La buena onda (Crónicas sin censura 67)

Réplica y Contrarréplica
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Gracias a las presiones sufridas por el empresario radiofónico, trascendió que, sin previo aviso, don Rafa fue llamado de urgencia al Distrito Federal para asistir a una junta organizada en su honor en la sede del grupo Acir...

Jesús Manuel Hernández ha regresado al espacio hertziano. Su retorno nos da una idea de cómo nuestro sistema político permite la regeneración y prevalencia de los conceptos y principios de la libertad de expresión. Muestra que en muchas ocasiones la justicia va de la mano con la suerte. Nos enseña, además, las vueltas que da la vida. Y de alguna manera ejemplifica la fuerza que tiene la amistad, cuando ésta se cultiva en las buenas y en las malas. 

     Como usted sabe, el tropezón del comunicador ocurrió a mediados del sexenio pasado. En el medio periodístico se supo que Rafael Cañedo Benítez fue presionado para prescindir de su principal colaborador, debido a que a don Jesús se le había pasado la mano. En esos momentos se dijo que el comentarista usaba su sarcasmo para fustigar a los políticos estatales, especialmente al gobernador. Y curiosamente fueron sus parábolas aplicadas al fútbol las que más molestaron al mandatario poblano. Los chismes, que nunca faltan, también le endosaban algunos comentarios lesivos para la imagen republicana de quien maneja el destino de la nación.

     Gracias a las presiones sufridas por el empresario radiofónico, trascendió que, sin previo aviso, don Rafa fue llamado de urgencia al Distrito Federal para asistir a una junta organizada en su honor en la sede del grupo Acir. Lo esperaban Francisco Ibarra y otras dos personas íntimamente relacionadas con el gobierno federal. Allí a boca de jarro, le soltaron la sugerencia: o se va Jesús Manuel o tu empresa deja de pertenecer a nuestra organización. Ni tardo ni perezoso nuestro ínclito alcalde regresó a Puebla portando bajo el brazo la infausta noticia. De esta manera Hernández dejó de trabajar en el consorcio de Cañedo, a pesar de que era considerado como uno de los mejores hombres, quizá el colaborador más allegado al heredero de Roberto Cañedo Martínez. En ese momento pudo más el interés financiero que la amistad, probablemente porque don Paco Ibarra se acababa de asociar con el Grupo HR para la adquisición de dos o tres concesiones radiofónicas.

     La reaparición de Jesús Manuel tiene algunos visos de ventura para él y para sus amigos. Coincide con la presencia de Raúl Torres Salmerón al frente de la oficina que organiza y promueve el manejo de la imagen gubernamental. De inicio, esto le da el oxígeno que necesita para emprender “su segundo aire”, ubicándolo además bajo la cornisa que todos quisieran tener a la mano, a fin de guarecerse del mal tiempo.

     Y aunque don Jesús no tenga en su bagaje psicológico la pasión humana que impele al revanchismo, su simple presencia en el medio le permitirá disfrutar del placer de convertirse en una especie de dolor de cabeza para quien a su vez se lo causó. Ello gracias a la función pública que durante tres años ejercerá su expatrón, cargo del cual por cierto casi nadie ha salido con el plumaje limpio.

     Desde luego que el retorno de este personaje también sirve para refrescar el competido y saturado ambiente de los programas noticiosos. Obligará a sus colegas a considerar la necesidad de modernizar su programación dándole más agilidad, veracidad, autonomía y apertura. Con el de Jesús Manuel, Puebla tiene ya siete programas noticioso cuya transmisión transcurre al mismo tiempo, compitiendo para desplazar a Enrique Montero Ponce, personaje que desde hace décadas buscó y encontró un público cautivo y agradecido por la extraordinaria capacidad de gestión del hombre– radio, que bien podría considerarse como el padre del periodismo radiofónico en Puebla.

     Es amplio el espacio de la comunicación radiofónica. Por solo mencionar algunos, tenemos a Carlos Martín Huerta, Javier López Díaz, Sergio Mastreta, Fernando Alberto Crisanto, Carlos Macías, Enrique Montero Ponce y, desde hoy, a Jesús Manuel Hernández. Sin duda que todos habremos de salir beneficiados con tanta oferta noticiosa (excepto, creo, los trabajadores del gobierno dedicados al monitoreo de la información radiada). Esperemos, pues, que en la buena onda todos mejoren sus aportaciones.

Alejandro C. Manjarrez 

17/V/1993