Cuando dice “no” en realidad quiere decir “yo”, y así sucesivamente va incorporando a sus gestos y ruidos, palabras y frases y se sabe comprendido...
Nuestro mundo se encuentra formado de palabras; es un debate de significados y significantes. Todo el tiempo estamos elaborando conceptos y etiquetas, pero no sólo de los acontecimientos, sino de las personas con las que interactuamos.
Cuando un niño aprende a hablar ha logrado el punto más alto del desarrollo de la primera infancia, porque comienza así su proceso de individuación; cuando dice “no” en realidad quiere decir “yo”, y así sucesivamente va incorporando a sus gestos y ruidos, palabras y frases y se sabe comprendido.
Pero las palabras que logran un impacto profundo en nosotros son lo que los psicólogos llaman creencias, es decir aquellas frases que una figura de autoridad nos dijo y que por ser niños la tomamos literal y la validamos ciento por ciento. La manera más clara de entender qué es una creencia es tomando en cuenta las creencias de nuestro país, por ejemplo: “Los hombres no lloran”, “Las niñas decentes llegan vírgenes al matrimonio”, “Las mamás siempre se sacrifican por sus hijos”. Muchas de estas creencias también se encuentran inscritas en la sabiduría popular o dichos: “Más vale quedarse para vestir santos, que desvestir borrachos” (yo diría que más vale desvestir borrachos un rato antes de quedarse a vestir santos). En fin, una creencia es una frase que nos personalizaron y nos dijeron y en base a la cual transitamos en nuestra existencia, dejando nuestras decisiones de la vida en manos de la furtiva opinión de alguna figura de autoridad de nuestra infancia, siendo el cimiento de nuestra autoimagen; por lo tanto autoestima y todo el sistema de motivación personal se vuelve un sistema de desmotivación y de auto-sabotaje.
Pongamos manos a la obra para trabajar con este sistema de creencias:
En una hoja en blanco, escribe todas las frases que recuerdes que hayas escuchado, o las frases que te repites en tu interior y que juzgan. Coloca la frase y quién te la dijo. Anota tantas cuanto puedas.
Ahora ve con tus amigos o pareja y personas más cercanas y pregúntales cuáles creen que son las frases que repites constantemente y que están cargadas de juicios negativos hacia ti mismo. En un análisis de conciencia, revisa estas frases y compleméntalas si es necesario, de tal manera que tendrás dos listas; por un lado la lista de frases de creencias y por el otro la lista de los juicios negativos hacia ti mismo.
Con estas listas en tu mano, busca un espacio en la mañana antes de que hagas otra actividad, tal vez un día de descanso u otro momento en el que al despertar tengas tiempo para hacer este ejercicio contigo mismo; es importante que lo hagas en la mañana y no en la noche, para tener luz de día para verte con claridad.
Coloca dos sillas una frente a la otra y siéntate en una, teniendo frente a ti una silla vacía y ve repitiendo lo siguiente:
Por muchos años, he permitido que todas estas frases y especialmente ésta (repite la frase) dicten mi manera de ser y actuar, que limiten mis pensamientos y me impidan ir más allá de las cosas que quiero y necesito hacer. Sé que han tenido su utilidad, pero también y por otra parte, me siguen lastimando hasta hoy, tal cual lo hicieron el primer día que las escuché.
Vamos con la primera frase. Repítela y visualiza a la persona que te la dijo y dile: tus razones tuviste para decirme esto, no las juzgo ni las entiendo, pero esta frase es tuya, te la regreso; por amor a ti, tomé esta frase como verdad absoluta sin pensarla ni analizarla y he dejado que dicte mi manera de pensar, de sentir y de actuar. Hoy me doy cuenta que me hace daño; por eso es que te la devuelvo. Y visualiza cómo le das la frase. Si te cuesta trabajo hacer el ejercicio así, entonces utiliza un objeto pesado, cualquiera que sea e imagina que en él colocas la frase y le das entonces el objeto pesado a la persona correspondiente. Esta frase es tuya y te la regreso.
Ve haciendo este ejercicio frase por frase; no vamos a decirle nada más a las personas que nos dijeron estas cosas; es importante que aunque llegue a ti el enojo o la tristeza, no digas nada más, porque de lo contrario nos estamos ahora volviendo jueces del juez y eso sólo empeoraría las cosas; además si te das cuenta, fue por amor que guardaste esas palabras en tu corazón, porque la persona o personas que te dijeron todo esto, son personas significativas en tu existencia. Algunas veces te las han de haber dicho con dolo y otras no, pero no importa, importa liberarlas y liberar así el sufrimiento que han causado.
Una vez que termines este ejercicio y a tu tiempo, colócate frente a un espejo y dite lo siguiente: ahora comprendo que en base a todas esas frases tú (dirigiéndote a tu juez interno) me has dicho: (lee la lista de auto juicios). Todas estas palabras me han dañado profundamente y me paralizan para: (describe qué te impiden hacer, o qué entorpecen en tu vida). Hoy libero estos pensamientos, te pido, juez interno, que me veas con amor y que me permitas caminar más ligero, si ya no tengo tan constantes estos pensamientos tan negativos, y dale las gracias. Gracias, gracias, gracias.
Este ejercicio te hará darte cuenta de manera tangible de cómo está conformado tu sistema de creencias y cómo funciona, pero liberarte de tus pensamientos auto-saboteadores, llevará más que este esfuerzo, porque ¿cuánto tiempo llevas repitiéndote estas cosas?
Que después de asimilar el ejercicio, las palabras que rijan tu interior sean un abrazo amoroso y reconfortante que vaya sanando poco a poco tu interior y comprendas el poder de sanación de tus palabras, ya que cada vez que hablas te escucha el universo entero.