Nos preguntamos, ¿y mi lana? ¿Dónde está?
¿Te has puesto a analizar el dinero que gastas en tus caprichos diarios, o en cosas que no sirven para nada, en gustos extraños, o simplemente en altruismo?
Para los mexicanos que no somos fifís o pudientes, o funcionarios públicos, en muchas ocasiones llegamos al fin de mes, o de quincena, según sea el caso, con lo suficiente para una sopa instantánea.
Nos preguntamos, ¿y mi lana? ¿Dónde está?
Pues en mi caso, me puse a realizar el análisis financiero correspondiente, para llegar a la conclusión de que mi flujo de efectivo se estaba yendo por las cloacas, literal. Te explico:
En mi adicción por el café, y mi tremenda hueva para hacer un buen café en mi casa cada mañana, tenía dentro de mis actividades recreativas ir al Starbucks de los alrededores de mi morada, está a 34 pasos. No crea que soy Fifí o aspiracionista, el cafecito de la señora Lupe, ese de grano de Zacatlán, quebró ante la llegada del monstruo internacional. No me quedó de otra más que acudir al establecimiento y volverme cliente frecuente. Además de que me llamaban por mi nombre y alguien me trataba bien, me daban amor. Amor comprometido, pero amor.
Para no hacer una novela, en síntesis, cada día gastaba 100 pesos en café, dos porque a algo debía de ser adicto. Después de la pandemia dejé de ir. Me percaté que el ahorro por no acudir durante 2 años fue de 73 mil pesos. Eso me gastaba y luego lo tiraba al baño. Debo confesar que algunas veces, mi rico café olía a orines. Sin ofender al Starbucks.
Entonces, seguí haciendo una introspección de mis gastos hormiga. Dulces, papitas, propinas a los viene viene, y el gran sueño mexicano, la compra de los pronósticos. En Melate y anexas me gastaba lo mismo que en cafés. Ahí llevamos en dos años 146 mil pesos en un par de hábitos.
¿Cuál fue la solución? Compré una cafetera llamada prensa francesa y cada mes, aproximadamente gasto 140 pesos en un café molido que se llama Gila espresso, -que ya subió, lo compraba en 100 pesos-, le pongo 3 cucharadas a mi jarra y me dura dos días. Un delicioso café. Y de los pronósticos, pues dicen que ayudan a la asistencia pública, así que sigo comprando, pero la mitad. Qué tal si soy de los afortunados, de ese .0000000001 por ciento a los que los favorece la estadística. Inventé la cifra, no sé exactamente, solo sé que si te toca el primer premio, sí que eres un suertudo. Así ahorré y ese dinero lo puedo guardar o bien destinarlo a algún pago o a un viaje, por qué no.
Amigo lector, ¿tú ya hiciste tus proyecciones financieras? No se trata de renunciar a cosas, quizá puedes encontrar opciones mucho más económicas, y hasta más ricas como es el caso de mi café. Claro que si eres asiduo a ir todos los días a apostar o fumas como loco, o bebes como cosaco, pues ahí si te recomendaría abortar, claudicar, desistir, dimitir, abdicar, dar marcha atrás, y no hacerlo más.
Te deseo salud financiera siempre.
Nos leemos pronto