El que no se atreve a ser
inteligente, se hace político.
Enrique Jardiel Poncela
El general Miguel Ángel Godínez, jefe del Estado Mayor de José López Portillo, argumentó ante el Presidente: “Quiero tener el honor de concluir mi gestión junto con su gobierno”. Su jefe le había propuesto la gubernatura de Puebla.
Aquella venturosa circunstancia animó al gobernador Alfredo Toxqui a pedir a su amigo, el profesor Enrique Olivares Santana, secretario de Gobernación, que apoyara la postulación de Marco Antonio Rojas Flores, ahijado político del primero. El proyecto marchó bien hasta que se enteró Gustavo Carvajal Moreno, presidente del CEN del PRI. Y más pronto que rápido llamó a dos diputados federales informándoles que tendrían que ayudarle para que Guillermo Jiménez Morales, su compañero y amigo, fuera el sucesor de Alfredo Toxqui.
Los legisladores convocados y el líder del PRI acudieron al despacho de Bucareli con la intención de hablar con su titular, el profesor Olivares Santana. La conversación que repito de memoria se llevó a cabo en los términos que uno de los presentes me comentó:
—Señor Secretario —dijo Carvajal—, me acompañan los diputados Alfonso Zegbe Sanen y Victoriano Álvarez García. Queríamos informarle que tanto en Puebla como en el PRI existe preocupación por la posibilidad de que el licenciado Rojas, secretario de Finanzas del doctor Toxqui, sea el candidato a gobernador.
—Rojas es un buen político y administrador con una excelente carrera en Puebla —atajó Olivares con la intención de evadir cualquier reproche—. Es un asunto concluido, estimado Presidente. Está decidido: el candidato será Rojas.
Se hizo un pesado silencio. Las miradas de los dos diputados y el líder priista se cruzaron. Zegbe y Álvarez exigiéndole con gestos a su amigo Gustavo que fuera más enjundioso en su exposición. Pero éste no dijo nada. En ese momento Victoriano alzó la voz y lanzó la amenaza que en aquellos días equivalía a un pecado político capital:
— Si queda Rojas, los diputados federales de Puebla denunciaremos al gobernador porque su gobierno ha sido el más corrupto en la historia de mi estado —mintió Victoriano.
—Además publicaremos todos los actos de corrupción del gobierno de Puebla —secundó Alfonso en el mismo tono.
Olivares Santana peló los ojos asustado pero todavía tranquilo. Quizá esperaba semejante reacción debido a que el propio Toxqui, su amigo y cómplice político, lo había preparado. Carvajal percibió que ya estaba hecho el tamal. Se armó de valor y mostrándose amenazante terció tartamudeando:
—No sólo la diputación federal poblana, señor Secretario, todos los legisladores del PRI se adicionarán a la denuncia.
A Olivares Santana se le hicieron bolas las tripas por el alebreste de los políticos que supuestamente él controlaba. Los vio tan decididos que pidió unos minutos para consultarlo con el presidente López Portillo. Se metió en un pequeño privado desde el cual supuestamente hizo la llamada por el “teléfono rojo”. Cinco minutos después reapareció ante el trío de rebeldes a quienes se les notaba la preocupación en sus rostros sudorosos, expectantes.
—Está bien diputados, Gustavo. He recibido indicaciones para que se lleve a cabo una consulta entre los priistas poblanos. Con este método ellos serán los que decidan quién es el candidato, si Marco Antonio Rojas o Guillermo Jiménez Morales. Sólo les pido que este ejercicio democrático sea limpio, sin manipulaciones o sesgos políticos…
Ahí acabó la reunión. Se acató la orden del Secretario y se hizo la consulta entre los sectores del PRI previamente “sensibilizados” para que su voto corporativo fuese a favor del entonces diputado federal Guillermo Jiménez Morales. En la reunión que organizó la dirigencia estatal y el delegado general para escuchar a los dirigentes sectoriales, surgió una voz disidente, la de Blas Chumacero Sánchez, líder obrero. Cuando le tocó el turno, el temido y respetado don Blas respondió enérgico con las siguientes palabras que acompañó con un vigoroso manoteo:
— ¡Que quede constancia: el candidato de la CTM es el licenciado Marco Antonio Rojas Flores! —Enseguida remachó con un tono de voz un poco más amigable—: No obstante, por disciplina institucional, el sector obrero que represento se adiciona a la instrucción del CEN del PRI que, supongo, responde a las indicaciones del señor presidente López Portillo.
Alfredo Toxqui fue derrotado y tanto él como Marco Antonio Rojas apechugaron la decisión que una vez tomada tuvo que disfrazarse de consulta democrática.
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*Fragmento de mi libro: La Puebla variopinta, conspiración del poder