Justicia Social, anhelo de México (Capítulo octavo)

Réplica y Contrarréplica
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MICHOACÁN CONTRA VICTORIANO HUERTA

El señor don Venustiano Carranza fue tildado varias veces de servidor de Porfirio Díaz por haber sido en el porfiriato, senador por el estado de Coahuila, y bien sabido es que entonces, estos cargos no llegaban a desempeñarse sólo por los amigos del general Díaz. Entre otros varios, don Ricardo García Granados, seguramente dolido por el fusilamiento de su hermano Alberto, ministro del gabinete de Victoriano Huerta, escribió una refutación al artículo que en elogio del Varón de Cuatro Ciénegas, escribiera el licenciado Miguel Alessio Robles, titulado La hora de la justicia, refutación que García Granados publicó a sus vez bajo el título de Lo que fue don Venustiano Carranza, del que extracto los siguientes párrafos

...la verdad histórica es que Carranza fue un hombre a quién segaba la ambición, sin principios y carente de sentido moral... Durante más de veinte años, los primeros de su vida política, fue partidario incondicional de la dictadura de Porfirio Díaz, no se expuso nunca a sufrir perjuicios por defender los derechos del pueblo como lo hicieron especialmente los perseguidos del año 1893, aprobando por lo contrario como senador, todos los procedimientos, a veces atentatorios, del gobierno. Siguió en esa actitud hasta que, por haber caído en desgracia su protector el general Reyes, el general Díaz le retiró su confianza... Su actitud frente al nuevo régimen fue por lo menos sospechosa, pues se asegura con fundamento que estaba conspirando contra Madero, cuando le madrugaron los autores del cuartelazo de 1913...

Muy claro se ve el resentimiento explicable de García Granados contra el señor Carranza por el fusilamiento de su hermano Alberto, y en casos como éste, la pasión o la mala fe hacen lanzar acusaciones sin fundamento. Por lo que se refiere a la actuación del señor Carranza, como senador por Coahuila, durante el porfiriato, no puede juzgarse, sin caer en grave error, como la de un servidor de Porfirio Díaz. Calificar a los hombres sin atender a sus antecedentes y a las circunstancias de su medio y de su tiempo, es propio de cretinos o malvados, que con su ínfimo nivel intelectual creen hacer historia con sus necias afirmaciones y sólo consiguen hacer el ridículo.

Yo afirmo con pruebas fehacientes, que el señor don Venustiano Carranza se impuso al dictador por sus antecedentes de liberal de buena cepa. El señor su padre don Jesús, en los días más críticos para la noble causa juarista, militó a las órdenes del Benemérito, proporcionándole elementos pecuniarios y hombres armados enseñando así a sus hijos el camino del patriotismo y de la libertad.

Don Venustiano posteriormente, nuestro gran Primer Jefe, a la edad de 28 años, era electo presidente municipal de su pueblo natal y cuando en aquel año de 1887, el gobernador de Coahuila, coronel José María Garza Galán pretendió que las autoridades municipales rindieran un informe ensalzando la actuación del mal gobernante, el señor Carranza, lejos de plegarse a la consigna, prefirió renunciar a su puesto.

Cuando Garza Galán, en el año de 1893, pretendió reelegirse como gobernador de Coahuila, don Venustiano, en unión de don Emilio y don Sebastián, con decisión y con valor probado, organizaron un movimiento de protesta, derrotando en diversos lugares a las fuerzas del estado. El general Díaz, en esos años atento a atraer a su lado a elementos que mostraran valor y fuerza de convicciones, comisionó al general Bernardo Reyes para que pasara a Coahuila con objeto de solucionar ese conflicto y de tal intervención resultó que la candidatura de Garza Galán fuera retirada y don Venustiano Carranza ganara el aprecio personal del general Reyes y, fuera electo nuevamente presidente municipal de Cuatro Ciénegas para el período de 1894 a 1898.

Característica del general Porfirio Díaz fue la sagacidad con que en aquéllos años tuvo empeño en no oponerse a que obtuvieran puestos de elección popular, hombres que dieran muestras de energía, de valor y de inquebrantable firmeza de convicciones liberales. Esa fue la causa para que el señor don Venustiano Carranza, que había conquistado la simpatía y el cariño de su pueblo, pudiera ser realmente electo senador suplente y posteriormente propietario por el estado de Coahuila y en ese puesto de verdadera elección fuera servidor de Coahuila no servidor de Porfirio Díaz.

El señor licenciado don Luis Cabrera escribió alguna vez las frases que tomo de la conferencia sustentada por el señor teniente coronel Ignacio Suárez, el 12 de diciembre de 1959, en la Academia Nacional de Historia y Geografía. Las frases del licenciado Cabrera son las siguientes:

 

Cuando se habla de don Venustiano Carranza como senador porfirista, debe tomarse en cuenta que pasó inadvertido en el puesto; que jamás aprovechó su cargo para enriquecerse o para crearse una personalidad política; que no formó parte de ninguno de los grupos que adulaban al general Díaz y se desvivían por servirle a Limantour; que no se ostentó jamás como porfirista incondicional y que por lo consiguiente no puede considerarse como factor de la dictadura...

Seria y juiciosa la opinión del señor licenciado Cabrera, pero en mi concepto es más de tomar en cuenta la actitud valiente y enérgica del señor Carranza que le permitió llegar a ese puesto.

El escritor Coahuilense José de la Luz Valdez dice:

La vida de Carranza en este aspecto, es muy semejante a la de don Benito Juárez; a la de don Melchor Ocampo, a la de don Juan Álvarez y a la de otros distinguidos liberales que sirvieron en los tiempos de Santa Ana. Formaron una brillante legión de reformadores y nadie los ha llamado santanistas ni les ha podido negar sus grandes méritos y su desinteresado patriotismo.

Y es por tanto conclusión lógica asegurar, que si don Venustiano Carranza no puede ser considerado servidor de Porfirio Díaz a pesar de haber figurado como senador durante algunos años en el régimen de aquel dictador; sí el Benemérito don Benito Juárez, como don Melchor Ocampo y don Juan Álvarez, no pueden ser llamados servidores de su Alteza Serenísima, a pesar de haber servido a su gobierno, menos aún podemos ser llamados servidores de Victoriano Huerta quienes con el gran revolucionario y eminente liberal doctor Miguel Silva González, gobernador de Michoacán, sólo permanecimos hasta el 10 de junio de 1913 en servicio de nuestro estado incorporándonos luego a las fuerzas revolucionarias; y tan cretino y tan malvado será quién así nos califique, como quienes tachan a nuestro Primer Jefe de Porfirista o a Juárez, u Ocampo y al general Juan Álvarez como santanistas.

Y es que queda incrustado en el rudimentario cerebro de estos pobres críticos el complejo de que los gobernadores eran designados únicamente por el dictador y para su manera de pensar no pudo existir gobernante alguno que fuera otra cosa que servidor de quien lo había designado. En su rudeza o en su mala fe, no pueden entender que al triunfo, muy relativo, de la revolución de 1910, hubo gobernantes, como el doctor Silva de Michoacán, electos por una verdadera aclamación en la cual la oposición clerical y reaccionaria se vio reducida a hacer el ridículo.

Para juzgar con serenidad y con inteligencia a un hombre público, es preciso ante todo conocerlo a fondo en sus niveles intelectual y, moral, así como en la firmeza de sus convicciones políticas y por ello creo indispensable principiar este estudio, dando a conocer, aun cuando sólo sea a grandes rasgos, quién fue el doctor Miguel Silva González.

Es opinión muy generalizada la de que un médico que se dedica a la política es por lo regular, un fracasado en su profesión. Pero en el caso del doctor Silva González, fue la política la que arrebató a la ciencia médica, un profesional notable por su competencia, por su abnegada entrega a la atención de sus enfermos y sobre todo, por la forma generosa con la que atendía gratuitamente a los necesitados.

