Un parto difícil
Egresado de la Universidad de Chapingo, Aquiles Córdoba llegó a Tecomatlán (su tierra natal) con la experiencia necesaria para organizar un grupo de tensión que podría estar al margen de la ley si no hubiese encajado con los principios sociales del sistema político mexicano. El período de gestación de Antorcha Campesina duró algunos años.
Antes de su nacimiento nacional, la organización se enfrascó en una disputa por el poder local. El enemigo a vencer fue Cástulo Campos Merino, cacique carismático y económico de Tecomatlán.
En principio los dos grupos se enfrentaron en un duelo de influencias y manejo de simpatizantes; uno, el de Cástulo, queriendo conservar la alcaldía y el otro, el de Aquiles, luchando para obtenerla. Ganó Aquiles Córdoba y fue entonces cuando el gobierno del doctor Alfredo Toxqui recibió todos los embates de influencias, compadrazgos, presiones, amenazas y reclamos que le hicieron prometer que el siguiente alcalde sería gente de Cástulo. Empero, la alcaldía, volvió a recaer en la agrupación comandada por el agrónomo de Chapingo.
Durante la campaña electoral que habría de llevar a la gubernatura de Puebla a Guillermo Jiménez Morales, Cástulo Campos insistió en lo que llamaba una alternancia del poder municipal sana y equitativa. No obstante sus intentos de todo tipo (dádivas al delegado distrital del PRI y presiones a su compadre Marco Antonio Rojas, entonces secretario de Finanzas), nada pudo y no hubo la alternancia que deseaba. Este hecho fue el detonante que inició una sangrienta guerra por el poder en la que murieron asesinadas 22 personas: trece de Antorcha Campesina y nueve del grupo comandado por Cástulo Campos Merino.
Además de desplazar al abogado Campos, los conocimientos y habilidades políticas de Córdova lograron atemorizarlo, a tal grado que Cástulo pidió protección al gobierno toxquista. Como sabía que su cabeza ya tenía precio optó por esconderse en la Ciudad de México. Supuso que allí estaría seguro; sin embargo, a los pocos meses fue acribillado por un grupo fuertemente armado que lo emboscó al salir de una asamblea magistral verificada en pleno centro de la ciudad. Este crimen como los otros 22 ocurridos en Tecomatlán, nunca se aclaró.
Cuando Guillermo Jiménez Morales llegó al gobierno, se encontró con varios focos de violencia en la entidad. Uno de ellos en Pantepec, donde un grupo de envalentonados ganaderos y sus guardias blancas, acribillaron a 26 campesinos veracruzanos que se habían posesionado de tierras (según los invasores, sesenta fueron los muertos).
Los parvifundistas presumieron su amistad, sociedad y paisanaje con el mandatario poblano. Y quizá por esas influencias o tal vez por la eficacia de su abogado o por ambas cosas (el defensor resultó uno de los notarios públicos nombrados por Jiménez Morales el último día de su gobierno), los homicidas ni siquiera llegaron a ser consignados. Les ayudó haber comprado tierras(200 hectáreas) a don Guillermo, quien a su vez las había heredado de su padre.
Otro de los enfrentamientos (a mi juicio el más espectacular) ocurrió en Huitzilan de Serdán, una población enclavada en la Sierra Norte de Puebla. Entonces Antorcha Campesina sirvió al gobierno como el brazo armado que frenó la ola de violencia en Huitzilan, metiendo al orden a la UCI que había provocado una pequeña guerra civil donde los “padres enterraron a sus hijos”. El número de muertos nunca se supo debido a las inhumaciones clandestinas y a la ausencia de la autoridad. Sin embargo, los lugareños calcularon alrededor de doscientos los decesos en menos de un año.
Fue así como la organización Antorcha Campesina ayudó al gobernador que evadió las acciones policiacas para “no ser represivo”. Las huestes antorchistas pusieron orden en aquel poblado de la Sierra Norte. Cuando la violencia aminoró, Aquiles pudo cobrar su factura.