Lidia Zarrazaga Primera parte (Crónicas sin censura 20)

Réplica y Contrarréplica
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La política en Puebla estaba tensa. El gobierno de Mariano Piña Olaya no quería saber nada de propuestas sociales. La burocracia dorada solo deseaba satisfacer el ego del jefe del Ejecutivo. Y de acuerdo con las instrucciones de su asesor, los operadores contratados por éste, pretendieron minimizar e incluso perseguir a los críticos de la frivolidad Piñaolayista, entre los cuales obviamente destacaban los miembros de la corriente crítica poblana.

En ese momento, Lidia Zarrazaga Molina pidió apoyo a Luis Donaldo Colosio Murrrieta a la sazón Presidente del CEN del PRI. Intentaba proteger a sus compañeros de lucha, quienes por su honestidad política se habían ganado la inquina del gobernador y el odio irracional de los corifeos de la corte Albertiana. Asimismo, buscaba provocar cambios que de alguna manera beneficiaran a la sociedad y pusieran coto a la prepotencia y al latrocinio gubernamental.

    Su petición fue atendida por su amigo Luis Donaldo quien –según palabras que la propia Lidia me confió (las repito de memoria) - le prometió lo siguiente:

    “-Cuenta con mi apoyo Lidia. Te lo voy a demostrar no asistiendo a los actos que se realizan en Puebla. Aunque veas que estoy agendado, a última hora voy a cancelar. Así demostraré el repudio del Partido al gobernador Piña Olaya.

    En efecto, Luis Donaldo cumplió su promesa: cuantas veces lo anunciaron siempre canceló a última hora.

    Meses después ocurrió otro hecho importante en la vida política de Lidia Zarrazaga cuando recibió en su hogar una sorpresiva llamada telefónica:

    “–Lidia habla Manuel Bartlett, me interesa conversar con usted. Si me lo permite mañana le envío un vehículo para que se traslade al Distrito Federal. Le invito un café. Hay un asunto del cual tenemos que platicar.

    Con esa invitación comenzó un respetuoso trato entre el actual gobernador y la recientemente fallecida diputada federal (en un accidente automovilístico).

Fue el preámbulo de varias conversaciones posteriores. La primera de ellas realizada en el edificio de la Secretaría de Educación Pública, a donde Lidia llegó como parte de la controvertida corriente crítica del PRI.

    El entonces secretario de la SEP quiso confiar en Lidia probablemente motivado por las convicciones ideológicas y la profunda vocación social que colocaron a la dama a la vanguardia del priismo. Don Manuel quien había sido prematuramente mencionado como sucesor de Piña Olaya comentó lo siguiente (también lo repito de memoria):

    “–Mire Lidia: por el momento no aspiro a la gubernatura de Puebla. Deseo cumplir el importante encargo presidencial. Tengo la enorme responsabilidad de poner a funcionar la reforma educativa.

    Meses más tarde cuando el panorama político nacional dio el vuelco que produjo cambios en el gabinete salinista, el hoy gobernador volvió a reunirse con Lidia, quería hacerla partícipe de su deseo de postularse como candidato y al mismo tiempo manifestarle su interés en lograr la aquiescencia de los poblanos que, como ella, desean el desarrollo social de su estado.

    Una vez decidido el futuro sexenal de la entidad, Lidia no escapó de grillas mediocres que bloquearon a quienes tomaban las decisiones políticas. Perdió así la postulación para diputada local, pero no se dejó amilanar porque entendió que la actitud en su contra partía de la mala información que sobre Puebla tenían los recién llegados. De ahí que se pusiera a trabajar para y por su partido sin ver atrás, lo que a final de cuentas no solo la acercó a la diputación federal que por azares del destino acaba de abandonar, sino que atrajo el respeto de sus compañeros y, en especial, del coordinador Jaime Aguilar Álvarez.

    Su vocación social y convicción ideológica le ganaron la respetabilidad de las diferentes facciones parlamentarias del Congreso de la Unión. Pero también producen temores entre sus pares que por abyectos no se atreven a disentir.

26/VI/1995.

Alejandro C. Manjarrez