Hijo y nieto de gobernadores de pura cepa liberal, atendió al apremio de los elementos izquierdistas michoacanos admitiendo su postulación para gobernador en las elecciones constitucionales de 1911, contra la candidatura clerical de don Primitivo Ortiz, sostenida por el Partido Católico. Triunfante por gran mayoría, asumió el poder el 16 de septiembre de 1912, con gran satisfacción del pueblo michoacano y de su gran amigo el señor presidente Francisco I. Madero.

Mi inteligente y culto compañero constituyente Profesor Jesús Romero Flores, en su Diccionario Michoacano de Historia y Geografía (edición del Gobierno del Estado. Morelia 1960), proporciona los siguientes datos para la biografía de este ilustre michoacano:

Nació en Morelia el año de 1857; fue su padre el señor doctor Miguel Silva Macías, liberal radical que fue también gobernador de Michoacán y que se distinguió por sus enérgicas medidas contra los elementos reaccionarios. Su madre fue la señora María González Gutiérrez, literata y poetisa, hija igualmente de un gobernador de Michoacán, el señor doctor don Juan Manuel González Urueña, fundador de la escuela de medicina de Morelia, inaugurada el 1o. de mayo de 1830 y también de francas ideas de izquierda en su tiempo, que le valieron ser desterrado de Morelia por la dictadura santanista el año de 1854, muriendo en Celaya el 15 de noviembre de dicho año.

El señor profesor Romero Flores agrega: "... Ha sido el señor doctor Silva González, una de las inteligencias más claras que ha producido Michoacán: Sabio médico, gran patriota y filántropo sin tacha..."

Iniciaba apenas su gobierno en el cual permaneció durante el lapso corrido del 16 de septiembre de 1912 hasta el 10 de junio de 1913 en que, descubierto su proyectado movimiento contra el usurpador Victoriano Huerta, se vio precisado a huir.

Después, desterrado en la Habana, por el gobierno carrancista a causa de su actuación como médico militar al lado del general Francisco Villa, murió pobre y olvidado de muchos de sus antiguos amigos. El 20 de agosto de 1916. De su actuación política me ocuparé en seguida proporcionando amplios informes y documentación original relativa a su actitud anti–huertista.

El señor don Salvador González Herrejón, michoacano distinguido y culto, dijo durante el Congreso Médico Nacional, reunido en Morelia del 4 al 11 de diciembre de 1932, refiriéndose al doctor Silva, lo siguiente:

 

...el más distinguido médico general michoacano, de la generación anterior a la actual, fue sin duda alguna el doctor Miguel Silva González ...Las personas que lo conocieron y lo trataron, conservan una gratísima memoria de este ilustre facultativo... y añade más adelante ...El innegable talento del doctor Silva, bello y amable carácter, sus dotes de hombre de sociedad y de gran conversador, hizo que su clientela no tardara en ir en aumento creciente hasta llegar a ser el médico predilecto de la capital de Michoacán... a su regreso del viejo continente, en 1895, tornó a Morelia que volvió a acogerlo con entusiasmo que nunca más decreció, sino antes bien, se transformó en confianza ilimitada, en cariño y aun veneración, no sólo en Morelia misma sino en todo Michoacán y hasta en lugares limítrofes ... En 1905 hizo otro viaje a Europa para renovar su bagaje profesional... Daba principio su trabajo a las 9 o 10 de la mañana, para terminar agobiado a la media noche. Prestaba sus servicios a pobres y ricos gratuitos casi siempre a los primeros y no pocas veces acompañados de una ayuda monetaria a los segundos... Rodeado de una aureola de prestigio y popularizado mas allá de las fronteras de Michoacán, lo sorprendieron los acontecimientos políticos de 1910...

Uno de sus más íntimos colaboradores, compañero de profesión y diputado en su Legislatura, el general médico cirujano Alberto Oviedo Mota, dice en su opúsculo titulado: Michoacanos Ilustres (Morelia 1952):

...Ante todo el doctor Silva fue una figura prócer en toda la acepción del vocablo. Su amplia cultura social y científica; su exquisita educación afinada en París en donde estuvo en varias ocasiones y en donde conoció y se hizo amigo de don Francisco I. Madero, al estudiar ambos en la Sorbona ; sus nobles y elevados sentimientos y su gran competencia profesional, hicieron de él la figura michoacana más destacada de su época... Hubo entre el señor Madero y el doctor Silva grandes afinidades: la cultura parisiense de ambos, sus ideales democráticos, sus hábitos de honorabilidad y hasta su porte, ya que uno y otro usaban la barba al estilo francés, a la Boulanger, ambos podían calificarse de idealistas románticos, si bien el doctor era positivista y el señor Madero espiritualista...

...Se estableció desde luego entre ellos una franca amistad, que consolidó los lazos de partido y la similitud de tendencias políticas.

Cuantas veces he pensado: si no hubieran sido ambos tan románticamente idealistas; si hubieran tenido la experiencia política y la recia personalidad de don Venustiano Carranza; ni Madero hubiera sido víctima del chacal, ni el doctor Silva hubiera fracasado en la jefatura de su movimiento contra Victoriano Huerta. Pero la vida reserva el triunfo a los fuertes, a los hombres con eterna desconfianza de los hombres y no a los románticos idealistas que confían en todos.

En los primeros meses del año de 1911, el porfiriato iniciaba los preparativos de la farsa reeleccionista de su caudillo y al mismo tiempo en Michoacán, el elemento oficial trataba de organizar el sainete de una nueva reelección de don Aristeo Mercado como gobernador, puesto que había venido desempeñando por mandato del dictador durante cerca de 20 años.

Intempestivamente llegó de México la orden porfiriana para que la legislatura local reformara la Constitución del estado, estableciendo la No Reelección entre sus preceptos. Medida de pánico ante el avance de la revolución maderista, que podría haber sido de algún buen efecto cuatro años antes. La legislatura local porfirista obedeció la orden y la reforma quedó aprobada sembrando el desconcierto entre el elemento oficial que no soñaba en que fuera posible semejante golpe.

En tales circunstancias, los elementos liberales michoacanos, pensamos llegado el momento de llevar al gobierno de nuestra entidad a un liberal de firmes convicciones que reuniera talento, popularidad y honradez, este pensamiento hizo nacer el silvismo. El lunes 10 de abril de 1911, todavía en pleno reinado porfirista, se reunían en Morelia, en la casa de don Manuel García Gómez, un grupo numeroso de liberales encabezados por el señor licenciado Pascual Ortiz, padre del señor ingeniero general Pascual Ortiz Rubio; el licenciado José Ortiz Rodríguez y los doctores Alberto Oviedo Mota y Simón W. García entre otros.

Todo el grupo, más de treinta personas, se trasladó a la casa del señor doctor Miguel Silva González, proclamado en la reunión como el liberal más prominente del estado, para comunicarle la intención de lanzar su candidatura al gobierno de Michoacán, candidatura que el doctor aceptó a condición de que fuera ésta apoyada por el pueblo. Dijo entonces nuestro candidato estas palabras que adoptamos como lema de nuestro trabajo: ...Un gobierno emanado del pueblo, es el único que sin ligas ni compromisos personales puede garantizar los derechos de todos...

La recia personalidad, la gran simpatía, la indiscutible popularidad de nuestro candidato quedó demostrada con el hecho de que, elementos de todos los grupos sociales michoacanos, sin distinción de ideas vieron con agrado esa postulación y se adhirieron a ella. Sólo los elementos fanáticos, al fundarse posteriormente el Partido Católico Nacional, se fueron como era natural con la candidatura reaccionaria de don Primitivo Ortiz que trató de enfrentarse a la del doctor Silva.

Al mismo tiempo, el movimiento armado de apoyo a la revolución maderista, cundía ya en Michoacán. Ese movimiento se caracterizó por la espontaneidad con la que fue secundado por el pueblo, pues aun cuando la ausencia casi completa de tropas federales y la desorganización e inutilidad de las del estado, no dieron lugar a combates de importancia, varios grupos que reconocían como jefe a don Salvador Escalante a quién proclamaron general, recorrieron varios distritos michoacanos en son de triunfo.

