La libertad de expresión, un freno para el autoritarismo

Política
Tipografía
  • Diminuto Pequeño Medio Grande Más Grande
  • Default Helvetica Segoe Georgia Times

En fin, el periodismo es, ni duda cabe, una responsabilidad muy grande. Un periodista intrépido o atolondrado puede causar un daño irreparable. Y en consecuencia propiciar el revire a través de la denuncia por daño moral probado, lo cual podría significar un cataclismo en la vida personal y familiar del ofensivo y calumniador ...

Para muchos, la libertad de expresión es gozar de impunidad para ofender, inventar, calumniar, difamar y crear escenarios fantasiosos con la única intención de atacar a quien les provoque envidia, ya sean servidores públicos, periodistas, intelectuales y desde luego políticos.

Los calumniadores equivocados. Y ése, dirá el clásico, es su problema ya que la desviación pertenece a su ámbito mental.

Lo importante no son ellos sino el periodista o investigador que está dispuesto a desenmascarar a los corruptos y señalar las injusticias; el que apegándose a un código de ética sustenta sus escritos o dichos con pruebas irrebatibles.

Claro que también hay rumores que pueden adquirir validez siempre y cuando se investiguen o validen antes de publicarse. En apariencia es fácil porque casi siempre los delincuentes dejan huellas, el tufo de sus delitos, las pruebas legales de cada uno de sus actos ilícitos.

En el número 31 de la revista Réplica, hace varios años entrevistamos al periodista y comunicador Teodoro Rentería Arróyave. Rescato la entrevista que realizó Alejandro C. Manjarrez (si le interese la puede encontrar y leer en la sección de entrevistas de revista Réplica), para hacer las siguientes anotaciones.

Con la solvencia que le distingue, Rentería trata el tema de la libertad de expresión y su importancia en la democracia mexicana. Y dice una frase que los gobernantes deben grabarse en la cabeza:

“Imagínense lo que sería de México sin prensa; se harían pedazos los unos a los otros ”(los gobernantes).

Daño moral

La calumnia y el acoso suelen articularse a través de un conjunto de letras y frases que forman algo que nunca podríamos llamar colaboración inteligente. Para enfrentarlas existen formas legales legisladas con la intención de frenar el abuso, o sea el estilo o la costumbre que distingue a ciertos “periodistas” cuya forma de vida es eso, la impunidad.

Uno de estos "frenos" se llama "daño moral", quizás el más severo desde el punto de vista punitivo. Otros son la difamación y la calumnia que, gracias a la modificación de la ley en la materia, ahora resultan hasta burlescos.

En fin, el periodismo es, ni duda cabe, una responsabilidad muy grande. Un periodista intrépido o atolondrado puede causar un daño irreparable. Y en consecuencia propiciar el revire a través de la denuncia por daño moral probado, lo cual podría significar un cataclismo en la vida personal y familiar del ofensivo y calumniador. Depende, pues, de las sumas millonarias que deban pagar a quien los denunció.

Los gobiernos

En las leyes de muchos países del primer mundo figura el compromiso de impulsar y financiar a los medios de comunicación: se trata de garantizar que dichos medios informen a la sociedad de los logros y los fracasos de sus gobiernos. Es una forma de garantizar la honestidad de los servidores públicos, mejor incluso que las vaciladas que llevan por nombre “contralorías estatales”.

No está por demás repetir que los recursos que manejan son del pueblo.

De ahí que, como lo dijo Teodoro Rentería a Réplica , “se deba legislar el reparto equitativo del dinero público a los medios de comunicación en México”. Sería un primer paso serio, social, en la gran lucha del pueblo contra la corrupción del gobierno.

La mentira

Hay quienes son catalogados como mentirosos compulsivos, o piadosos, o inocentes, e incluso hasta truculentos. Por desventura existen “periodistas” que entran en alguna de esas definiciones. Me refiero a quienes se valen de la mentira o de las medias verdades para llenar el espacio con el que mantiene su, a veces, deshonrosa pero adinerada vida. Pero este es un asunto que compete a quien con su “pluma” perpetra ese “crimen” o al ofendido por lo que el delincuente en potencia execró.

Claro que tampoco se vale la mentira en los funcionarios públicos. Menos aun cuando el periodista o el ciudadano tienen en su mano las pruebas que los desenmascaran.

La obligación de los medios de comunicación serios, es buscar respuestas a las denuncias anónimas o públicas. Muchos los hacen. Hay medios y periodistas valientes a los que vale la pena leer y reconocer sus aportaciones a la sociedad. Son ellos los que pueden ayudar para que cambie este país y la “mierda social” sea disuelta precisamente con las denuncias y las acciones de la ley.

Ojalá.

Hasta la próxima

 

Miguel C. Manjarrez