Japón,10 mil años

Vida & Sociedad
Tipografía
  • Diminuto Pequeño Medio Grande Más Grande
  • Default Helvetica Segoe Georgia Times

El honor; concepto ideológico que actúa como defensa en las relaciones sociales, ha sido puesto en práctica por muchas civilizaciones; tiene una cualidad moral vinculada al heroísmo, a la virtud, al mérito y al deber...

Se expresa en la descendencia, en la familia, y en la conducta sexual con opinión, gloria o fama y rituales de reconocimiento público. Este concepto si es tomado como una forma de vida, fructifica en recompensas materiales, dignidad, distinción, empleos, patrimonios, decencia, respeto y honestidad.

En la costumbre japonesa existe un código (“El Camino”) para ser personas honorables hasta la muerte. Los Samurái son el más claro ejemplo de esta forma de vida, los hombres son preparados desde niños, no como obligación, sino para prepararse ante el combate sin perder su humanidad y también para dirigir sin perder contacto con los valores esenciales. En pocas palabras, es una fórmula para forjar un guerrero noble. La siguiente frase tomada del Código Bushido describe claramente este pensamiento:

"Si preparando correctamente el corazón cada mañana y noche, uno es capaz de vivir como si su cuerpo ya estuviera muerto, gana libertad en El Camino. Su vida entera estará sin culpa, y tendrá éxito en su llamado."

Sin duda, esta definición de honor es la palabra que describe a Japón, un país rico en cultura, en tradiciones, en gastronomía, en perseverancia. Envidiado por muchos imperios, odiado al extremo de desintegrar ciudades completas con la peor arma que el hombre haya creado, pero nunca se ha podido vulnerar su dignidad y creencias.

Cuando uno piensa en Japón, la mente se llena de imágenes que abarcan desde hermosos cerezos llenos de flores, jardines exuberantes en perfecto orden, casas tan limpias que se puede comer en el piso, textiles dignos de ovación por la fineza de su manufactura, gente con un semblante cotidiano de paz y tranquilidad, paisajes dignos de admiración, terrazas sembradas de arroz, gastronomía milenaria, platillos hechos con sumo cuidado en los cortes y en la presentación que se asemejan a obras de arte. Si uno se aleja un poco del silencio que mantiene inmóviles estas tierras y se acerca más al bullicio de las ciudades, la esencia se mantiene, pues la enseñanza continúa en la gente que no tira ni una basura en las calles, en las oficinas impecables, en las fábricas limpias, en los edificios que se mantienen aferrados al piso, no obstante los movimientos telúricos que quieran arrancarlos de sus cimientos.

“Desde tiempos inmemoriales, para los japoneses los edificios nunca pueden ser realmente bellos si no están en perfecta armonía con su entorno natural”.

Esta frase, tomada de la página de turismo del Japón, ilustra el punto más sobresaliente que engloba la belleza del país. Es “lindo” (valga la expresión del mar de plata) en su arquitectura y paisajes, y no es por la riqueza natural que tienen las tierras, sino por el respeto que la gente le tiene a su entorno.

Japón es considerado como un gigante heroico, que se mueve rápidamente, tanto, que al pasar de los años se ha convertido en la segunda potencia mundial en PIB, sólo por debajo de Estados Unidos. De hecho, el crecimiento socioeconómico de Japón es considerado como “anómalo” en la región asiática, puesto que a partir de Hiroshima su economía fue siempre hacia arriba y sus conocimientos y capacitación en tecnologías son de los más elevados y precisos a nivel global, tal es su avance tecnológico, que posee más de la mitad de los robots industriales que existen en el mundo. Cada pieza que se exporta, lleva un sello de fabricación suprema, la calidad japonesa desde siempre ha sido considerada excelente.

Para el pensamiento occidental, Japón ha sufrido desastres naturales impactantes, sin embargo, el pensamiento oriental se eleva sobre la catástrofe y mira hacia adelante con una frase que engloba “10.000 años” de fuerza, de perseverancia, de trabajo, de esfuerzo, de conocimientos y que quiere permanecer diez mil años más. Si algo hay que admirar de los japoneses es que no le temen al trabajo y puedo apostar que en cualquier evento natural que los azote, saldrán adelante como siempre lo han hecho. 

Guillermo Ríos Delgado Falcón