En el Magazine dominical de El Universal de la capital de la República, correspondiente al domingo 9 de junio de 1940, el entonces coronel de caballería Jesús Millán Nava, en uno de sus muy interesantes pasajes de la Revolución Mexicana, dice a este respecto lo siguiente:

 

...La Revolución maderista en Michoacán, fue un movimiento romántico y espectacular... Lo inició Escalante y tuvo en Santa Clara sus primeras manifestaciones, fortaleciéndose después en Pátzcuaro y siendo secundado por grupos de jóvenes entusiastas, antiguos reservistas en su mayoría, ávidos de aventuras de ese género, para quienes aquella agitación social representaba la válvula de escape de sus arrebatos bélicos. Más entusiasta quizá resultaba entonces la actitud de los estudiantes del colegio Primitivo y Nacional de San Nicolás de Hidalgo... Se limitaron en aquella época a la organización de calurosas manifestaciones y movidas protestas de orden esencialmente político... No tuvo este movimiento una organización propiamente dicha... La novedad revolucionaria presentóse en Michoacán con platónicos caracteres; ni horrores ni sangre. Las huestes de Escalante que por su proximidad alarmaron un poco a la capital, se preparaba apenas para la lucha e iniciaban sus actividades militares, cuando se pactó el armisticio y celebraron los tratados de Ciudad Juárez... Los rebeldes salieron de sus fortificaciones y se pasearon sin combatir por todo el territorio del estado, entrando a Morelia en perfecto orden el 18 de mayo de 1911. Una revolución así... es un encanto, el régimen maderista se estableció sin conmociones; el doctor Miguel Silva, proclamado por la fracción triunfante asumió el poder ejecutivo local con el beneplácito general de las multitudes al abandonarlo el anciano gobernante don Aristeo Mercado; y el pueblo en su ingenuidad creyó entonces que los movimientos emancipadores se reducen a simples cabalgatas armadas, caracterizadas por el texano y las polainas.

En este artículo, el compañero Millán Nava, pinta con claridad y con su elegante y pulcro estilo la realidad de los acontecimientos que precedieron a la entrada en la lucha política de nuestro jefe el doctor Miguel Silva González. Esa relación verídica y clara, explica también la razón para que muchos de nosotros, en el movimiento maderista, hayamos seguido únicamente el camino de las manifestaciones de carácter político ya que sinceramente, no hubo necesidad de movimiento armado alguno en Michoacán para acabar con el porfirismo, hasta donde lo permitieron los tratados de Ciudad Juárez.

Fue el doctor Silva González, además del sabio médico y gran filántropo de amplia cultura y fina educación, un hombre de carácter decidido, de valor personal y de enérgica acción, cuando las circunstancias así lo exigían. Gracias a esta su energía, el porfirismo fue liquidado en Michoacán, el 14 de mayo de 1911, antes de que se firmaran los funestos tratados de Ciudad Juárez, sancionados el 21 de aquel mes y antes también de la renuncia de Porfirio Díaz a la presidencia de la República, que fue presentada a la Cámara hasta el 25.

Creo pertinente relatar en concreto como ocurrieron los acontecimientos: El 14 de mayo de 1911, Jesús Ortega Castrejón elemento maderista que trabajó con gran acierto en la propaganda revolucionaria en Michoacán, organizó en Morelia una gran manifestación popular nocturna que recorrió las principales calles de nuestra capital, lanzando mueras a Porfirio Díaz y al gobernador Aristeo Mercado.

Como todas las manifestaciones de ese carácter y gracias al entusiasmo popular que existía por la Revolución, dio lugar a que se desbordara la indignación contra el gobernante porfirista y contra los elementos de la policía, instrumentos inconscientes muchas veces de las arbitrariedades dictatoriales. El pueblo desarmó a los gendarmes de vigilancia nocturna, rompiendo sus linternas y destrozando a pedradas los cristales de la oficina de correos.

Tan pronto como el prefecto porfirista del distrito de Morelia don Lauro Guzmán, adicto incondicional de la dictadura y diestro en la ejecución de medidas de represión salvaje contra el pueblo inerme, tuvo conocimiento de lo que ocurría, ordenó la salida de un pelotón de policía montada con órdenes de disparar sus armas contra los manifestantes, si no lograban disolver esos grupos. El pueblo recibió a pedradas a los montados y estos, siguiendo las órdenes de su jefe dispararon contra los manifestantes, matando a dos de ellos y dejando heridos a quince o veinte.

El coronel López, jefe directo de la policía montada, con mejor criterio, se presentó luego ordenando se suspendiera el fuego y que los policías se retiraran a regular distancia. Pero los disparos habían enardecido a la multitud que siguió recorriendo todas las calles principales con la inevitable rotura de cristales, el mal trato a los gendarmes que quedaban aún de vigilancia, a quienes desarmó resultando algunos de ellos heridos levemente.

Como he dicho antes, la postulación del doctor Silva para gobernador constitucional había nacido el día 10 de abril de 1911 y para el día de los hechos que relato, el partido silvista contaba ya con inmensa popularidad en todo el estado y especialmente en Morelia en donde el doctor Silva era visto no sólo con cariño sino con gran respeto.

En tales circunstancias un grupo numeroso de silvistas distinguidos salió a intervenir en estos hechos, con temor de que se repitiera la matanza, presentándose ante el prefecto Lauro Guzmán para reprocharle con energía el que hubiese dado órdenes de disparar contra el pueblo. El prefecto y sus montados, ante esta actitud, decidieron regresar a su cuartel, quedando la ciudad a merced de los grupos populares exaltados.

Volvieron los silvistas para intervenir esta vez ante el pueblo y calmarlo, ofreciéndole que al día siguiente el doctor Silva en persona y con el respaldo de todo su partido exigiría al gobierno del estado la destitución del prefecto y el castigo de los agresores.

El anciano gobernante porfirista don Aristeo Mercado, temeroso de la ira popular, se disfrazó y huyó esa misma noche rumbo a la estación ferrocarrilera de Atapaneo, cerca de Morelia, en la cual al día siguiente tomaría el tren rumbo a México para dar cuenta de lo ocurrido.

Antes de huir don Aristeo que cerca de veinte años se había eternizado como gobernador porfirista de Michoacán, dejó en la legislatura su solicitud de licencia por cuatro meses. Posiblemente creyó que si fracasaba la revolución podría regresar al puesto. El Congreso local se apresuró a otorgar la licencia nombrando como interino al secretario de gobernación, licenciado Luis B. Valdez.

Ese día, cuando el señor doctor Silva acompañado de un grupo de sus partidarios se presentó como lo había ofrecido al pueblo para exigir justicia contra los asesinos, se encontró con la noticia de la huida del gobernador y el nombramiento de Valdez como sustituto. Silva exigió la inmediata destitución del prefecto Guzmán. Con el ejemplo de lo sucedido la noche anterior y el estado de angustia que se había apoderado de todo el elemento porfirista, el licenciado Valdez se apresuró a complacer las peticiones de nuestro candidato; y no sólo esto: también le ofreció dejar inmediatamente el gobierno para que él fuera designado en su lugar.

El 15 de mayo de 1911, antes como he dicho de los Tratados de Ciudad Juárez y de la renuncia del general Díaz, se desmoronó en Michoacán el porfirismo por medio de una manifestación popular que no contaba con más armas que unas cuantas piedras; tras la pérdida de dos vidas ocasionada por los montados de la gendarmería, algunos heridos, vidrios y linternas rotas, logró el doctor Silva con su valor civil, su recia personalidad y el respaldo de su partido, que pudieran los elementos armados del maderismo hacer la entrada triunfal en nuestra capital sin dificultad alguna. Es que Miguel Silva frente a sus partidarios, era la representación genuina del pueblo michoacano y así lo comprendieron tanto el licenciado Valdez, gobernador provisional como los miembros de la legislatura.

