminómadas a viviendas permanentes. El jesuita criollo Antonio Ruiz de Montoya redujo docenas de dialectos dispares a un idioma guaraní estándar unificado. Ésa vino a ser la base de uno de los pocos idiomas indígenas formalmente reconocidos hoy como nacionales en la América Latina. Nicolás Yapuguay, con sus sermones y comentarios, fue el más famoso de los autores en lengua guaraní. José Anchieta elaboró ​​gramáticas del tupí y el guaraní. La descripción de las distintas lenguas de América Latina por los jesuitas sigue siendo hoy la base de la categorización lingüística del Continente.

El jesuita Eusebio Kino, muy nombrado y conocido en la península de Baja California, con sus exploraciones en el siglo XVIII concluyó que California no era isla, sino una península en la provincia de México. Francisco Xavier Clavijero contribuyó mucho a desarrollar el clima cultural que con el tiempo daría lugar a las ambiciones de independencia de los pueblos de Latinoamérica.

El Concilio Vaticano I en el siglo XIX fue de gran trascendencia y discutido hasta la saciedad, en donde los jesuitas ejercieron una considerable influencia con Johann Franzelin, teólogo del propio pontífice y del General de la Compañía Pieter Beckx. Peter de Smet fue un jesuita que tuvo tratos con Toro Sentado en las negociaciones entre varias tribus y las autoridades de Estados Unidos.

Para el siglo XX jesuitas como Pierre Teilhard de Chardin, poco impresionado por las espectaculares conclusiones de Charles Darwin, tomó prestados los conceptos y la fraseología de esta hipótesis de la evolución, para así hacer la sugerencia del cristianismo como un proceso evolutivo. Planteamiento que le valió cuestionamientos por parte de Roma, aunque en el presente han sido aceptados. Karl Rahner es considerado como uno de los teólogos más prolíficos e predominantes del siglo XX, influyó al Concilio Vaticano II por sus obras en donde plantea trabajos sobre la gracia, teología pastoral, los sacramentos, espiritualidad y su concepto de los "cristianos anónimos". Pero lo más confirmado en el Concilio fue su vínculo con el deseo de reformar la iglesia en sus ritos y su liturgia, así como el de dejar establecido una función nueva y más llena de contenidos para el laicado católico. El jesuita Luigi Taparelli d'Azeglio tuvo una destacada participación en la encíclica Rerum novarum, del Papa León XIII. Esta encíclica procuró responder al gran impacto revolucionario del capitalismo y de la industrialización.

Durante el Generalato del jesuita Pedro Arrupe entre 1965 y 1983 la Compañía pone gran énfasis en los temas de la promoción de la justicia social e inculturación del evangelio. La Compañía inicia un proceso de fe al compromiso en la promoción de la justicia en todos los ámbitos de la actividad humana. Esta apuesta por la justicia traería consecuencias mortales a varios jesuitas específicamente en Latinoamérica. Ignacio Ellacuría fue un gran defensor de la liberación del pueblo y de las mayorías populares, situación que le ganó la enemistad con algunos sectores financieros y militares. En 1989 fue asesinado en El Salvador, en su residencia junto con 5 jesuitas y dos mujeres más. En Chile, el jesuita Alberto Hurtado y su defensa de los pobres y los trabajadores, lo llevó a que los sectores más acomodados y conservadores de la sociedad y de la Iglesia lo apodaran cura rojo o cura comunista.

Por otro lado, el jesuita Jon Sobrino ha contribuido a la cristología, eclesiología y espiritualidad de la liberación, tan polemizada desde el vaticano. La amplitud y profundidad de la obra de Sobrino y el impacto que ha tenido la Teología de la Liberación hacen suponer que el debate sobre estos y otros temas conectados permanecen abiertos.

Es así como los jesuitas en este recorrido breve por su historia de más de 400 años, han hecho aportaciones en áreas como la espiritualidad, educación, ciencia, derechos y dignidad humana. El 13 de marzo de 2013 con la elección de Jorge Mario Bergoglio, como el Papa Francisco I, la historia le devuelve a la Compañía una de muchas aportaciones significativas que ha hecho a la iglesia católica. Pero esto no es un favor, ni mucho menos un merecimiento por lo realizado hasta antes del Cónclave. Se trata de otra misión, quizás la más grande misión con la que haya tenido que enfrentarse a cualquier jesuita: La renovación de una iglesia católica en crisis y sedienta de respuestas humanizantes a temas delicados, urgida del encuentro con un Dios vivo a través de los demás . Sin duda, Francisco I con la Compañía de Jesús tiene de donde echar mano para poder responder a esta misión. Pero sus mismas acciones a poco menos de dos meses de su elección, parece mostrarnos su apuesta por una iglesia incluyente, humilde, sencilla, que opta por los pobres y que pone nuevamente en el centro del mundo lo más valioso con lo que cuenta el ser humano: su dignidad.

Joaquín Ríos Delgado Falcón