Después de lo ocurrido en Chiapas surgió una terrible incertidumbre política que de manera especial afectó a una buena parte de los colosistas...
La preocupación los hizo caer en confusiones y cometer uno que otro desacierto político. Sentían pasos en la azotea porque supusieron que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y el comisionado para la paz le estaban moviendo el tapete a Luis Donaldo Colosio, y todavía más cuando se fortaleció el rumor sobre la posibilidad de que el PRI cambiara de candidato, varios entraron en estado de pánico, desazón, confusión y contradicciones, quizá porque su preocupación fue quedarse sin chamba o como dice el pueblo, vestidos y alborotados.
Pero a los pocos días, la mayoría pudo recuperar el aliento en virtud de que ocurrió “el milagro” con “la presidencial” frase “no se hagan bolas”. Sin embargo, algunos no tuvieron la capacidad para asimilarlo quedándose en un estado de crisis existencial; otros a la expectativa o en espera de las palabras y las señales de Manuel Camacho Solís; y no faltaron los descorazonados por el contenido social y político del discurso del “subcomandante Marcos”.
El mismo Colosio mostró cierto descontrol, pero no porque peligrara su candidatura, sino debido a los acontecimientos que, valga reconocerlo, a todos nos tomaron por sorpresa. El cambio de jugada propició la modificación del esquema de campaña y el reacondicionamiento del discurso del candidato; éste se hizo más propositivo, realista y republicano, es decir, se adelantó a los tiempos que usualmente imponen las campañas del proselitismo electoral.
Lo de Chiapas indujo a observadores y columnistas políticos –nacionales y extranjeros– a irse con la finta del cambio de candidato en el PRI. “The Wall Street Journal”, por ejemplo, publicó que Camacho Solís no negaba su interés por seguir compitiendo por la Presidencia de México. Fue más allá: el columnista comentó que si Salinas no cambiaba al candidato, el PRD ganaría la Presidencia. Incluso predijo terrorismo, inestabilidad, y pontificó que:
“Lo que está claro es que la apertura económica mexicana no puede ser sostenida si las garantías de apertura política y de respeto incondicional de la voluntad de los mexicanos no se cumplen. Sin esas garantías, la estabilidad política no podrá quedar asegurada. Y sin estabilidad política, las inversiones en México no tendrán seguridad.”
Lo que a mi juicio resulta más interesante que las predicciones de los pitonisos políticos, es que todo este barullo, le jalo la cobija a los demás candidatos para dejar al descubierto su falta de preparación, política, histórica, económica y social. El que no se fue por el folclor, se reveló como oportunista o por estar ideológicamente cuadrado, sin conocimiento étnico, deliciosamente aburguesado o tan cerrado como su barba. Todo ello –obvio– en favor de la presencia de Colosio cuya capacidad y experiencia política está fuera de toda duda.
No obstante, por ahí, en el seno del PRI nacional, se ha dejado notar, más que la corriente colosista-salinista un anticamachismo a ultranza que la verdad raya en el fanatismo. “La nueva generación” olvida o rechaza lo que el priismo tradicional pide a gritos: una reunión de Luis Donaldo Colosio con Manuel Camacho. Con esa actitud están perdiendo la oportunidad de acercarse a un problema cuyas consecuencias rebasan las expectativas del próximo régimen. Y lo peor; han dado “chance” a Diego Fernández de Ceballos para que se regodee y presuma que Camacho le habla por teléfono para informarle lo que está sucediendo en Chiapas.
Nos queda claro, pues, que amalgamando su experiencia con la realidad, Luis Donaldo Colosio Murrieta es un político garante del cumplimiento de los requerimientos de Chiapas y del resto del país; que tiene la espina clavada porque conociéndolos no tuvo tiempo de aportar soluciones mucho más efectivas, permanentes y democráticas; y que es el más capacitado de los candidatos para frenar la inercia de los avances logrados por Salinas. Sin embargo, solo le falta romper la barrera que le impide acercarse al EZLN y dejarse ver con Camacho.
25/II/1994