El 18 de mayo de 1911, reunidas las diversas columnas que habían reconocido a Salvador Escalante, sub–prefecto de Santa Clara del Cobre, como jefe del movimiento, entraban en Morelia sin oposición alguna. Escalante conocedor igualmente de la fuerza política y de la simpatía que el doctor Silva tenía en Michoacán, lejos de aprovechar la ocasión que le brindaba la fortuna para apoderarse del gobierno del estado, se sometió de buen grado, reconociendo al doctor como gobernador interino cuando la legislatura hizo esta designación, firmando con todos sus jefes subalternos el acta de adhesión al partido silvista. Nuestro candidato aceptó esta designación porque así se lograba la transición del régimen dictatorial al nuevo gobierno sin perturbaciones y sin derramamiento de sangre.

Un nuevo episodio, ocurrido durante los primeros días de la propaganda electoral, confirma mi aserto relativo a la poderosa influencia que por sus cualidades tenía en la opinión pública nuestro candidato, que ejercía el cargo de gobernador provisional a la entrada de las fuerzas maderistas. He dicho también cómo su candidatura para gobernador constitucional durante el período que debería durar de septiembre de 1912 a agosto de 1916, fue lanzada por el partido silvista desde el 10 de abril de 1911, y cómo desde aquel día se fundaron centros de propaganda en todo el estado para sostener las candidaturas de los señores Madero y Vázquez Gómez, junto con la de nuestro gobernante.

Esto acontecía, meses antes de que surgiera la propaganda reaccionaria –clerical con el nombre de Partido Católico Nacional. En su carácter de gobernador provisional maderista, el doctor Miguel Silva decidió hacer un viaje a la capital de la República a fines de agosto de 1911, para visitar a su viejo y dilecto amigo don Francisco I. Madero, quien lo recibió como uno de los hombres del maderismo. Al regresar pocos días después a Morelia, fue objeto de una muy calurosa recepción popular como no se había presenciado antes.

La multitud llenaba la estación ferrocarrilera y las calles adyacentes; el entusiasmo era desbordante con atronadoras vivas al candidato que todos querían abrazar. Organizada la multitud al cabo de una hora, pudo hacerse el recorrido hasta la casa del doctor ubicada en la antigua calzada de Guadalupe al extremo opuesto de la ciudad. A esa calzada, dicho sea de paso, en el año de 1916, cuando actuaba yo como presidente municipal de Morelia, puse el nombre de Calzada Miguel Silva como homenaje a nuestro ilustre gobernante, ya muerto en el destierro.

El Partido Católico Nacional, fundado en esos días, designó como jefe en Michoacán, al señor licenciado don Francisco Elguero, hombre de carácter irascible en grado sumo, ególatra en extremo y fanático hasta la exageración; creyó que su sola presencia bastaría para desbaratar el Partido Silvista, pues no podía concebir que alguien se opusiera en Michoacán a la propaganda que él iba a efectuar en favor del reaccionario licenciado Primitivo Ortiz, para enfrentarlo a la candidatura del doctor Silva.

Con estos antecedentes, podemos darnos cuenta de la irónica sonrisa de desprecio con la que esperaba en el balcón de su aristocrática mansión, el paso de la multitud que acompañaba al doctor Silva y debería pasar precisamente frente a esa casa. En lugar de los aplausos que Elguero esperaba, los manifestantes que conocían bien las tendencias del líder clerical, principiaron a dirigirle satíricas burletas y tronante abucheo que lo pusieron negro de rabia. No esperó más el señor licenciado Elguero y entrando rápidamente a su alcoba salió de nuevo empuñando una pistola que ante las burlas de los manifestantes, disparó contra el pueblo. La no muy católica y nada política ni prudente actitud del viejo reaccionario, enardeció al pueblo que contestó con pedradas esta tonta agresión. Dos de los familiares del licenciado Elguero, hicieron otro tanto, disparando sus armas desde los balcones, contra el pueblo. La multitud, enardecida por este inexplicable atentando, atacó la casa de Elguero, rompiendo las persianas y los cristales de las ventanas y trataban ya de forzar el zaguán lo que hubiera indudablemente resultado una verdadera tragedia.

El doctor Silva gobernador provisional, se encontraba ya en su domicilio acompañado de varios amigos, festejando su regreso, cuando le fue anunciada la presencia del señor canónigo Venegas quien venía a suplicarle interviniera en aquellos momentos para salvar a Elguero y a sus familiares de la ira populares. El doctor en persona se trasladó inmediatamente al teatro de los hechos acompañado de unos veinte amigos. La presencia del doctor Silva calmó inmediatamente los ánimos, ofreciéndoles que se haría una exhaustiva averiguación y completa justicia castigando al culpable cualquiera que fuese.

La multitud pedía a gritos la aprehensión del licenciado Elguero. La noticia de este atentado contra el pueblo fue cundiendo, toda la noche grupos populares rondaban la casa en actitud hostil y en las primeras horas de la mañana del día siguiente era ya una importante multitud la que rondaba la casa pidiendo justicia.

Un grupo de rurales de la federación, al mando del entonces cabo Francisco Cárdenas, posteriormente asesino del señor Madero, se presentó preparando armas frente al pueblo.

El señor ingeniero Pascual Ortiz Rubio, uno de los líderes más populares y más prestigiados del silvismo, se enfrentó a Cárdenas logrando con su viril y enérgica actitud que el rural retirara la orden de excitar al pueblo a la preparación de armas.

El señor gobernador interino doctor Silva, había ya consignado los hechos a la autoridad judicial que dictó desde luego la orden de aprehensión contra el licenciado Elguero, pero éste, seguramente informado a tiempo, huyó brincando azoteas en forma ridícula, para salir por una de las casas contiguas. La multitud encabezada por el general de división ingeniero Pascual Ortiz Rubio, marchó violentamente a la estación ferrocarrilera suponiendo encontrar en ella a El güero pero éste no se encontraba ya en aquel lugar. Las autoridades judiciales giraron exhorto telegráfico a las de Acámbaro Guanajuato, esperando pudiera ser capturado en aquella estación, lo cual tampoco se logró. No cabe duda de que el señor licenciado Francisco Elguero era un hombre respetable por su edad, por su cultura y por su honorabilidad, pero su carácter altanero y ególatra lo orillaron a salir de Michoacán en forma degradante para su persona y para la representación del Partido Católico que ostentaba. No pudo Elguero regresar a Morelia sino después de algunos años, al resultar electo diputado, que como todos los del Partido Católico, se mostró incondicional de Victoriano Huerta de quien recibió el cargo de director del Timbre.

Podemos juzgar, por el relato de estos dos incidentes, que el señor doctor Silva unía a sus cualidades de sabio médico, filántropo ejemplar y patriota intachable de inquebrantables convicciones liberales, energía de carácter y valor civil indiscutibles.

No fue de los políticos que escurren el bulto en las situaciones de peligro, ni rehuía enfrentarse con los gobernantes porfiristas en la defensa del pueblo, tampoco dejaba de presentarse en medio de manifestaciones tumultuosas para aconsejarles cordura y prudencia en sus justificadas exaltaciones, siendo en toda ocasión atendido con respeto porque podían estar seguros de que él se encargaría de que se les hiciera justicia.

Quienes nos unimos a él, acompañándolo hasta el fin de su proyectado movimiento armado contra Huerta, confiamos en un hombre completo. Si el buen éxito no coronó su obra, ya veremos más adelante que no fue de él la culpa.

Largo sería el relato de los variados incidentes de la campaña para su elección como gobernador constitucional de Michoacán. Los restos del porfirismo, unidos a los clericales del Católico, recibieron la ayuda ostentosa del presidente hipócrita Francisco León de la Barra, así como de la legislatura local que, de acuerdo con los funestos tratados de Ciudad Juárez, debía continuar siendo la misma del porfiriato y sus componentes se apresuraron a unirse a la candidatura del licenciado Primitivo Ortiz auspiciada por los del Partido Católico. Pero todo les fue adverso, los liberales michoacanos principiamos una campaña sin cuartel, fundando en nuestros distritos, clubes y periódicos. Me tocó fundar en Zamora el Club Democrático Francisco I. Madero y sostener de mi peculio el semanario El demócrata Zamorano. Fui secretario perpetuo del primero y administrador del semanario en el cual colaboraron conmigo mi inseparable compañero, condiscípulo y amigo Francisco J. Múgica; los señores Bardomiano Ruíz y Gonzalo Echevarrieta, así como otros varios compañeros entusiastas.

