Creo que Luis Donaldo Colosio Murrieta dará un giro a la política nacional que reencauzaría al país por la ruta ideológica de la revolución mexicana.
De consolidarse esta alentadora posibilidad, la programación del futuro de México dejaría de hacerse en Washington, y en la residencia oficial el idioma inglés pasaría a segundo término. Cuando menos eso es lo que nos ha dado a entender el llamado gallo mexicano en lo que fue su primer discurso como candidato del PRI a la presidencia.
Y fíjese usted, respetado lector, que tal posibilidad va en serio porque es quizá la única fórmula para que Colosio pueda proyectar su presencia en la conciencia de la clase política de la nación, cuyo criterio, experiencia y manejo fueron los principales factores que en 1988 propiciaron el “voto de castigo”. La seriedad de sus planteamientos (justicia social, revolución, Constitución, soberanía, democracia) está apoyada en un elemento social que proviene de su origen humilde, así como de la experiencia que obtuvo en el quehacer público, pero sobre todo por la solidez del “staff” que lo rodea, en el que de alguna manera colaboran varios gobernadores entre los que destacan Manuel Bartlett de Puebla (en efecto leyó usted bien, Manuel Bartlett) y Patricio Chirinos de Veracruz.
Según nos dejaron ver, don Diego Fernández de Cevallos y Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano mantuvieron sus dedos cruzados para que Colosio no fuera el ungido. Cualquiera menos él –confiaban a sus allegados– porque tiene la ventaja de haber conducido una especie de campaña encubierta a través de los beneficios del Programa Nacional de Solidaridad (Pronasol).
Incluso, en el círculo de asesores de los líderes de la oposición, se impulsó la idea de inducir a la prensa internacional para que abordara el tema de la sucesión, sin soslayar o restarle importancia al apoyo gubernamental para el candidato del PRI. La revista española “Cambio 16”, la inglesa “The Economist”, la Colombiana “Latinoamericana Internacional”, y algunos diarios estadounidenses hicieron referencia a la cercanía de Luis Donaldo Colosio con Salinas (es el hijo…decían). La revista colombiana (Número 16) fue la más aguda y cruel al comparar el poder del presidente de México con el de los faraones. Según el observador internacional, en su artículo “Tapado”:
“En México el poder presidencial es absoluto, pertenece al género egipcio de los faraones según la norma aristotélica’. Nadie puede hablar de ello, aunque todo el mundo lo haga ‘Sotto voce’ ya que el rumor es la industria pesada más importante de México (…) El presidente de México es como un faraón, inspira un respeto tal, que nadie le puede llamar sino con reverencia, pues siendo teórica y prácticamente dueño de hombres y de bienes, es considerado como un Dios (…) Menes, fundador de las treinta dinastías, era grandioso y fastuoso, solemne y formal, como el emperador de los aztecas o el rey español, tradición que constituye la fuerza más aglutinante del pueblo mexicano (…) La diferencia específica con el poder faraónico egipcio, es que en el sistema mexicano, la competencia es sexenal”.
Contra ese criterio y contra esa corriente tendrá que luchar Luis Donaldo Colosio como candidato del PRI, y después, si todo le sale bien, como presidente de México. Esto es porque el sonorense se ha declarado miembro de la generación del cambio, de las grandes reformas, y portador de una profunda convicción democrática a pesar de aceptar los resultados de la voluntad popular. Además de la obligación de dar fuerza a la presencia de México como nación libre, soberana y democrática, tendrá que hacer acopio de todos sus conocimientos y experiencias a fin de llevar a cabo lo que él mismo define como el desafío de fin de siglo: una amplia y profunda reforma social.
Para lograrlo solo tiene que librar dos escollos: uno es el candidato del PRD, y el otro el abanderado del PAN. Cuauhtémoc Cárdenas, como el lector sabe, ya lleva largo rato haciendo proselitismo; y don Diego aunque “nuevo” en estas lides, por su talento y porque no tiene nada que perder será el rival más peligroso. Y conste que esto no es un rumor.
6/XII/1993