El señor del mal (Crónicas sin censura 7)

Réplica y Contrarréplica
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El carisma de un hombre ha permitido la prevalencia de la religión católica por casi dos mil años, aún en nuestro país donde la gente todavía vive entre la ignorancia, el fanatismo, la superstición, la magia, la pobreza, la flojera y, en consecuencia, en medio de la mugre y la insalubridad.

Según el clérigo y doctor Agustín Rivera (Principios críticos sobre el Virreynato), es la rémora que nos endilgaron los ignorantes frailes encargados de catequizar un pueblo que terminó por conquistarlos con sus fiestas y celebraciones. De ahí que nuestro catolicismo se dé entre repiques, cohetes, comilonas, procesiones, asoleadas playeras, discotecas, tambores y chirimías. Algo muy lejos de la doctrina propagada por aquel pastor de almas que por encargo divino, quiso salvar al mundo del pecado y la estulticia.

    Han transcurrido 1993 años y aún sigue viva la figura del líder Jesús de Nazaret. Nunca podrá afirmar que su presencia e imagen requirió de técnicas o estudios de mercado, ni siquiera de la publicidad subliminal que tanto arroba a los políticos y eclesiásticos de nuestros días. Fue y sigue siendo un fenómeno de la comunicación que simplemente apareció como la luz, la lluvia, el calor, el frío y que no volverá a repetirse cuando menos en el siguiente milenio.

    Lo que con frecuencia se repite son las expresiones del pensamiento mágico que tanto divierten y esperanzan al pueblo. Podemos comprobarlas en el ingenio popular que inventa desde desde leyendas hasta seres míticos personificados como engendros del mal, que trapacerías van del crimen al robo organizado, pasando por la corrupción y el tráfico de influencias.

    Tal creatividad rebasa la costumbre de los Judas convertida en artesanía o, en su nueva versión, los horribles y coloreados alebriges. Para muestra aquí les va lo que ocurre en el penal de San Miguel, noticia que debo al antropólogo Samuel Malpica Uribe quien como usted sabe, pasó allí unas largas “vacaciones” pues ante la estulticia de los gobernantes el pastor de almas falló su encargo divino.

    En el hotel más caro de Puebla (sin estrellas turísticas, claro), rinden culto a tres personajes mágicos. Uno de ellos es la Virgen de Guadalupe otro, la Santa Muerte y el más moderno es nada menos que el Señor del Mal.

    Como es obvio a la Virgen del Tepeyac se le pide todo tipo de milagros, siempre cuando caigan dentro de la verdad y la buena fe. A la Santa Muerte le ofrecen pleitesía con restos de sangre; por ejemplo medallas de plata teñidas en las rojas heridas que el penitente se hace a sí mismo con ese propósito. A esta deidad, entre otras cosas, le piden protección a fin de que la vida del penitenciario se vea alargada, preservada y nunca truncada por algún instrumento (picas cuerdas, mazos o cachiporras) en manos del enemigo. Cuanto se obsequia a la figura de la Santa Muerte suele convertirse en el mejor regalo para demostrar la buena intención de hacer amistades tan largas como sinceras.

    La tercera deidad, o sea el Señor del Mal, es circunstancial dependiendo de los acontecimientos políticos que ocurran fuera del penal. Durante algunos meses y hasta la salida del exrector la fotografía de Mariano Piña Olaya ocupó el respectivo nicho y ubicado en una tiendita. La efigie fue concebida por los internos del Cerezo. Frente a ella pudo desfilar toda clase de procesados

    Unos sintiéndose ofendidos otros, tal vez relegados por el personaje importante; y los menos seguramente tan sorprendidos como alegres ante semejante puntada que refleja el repudio hacia la autoridad.

    Coincido con Agustín Rivera respecto a la herencia de los frailes, sin embargo, supongo que la ignorancia general en la Nueva España propició que muchos mexicanos conservaran un misticismo exacerbado por la mala imagen de quien no tenía afectos, tampoco carisma y menos aún programa para promoverse.

 

12/IV/1993 

Alejandro C. Manjarrez