En nuestro semanario sostuvimos polémicas constantes con los elementos reaccionarios que editaban La Bandera Católica y logramos como un gran aliento el triunfo de nuestro candidato al primer ayuntamiento de Zamora, recibiendo a los delegados del Partido Católico que nos proponían una transacción.

Uno de los incidentes inolvidables de esa lucha, dado el carácter especial de nuestros coterráneos, fue la manifestación nocturna que organizamos en represalia de las burletas de la Bandera Católica contra el grupo de señoritas que apoyaban nuestra labor. Al frente de ella marchamos Múgica y yo acompañados de un grupo de entusiastas partidarios de la candidatura de los señores Madero y Vázquez Gómez para los primeros mandatarios federales, y la del señor doctor Miguel Silva González para gobernador constitucional de Michoacán.

Conseguimos alguna cantidad de ejemplares del periódico clerical y a los acordes de El Himno a Juárez que tocaba una orquesta, los apiñamos frente a la suntuosa fachada del palacio episcopal, que poco tiempo después lográbamos fuera convertido en palacio Municipal, y prendiéndoles fuego, cantamos a voz en cuello la estrofa de aquel himno que dice: Alza o Juárez tu frente bendita del sepulcro en que te hayas dormido ... La clerecía espantada pidió auxilio y las autoridades, aun porfirianas, enviaron policía que disolvió nuestra manifestación.

Llegaron los primeros días de septiembre de 1911 y con ellos la renuncia del señor doctor Silva como gobernador revolucionario Interino del estado, con el objeto de poder ponerse al frente de quienes lo postulábamos para el período constitucional de 1912 a 1916. La legislatura porfiriana, designó en su lugar al candidato del Partido Católico don Primitivo Ortiz a fin de conseguir para su partido el apoyo oficial; pero ni así lograron tener buen éxito.

El licenciado Ortiz era de los diputados mercadistas que antes se habían declarado silvistas por miedo, pero apenas nombrado gobernador interino, Ortiz se confabuló con sus compañeros y aceptó la candidatura para gobernador del estado que le ofrecieron estos y el Partido Católico. La campaña política iniciada por nosotros desde abril de 1911 fue así larguísima y muy costosa para el doctor Silva y para sus colaboradores. El triunfo de la fórmula Madero –Vázquez Gómez fue aplastante en el estado de Michoacán. A la popularidad del doctor Silva se añadió la activísima propaganda y la organización bastante buena de su partido. Recuerdo con especial cariño al señor licenciado don José Ortiz Rodríguez, que no sólo llevó la parte principal de esta propaganda, sino que convirtió su despacho– era uno de los primeros abogados de Michoacán– en centro de reunión de cuantos llegábamos de la provincia a recibir instrucciones y con su don de gentes, su claro talento y su fina educación, hacía de nuestros problemas el tema de su más interesada preocupación.

Principió su gobierno el doctor Miguel Silva, con un triunfo tan completo, que puede considerarse como una aclamación. Los diputados que resultaron electos para la legislatura local, fueron: los señores licenciados Felipe Castro Montaño, Joaquín Romero, Enrique Domenzaim, Felipe J. Tenas, Vicente García y José Soto; los doctores Enrique Ortiz Anaya y Alberto Oviedo Mota; el profesor José Ortiz Rico, y los señores Manuel García, Tranquilino García Márquez y José María Mora.

Tiene especial interés conocer cómo estuvo compuesta esa legislatura pues de la ideología política liberal clásica de unos y socialista de otros dependía el resultado de la actuación del gobernador, al ocurrir los sucesos del mes de febrero de 1913.

Cabe aquí hacer mención de las circunstancias que rodearon mi designación como prefecto político del distrito de Zamora, mi ciudad natal, el distrito más importante política y económicamente después del de Morelia, porque no quiero que se confunda con quienes abrazan una causa política en busca de empleos o de prebendas. Jamás pensé en solicitar del señor gobernador Silva cosa alguna.

Yo era entonces un joven provinciano de 27 años de edad, dueño de una casa de comercio y camiones que atendía personalmente y que me daba lo suficiente para sostenerme con decoro. Con mi título de contador privado había desempeñado el puesto de cajero contador en los bancos de Jalisco, de Michoacán y de Guerrero. El sueldo que el presupuesto de Michoacán asignaba entonces a los prefectos políticos era de sólo cinco pesos diarios, muy inferior a los que mi negocio comercial me producía siendo independiente y sin las graves responsabilidades del cargo.

Tres meses habían pasado de la toma de posesión del doctor Silva, cuando recibí el telegrama que en seguida transcribo:

...No. 13– palabras 25 – oficial – Telégrafos del estado de Michoacán Depositado 11.26 Morelia 23 de Diciembre de 1912 – Recibido en Zamora 12.52 p.m. Señor José Álvarez. Para tratar en verbal un asunto con usted, le suplico se sirva pasar a esta capital, cuando sus ocupaciones se lo permitan. – El gobernador Silva. –

El 26 de diciembre llegué a Morelia y mi impresión de provinciano atolondrado fue grande al encontrar en la estación de los ferrocarriles de aquella capital al señor gobernador Silva, quien en compañía del señor juez de distrito, me esperaba en su coche para acompañarme hasta mi hospedaje. Desde luego me indicó en nuestro camino que su objeto era ofrecerme el nombramiento de prefecto político del distrito de Zamora. Hipocresía que no acostumbro sería negar cómo me sentí halagado y altamente honrado por este ofrecimiento y por la forma de exquisita fineza con la que fui recibido. Creí sin embargo un deber de leal y sincero amigo recordarle que en mi distrito y especialmente en la ciudad de Zamora, había yo luchado enconadamente con el elemento reaccionario que seguramente recibiría mal mi designación y como no pensaba cambiar de ideas, posiblemente esto redundaría en molestias para su gobierno. Tengo la seguridad –me contesto– de que su preparación y su inteligencia son suficientes para sortear esas circunstancias, confío en ello y le anticipo que yo lo apoyaré en cuantas medidas sean necesarias para terminar con el dominio clerical en su distrito.

Como ya manifesté en el capítulo anterior, en aquellos tiempos era costumbre entre nosotros, antes de aceptar cualquier responsabilidad grave, pedir la venia de nuestro señor padre y con esa condición, acepté agradecido tan honrosa designación.

El señor gobernador Silva, fue compañero de profesión de mi viejo inolvidable y aun cuando mi padre profesaba ideas políticas distintas a las mías, yo creí siempre en que daría su consentimiento a tal honor para su hijo. Tras la aceptación, principié a actuar en el mes de enero de 1913, sorprendiéndome los fatales acontecimientos de la traición huertista cuando apenas habían pasado cincuenta días de mi nombramiento. Recibí de mis amigos y de los elementos revolucionarios de izquierda varias felicitaciones en forma efusiva; más que otra alguna me llenó de gusto la del compañero de andanzas políticas, mi correligionario y sincero amigo Francisco J. Múgica que con el tiempo había de ser como yo, Diputado Constituyente y en cuyo congreso, su labor fue de las más importantes para nuestras ideas. De su larga carta de felicitación transcribo sólo algunos párrafos que dicen así:

 

...Un membrete que dice: Capitán Francisco J. Múgica – apartado postal No.40. Saltillo Coahuila.: Enero 11 de 1913. ... Señor prefecto del distrito José Álvarez, Zamora Michoacán. Muy estimado amigo y correligionario: Al fin mis deseos de éxito por parte de nuestras ideas se ven satisfechas una vez más en mi vida, pues la promoción que el gobierno de ese amado suelo ha hecho de tu persona para vigilar y dirigir los intereses sociales y populares de nuestro querido terruño, me llena de satisfacción y de contento.. Te felicito sinceramente, porque dignamente has llegado a ese puesto y aunque sé que te cuesta un sacrificio y te traerá muchas contrariedades, me alegro, porque el pueblo que amamos con verdadero desinterés y para cual hemos trabajado, ganará el ciento por uno de lo que pierdes tú...

...como correligionario espero de ti, que ya que aceptaste una carga de la que me consta habías huido hace tiempo, pongas mucho empeño en llevarla con dignidad, para honor del partido, para satisfacción de tu conciencia y orgullo de tus correligionarios y amigos entre los cuales me cuento yo...

Ahora bien, de mi corta estancia en ese puesto sólo quiero referirme a alguna de las diversas cartas que recibí del señor gobernador Silva, misiva que en mi concepto aclara su verdadero empeño en defender los intereses del gobernador maderista y nuestras ideas liberales.

En la carta a que me refiero, fechada el 23 de enero de 1913, trataba lo relativo a las reuniones que en esos días celebraban en Zamora los elementos reaccionarios y clericales con el nombre de “Congreso Agrícola” respecto a la cual se hizo circular posteriormente la versión de que su objeto fue el de planear el asesinato del señor Presidente Madero y sobre el mismo no faltó quien asegurara que ni el señor gobernador Silva ni yo como prefecto habíamos tenido cuidado para investigar su real objeto. Nunca faltan el tipo de críticas que hablan de lo que no saben, más que por otra cosa para darse de muy enterados de lo que el mundo político ignora.

La carta del gobernador Silva dice así:

Muy estimado y fino amigo: Por la prensa he tenido conocimiento de las juntas que han celebrado en ésa los miembros del Partido Católico. Como las citadas juntas pudieran ser más bien de un carácter político, por más que se pretenda hacerlas aparecer como reuniones en donde se tratan asuntos de religión, suplico a usted por medio de la presente se sirva informarme del éxito que hayan obtenido esas juntas, las personalidades políticas que a ellas asisten y algunos otros detalles que sobre el particular usted pudiera adquirir...En espera de sus noticias etcétera.

A fuerza de ser sincero enemigo de la reacción pero amigo de decir siempre mi verdad, debo aclarar que, por mis pesquisas, llevadas a cabo con rigurosa acuciosidad, pude darme cuenta de que en realidad el fondo del llamado Congreso Agrícola de los clericales, era de carácter político, pero no para planear el asesinato del presidente Madero sino para programar, de acuerdo con instrucciones de sindicatos de obreros católicos y de campesinos de igual confesión, con la mira de contrarrestar la influencia del gobierno maderista en nuestras clases populares, que ellos suponían eran de tipo socialista.

Mi informe amplio al señor gobernador Silva fue en este sentido y su contestación en carta fechada el 7 de febrero de 1913, apenas dos días antes de la insurrección de los generales Díaz y Reyes, dice así: Muy estimado y fino amigo: " Contesto su muy apreciable de fecha 2 del actual, dándole las gracias por las noticias que se sirve darme. Tengo muchas esperanzas, y creo que son fundadas, en que usted hará cuanto esté de su parte, en lo particular y como buen liberal, por contrarrestar los trabajos de los conservadores en pro de su innoble causa..."

El domingo 9 de febrero de 1913, presidía yo una corrida de toros en la plaza de mi ciudad, cuando un mensajero llevó hasta mi sitio el telegrama urgentísimo en el que el señor gobernador me comunicaba la infausta noticia de tal rebelión. Cinco meses tan sólo tenía el doctor Silva en el poder cuando ocurrió el cuartelazo de Bernardo Reyes y Félix Díaz que inició la Decena Trágica. Tan luego como el señor gobernador Silva recibió el telegrama en el que se le daba cuenta de la sublevación, a nombre del gobierno del estado se invitó al señor presidente Madero a que se concentrara en Michoacán con los elementos leales, en tanto que las fuerzas del gobierno resolvían la situación en México. Contestó dando las gracias y comunicando contar ya con las fuerzas del general Felipe Ángeles por las cuales había ido él en persona a Cuernavaca.

El señor doctor y general Alberto Oviedo Mota, en folleto antes citado Michoacán Ilustre hablando de estos días de gran incertidumbre y penosa desorientación, dice lo siguiente: "...los boletines oficiales eran optimistas, las apariencias también lo eran: la rebelión se había circunscrito en un grupo limitado, la gran mayoría de las fuerzas federales se conservaban leales y cada día que pasaba llegaban mayor número de contingentes de fuerzas irregulares a aumentar los elementos del gobierno; elementos maderistas que Huerta se apresuraría a mandar para que atacarán con cargas de caballería el edificio de la Ciudadela a fin de que fueran impunemente aniquilados."

El día 18 de febrero de 1913, por la tarde, recibía el señor gobernador Silva el mensaje circular que Huerta dirigió a todos los gobernadores. Con malvada sequedad, el traidor decía escuetamente:

...Por designación hecha en mi favor por el senado, he asumido el cargo de presidente de la República...

 

Este mensaje dejó momentáneamente desconcertado a nuestro gobernante; ¿qué facultades tiene el senado, aun cuando sea un residuo de viejos porfiristas, para designar nuevo presidente de la República, cuando actúa el constitucional...?

Médico por excelencia, con su gran corazón latiéndole siempre con amor y abnegada entrega a sus pacientes, especialmente cuando ellos eran pobres; luchador incansable contra el dolor y contra la enfermedad que esconde la muerte, él estaba acostumbrado a enfrentarse diariamente con situaciones que requieren serenidad y pronta acción. Comprendió luego la traición infame que se escondía tras las frases del mensaje aquel. Muchas veces, alguna de ellas en mi humilde compañía, el entrevistar al señor Presidente Madero le había hecho conocer su desconfianza respecto a la lealtad del ejército federal, que Madero dejara como guardián de las instituciones a causa de los torpes tratados de Ciudad Juárez, por ello, comisionó inmediatamente a quién por su serenidad y lealtad inquebrantable pudiera darle lo antes posible una información completa a este respecto.

De acuerdo con lo que el señor gobernador se sirvió comunicarme fue el señor ingeniero, después general de división don Pascual Ortiz Rubio, que era diputado al Congreso federal, el encargado de tomar violentamente toda clase de datos que pudieran orientarlo en esta situación.

Así fue desde luego, y la realidad de la traición sucia del general dipsómano en connivencia descarada con los rebeldes y con el fatídico embajador de los Estados Unidos Henry Lane Wilson, quedó al descubierto ante el gobernante michoacano y sus colaboradores.

Meditaba el doctor Silva cuál debería ser su conducta inmediata ante la realidad de nuestra situación. No es lo mismo asumir una actitud desafiante en cualquiera de los estados del Norte, en los cuales la conquista de un lugar fronterizo abría la puerta a la obtención de elementos de guerra y su lejanía no facilitaba el envío inmediato de refuerzos federales a los traidores, que hacerlo en un estado del centro rodeado de fuerzas federales y sin comunicación con el extranjero. Una corporación del ejército federal en forma, con armamento completo y mucho parque, a las órdenes del general Arnulfo Casso López designado comandante militar, fue enviado inmediatamente a Morelia ya que el traidor conocía la íntima amistad y la adhesión sincera de nuestro gobernante para el señor Madero, y una legión de policías reservados invadió el estado espiando todos nuestros movimientos. Huerta podría además, en unas cuantas horas, enviar mayores contingentes para una descarada intervención en Michoacán.

En la conciencia siempre alerta del gobernador Silva, pesaba mucho la responsabilidad de tomar una determinación que dejara a todos sus amigos y colaboradores que eran legión, en las garras del traidor, si él, nuestro amigo y jefe, asumía una actitud violenta de protesta enérgica contra el centro, sin contar antes con cierta organización que pudiera ser garantía de posibilidades al menos para no ser arrollados. Su primer paso fue llamar esa misma tarde del 18 de febrero de 1913, a quienes más cerca colaboraban con su gobierno, a una junta en la cual hizo conocer el telegrama que acababa de recibir de Huerta. Asistieron a esa reunión, además de la mayoría de los diputados de la legislatura local, dos diputados federales y su secretario de Gobernación. Conviene a mi propósito recordar, que la legislatura del estado se componía de seis abogados, dos médicos y tres políticos amigos, con un profesor de instrucción pública como complemento.

Cuando relata los incidentes ocurridos en esta reunión, el doctor Alberto Oviedo Mota, en su opúsculo antes citado, dice:

...Al llegar nos dimos cuenta de que algo grave había ocurrido; la fisonomía habitualmente afable y bondadosa del doctor, estaba alterada; sus líneas eran rígidas y detrás de su gafas enteramente obscuras, se entreveían sus miradas inquietas, casi sombrías... en todos los actos decisivos nos había tomado parecer y en aquel trance, la resolución que tomaríamos iba a tener tanta o mayor trascendencia que cualquiera de nuestras determinaciones anteriores ... la lectura del telegrama de Huerta nos dejó abrumados a la mayoría... No éramos más de diez personas incluidas el doctor, pero estaban muy bien definidas las tres tendencias de quienes formábamos su familia política.

Esas tres tendencias de que nos habla el doctor Oviedo, estaban formadas por una mayoría de abogados de filiación liberal clásica tan dominante en el gremio y tan frecuente en esa época, y que tanto en el gabinete del Benemérito durante la Reforma, como en ese momento de traición huertista y aun en las filas mismas del Congreso Constituyente de 1917, representaron lo que piadosamente pudiéramos calificar como derechas revolucionarias. Especialmente los abogados, si no son francamente conservadores, profesan el sistema de esperar que el tiempo resuelva lo que ellos repudian resolver por la violencia; y devotos fervientes de no alterar el orden constitucional; de no causar daños ni molestias a persona alguna; esperando pacientemente, de acuerdo con su lema dejar hacer, que se verifique un cambio por convencimiento pacífico, aun cuando pueda tardar siglos. A este grupo pertenecieron, la mayor parte de los diputados locales abogados.

La segunda tendencia representada por los revolucionarios moderados, prudentes o temerosos, que encuentran siempre indispensable estudiar primero las circunstancias que pudieran o no influir en el éxito de una determinación, antes de lanzarse a la lucha. Les sucede muchas veces que antes de terminar su estudio ya las fuerzas contrarias les ganaron la partida. A esta segunda tendencia, pertenecieron cinco de los ahí presentes.

Y por fin, la tendencia revolucionaria de izquierda, la que comprende bien la urgencia de actuar inmediatamente, sin reparar en componendas ni en temores, estuvo representada en aquella reunión por sólo cuatro personas: El ingeniero don Pascual Ortiz Rubio, entonces diputado al Congreso de la Unión; los doctores Alberto Oviedo Mota y Enrique Ortiz Anaya, así como mi antiguo jefe don José María Mora, todos diputados al Congreso local.

Al recabar el señor gobernador Silva, la opinión de los presentes respecto al camino que debería seguirse, las derechas liberales clásicas hablaron por boca de su más conspicuo representante, manifestando que: "...La administración maderista había fracasado por ineptitud y su eliminación se imponía. Huerta iba a establecer un gobierno fuerte, y había que reconocerlo...", respaldando esta opinión algunos de los abogados presentes y algunas personas más.

Los moderados hablaron por boca de otro abogado, ferviente maderista, pero político escurridizo que invocó la falta de claridad de la situación y la conveniencia de esperar a que se conociera la actitud de otros gobernadores; a que se organizara algo serio que pusiera a salvo la dignidad del gobierno de Michoacán, pero sin exponer la vida del jefe ni la de sus colaboradores, para no dar lugar a una intervención militar descarada en el estado, que ordenaría el usurpador Huerta. Ellos en mi opinión, fueron tres de los presentes.

Los francamente revolucionarios de acción, presentes en aquel momento fueron cuatro: el primero en hablar fue el señor general ingeniero Pascual Ortiz Rubio, a quien interrogó el doctor Silva diciéndole y usted Pascual, ¿qué opina...? Su contestación valiente y decidida fue tajante: ...Señor, que debemos irnos al cerro... Esta opinión fue corroborada por los doctores Alberto Oviedo Mota y Enrique Ortiz Anaya y seguramente también por el diputado local José María Mora, cuyas ideas radicales de izquierda conocí por haber sido él, gerente de la sucursal de un Banco de Michoacán en la cual fui cajero contador a sus órdenes.

Antes de continuar la relación de esta histórica reunión, quiero aclarar que la elección de los miembros de esa legislatura local fue tan democrática y tan libre, como la del propio gobernador Silva; no tuvo las características, hoy tan en boga, de que los candidatos a diputados locales, sean seleccionados antes por el candidato a gobernador, para que pueda contar así con un grupo que secunde siempre sus determinaciones y comparta sin vacilación todas sus ideas políticas. Por ese motivo, el pensamiento de nuestros diputados locales fue tan disímbolo y pudieron dominar el momento quienes anhelaban estudio, calma, prudencia, discreción, en una palabra miedo.

El gobernante de firmes ideas, el jefe de gran energía y valor civil y personal demostrados plenamente, esta vez permaneció callado, no dio su opinión, ni expresó aquellos pensamientos que seguramente estaban torturándolo. Recuerdo nuevamente con este motivo, las frases del hábil e inteligente político italiano conde Sforza, que menciono también en páginas anteriores al referirme a las noticias que recibimos en Michoacán respecto a la actitud del señor don Venustiano Carranza en Coahuila: "...¿Quién podrá penetrar la verdad de los grandes acontecimientos históricos, si no se conocen las angustias, las dudas, las luchas interiores, las secretas esperanzas y desfallecimientos que asaltan y conturban a los héroes y hombres de estado, en los momentos más graves de una crisis política, militar o diplomática?"

Esa era la situación de aquel hombre de estado en los momentos de tan grave crisis política: dudas, angustias, luchas interiores, al darse cuenta de que la legislatura local, organismo político obligado a marcar el camino legal, debiendo dar el primer paso, como lo hicieron las de Coahuila y Sonora: repudiar al usurpador y autorizar a sus ejecutivos para defender con las armas la soberanía de Michoacán, se refugiaba en la prudencia de esperar, por miedo.

Pero no eran las mismas circunstancias locales las que imperaban en Michoacán, como las de Sonora o de Coahuila. Como he dicho antes, la ocupación militar de Morelia estaba consumada por las fuerzas federales al mando del general Casso López, movilizadas inmediatamente por Huerta, y una legión de policías espiaba los pasos del gobernante para asestarle el golpe.

Dice Oviedo Mota en su ya citado Folleto:

 

En esa junta, el doctor dirigió las cosas de modo de no dar lugar a la menor discusión ni a comentario alguno... en esta vez permaneció callado, no dio su opinión, ni expresó aquellos pensamientos que yo estaba seguro lo impresionaban... ¿Cuál era su deber ante la situación de hecho que creaba el telegrama de Huerta...? El no estaba de acuerdo con semejante abominación, pero tampoco estaba en condiciones de rechazarla enérgica y rotundamente, como era debido. Al protestar, no quedaba otra posibilidad que salir huyendo de Morelia y remontarse en cualquiera de las serranías inmediatas...Semejante aventura exigía aptitudes de caballista de las que el doctor carecía y temperamento combatiente de guerrero, contrario a sus disciplinas de médico con las cuales estaba connaturalizado. Si se lograba escapar de Morelia sin que lo impidiera Casso López, éste ordenaría la inmediata persecución y sería cuestión de andar a salto de mata sin saber a dónde dirigirse, puesto que en todos los distritos había destacamentos federales. De momento había que ganar tiempo y procurar evadir el zarpazo que no se haría esperar...

Este estado de ánimo que Oviedo Mota describe, era más que del gobernante, el de sus más cercanos colaboradores y amigos íntimos. Pronto llegó la noticia que terminó con todas las dudas y esperanzas que anidaban en nuestro ánimo respecto a la suerte que correrían los primeros magistrados presos en las garras del chacal: su asesinato proditorio, mal disimulado con la misma hipócrita actitud del usurpador. Ya no era posible esperar más.

Y al llegar a este punto, debo decir que creo inoportuno extenderme en detalles personales de cuanto aconteció en los siguientes días de aquella catástrofe nacional. Soy partidario de ocupar la atención de mis lectores únicamente con lo que tenga verdadera importancia para la historia de nuestro movimiento social revolucionario y en tal virtud, entiendo que lo único que reviste ese carácter es dejar perfectamente aclarado lo siguiente: ¿Existió realmente un proyecto serio de movimiento armado contra Victoriano Huerta dirigido por él señor doctor Miguel Silva, nuestro gobernante, en convivencia con gobernadores de estados limítrofes...? ¿Cuáles fueron sus características; cuáles las pruebas documentadas de tal movimiento y cuál la razón de su fracaso...?

A contestar estas preguntas estará destinada la porción siguiente de este capítulo. Aun cuando contra mis deseos sea indispensable incluir mis actividades personales, creo que quien con más autoridad puede aportar los primeros informes de la situación que se originó al conocerse la infamia huertiana, es el señor licenciado José Ortiz Rodríguez, a quién con frecuencia me he referido llamándolo el alma de todos los movimientos encaminados a lograr en Michoacán la tan deseada Justicia Social. Su dinamismo, su cultura, su firmeza de convicciones lo hizo una de las personalidades más destacadas de todos estos movimientos en mi estado. Desde la fundación del Partido Liberal Michoacano, la propaganda y organización revolucionaria maderista; la campaña para lograr la elección del doctor Silva como gobernador Constitucional hasta la organización del movimiento antihuertista, fue el licenciado Ortiz Rodríguez, alma y vida de todos los que en tales movimientos tomamos parte. Murió pero dejó un folleto denominado La Revolución Maderista y la Insurrección contra Huerta en Michoacán (México septiembre de 1940).

De esa obra tomaré los primeros datos que en seguida transcribo: Su opinión respecto al señor doctor Silva:

 

A principios de la segunda mitad del siglo XIX– el 25 de octubre de 1857– nació en la antigua Valladolid un hombre de ilustre prosapia que llegó a ser un alto sacerdote y obrero incansable y bondadoso de la medicina y de la cirugía... en los altos de la casa que aun existe, Avenida Madero Oriente No.183, vino al mundo el doctor Miguel Silva González cuando su padre era gobernador del estado. El médico gratuito, paternal y providente de los enfermos pobres; el amigo de todos; el apóstol de la redención política de su pueblo; una de las glorias revolucionarias indiscutibles de Michoacán, que por su rectitud y amor a su pueblo fue víctima de la envidia política...

Para fijar su personalidad revolucionaria, recordaremos que a la caída del porfirismo Silva era en Michoacán y en una gran zona de sus entidades limítrofes, un ciudadano amado y respetado por el pueblo. Se consagró por entero a la Revolución y arrastró consigo a otros sin buscar, ni la fama pues la tenía bien ganada ni posición social, porque ya la había conquistado de tiempo atrás y muy alta... Su revolucionarismo generoso le venía de las células de sus grandes antepasados; nadie lo comprometió pues era hombre de carácter... Alguien, ignorante de las cosas y hombres de Michoacán, ha tildado a Silva de huertista o de que no tuvo valor para defender la revolución. Afirmación injusta, porque no sólo se sirve a las grandes causas en los campos de batalla..."

Refiriéndose el licenciado Ortiz Rodríguez a las ideas de los integrantes de la legislatura local silvista en Michoacán, compuesta de varios elementos reaccionarios dice:

Este hibridismo en el Congreso Local no se debió a la fuerza electoral del partido revolucionario, ni a que hayan triunfado estos adversarios... se debió: a que la inexperiencia política de todos y la bondad de Silva, dejaran actuar electoralmente al Congreso porfirista, acérrimo enemigo político. Fue esta corporación irrevolucionaria la que por desgracia calificó la elección de gobernador y de diputados locales entrantes. Se debió también a que Madero, sosteniendo tenazmente contra el propio maderismo que las minorías aunque enemigas debían tener asiento en el congreso, convenció al doctor Silva de que siquiera esos diputados reaccionarios debían ser admitidos en el Congreso.

Debo hacer la aclaración con respecto a los diputados al Congreso del estado, que de acuerdo con la ley electoral vigente en aquella época, no se elegían por determinado distrito, sino en forma global; cierto número de ellos para todo el conjunto.

De esta suerte, aun cuando el Partido Liberal dominó completamente, pudieron figurar en votación general individuos de diversas ideologías y el señor Madero con su inexperiencia política y su ingenua bondad, presionó para que en aras de una democracia efectiva, se diera a los enemigos una representación que fue funesta para la determinación revolucionaria que con motivo de la crisis huertista debió tomarse.

Por ello el licenciado Ortiz Rodríguez, en el folleto que estoy comentando dice:

...El legislativo local jamás quiso apoyar al ejecutivo en su obra revolucionaria ni menos para la reasunción de la soberanía del estado cuando el cuartelazo, debido al irrevolucionarismo de esa minoría batalladora y ducha porque entre los amigos del doctor, la mayoría eran hombres sin decisión o francamente irrevolucionarios. Personalmente el doctor tampoco pudo alzarse porque su edad y condiciones físicas no le permitían empuñar otras armas que las del cirujano, empleadas por el siempre y sólo para conservar la vida;... Porque se carecía de armamento (lo que no sucedía ni en Coahuila ni en Sonora), Silva las pidió al ministro de Guerra García Peña...

Efectivamente el señor gobernador Silva comisionó al licenciado Ortiz Rodríguez para que solicitara del general García Peña armamento para el batallón Matamoros de las fuerzas del estado o cuando menos que diera autorización para que el gobierno de Michoacán lo comprara.

Naturalmente García Peña como general porfiriano moderado negó el armamento y la autorización que por Madero se le pedía, pues conocía de sobra las ideas del gobernante y en realidad se hubieren utilizado para el proyectado movimiento contra el usurpador.

He ofrecido hablar con verdad y decir mi opinión en todos los casos aun cuando sean desfavorables para mis más estimados jefes y amigos.

En esta ocasión sólo la inexperiencia política del señor doctor Silva, sembrador de estrellas, pudo soñar con la adquisición de armas en esa forma. Su petición sirvió únicamente para poner más en guardia al general García Peña quién contestó al licenciado Ortiz Rodríguez en la forma que el mismo relata:”...A tal solicitud objetó el secretario de Guerra; ¿Para qué quiere las armas ese estado...? Si se las diesen, o se las quita el enemigo o podrían volverlas contra el centro."

Otro de los capítulos del folleto que comento, lo dedica Ortiz Rodríguez a tratar el siguiente tema: Por qué Michoacán no asumió su Soberanía y dice lo que en seguida copio:

 

...Al acabar de verificarse la aprehensión de Madero, salí del Palacio Nacional a Morelia. En el camino hable con el licenciado Manuel Martínez Pastor, representante del gobernador Lizardi de Guanajuato, sobre la necesidad y posibilidad de que los gobiernos de Michoacán, Guanajuato, Jalisco y Guerrero se organizaran contra el usurpador. Ese representante ofreció que Lizardi apoyaría la idea y que insitaría con Jalisco. Yo le propuse encargarme de hablar con el guerrerense licenciado José Inocente Lugo... ...Al llegar a Morelia incontinenti pedí al gobernador Silva el desconocimiento de Huerta y la adopción del plan mencionado, recordándole dos memorables precedentes en Michoacán. ...Silva rápidamente acogió ambas ideas: El primer paso sería trasladar los poderes a Pátzcuaro o Tacámbaro, para que quienes ya se habían alzado en Michoacán y Guerrero los reconocieran y con ellos organizar la coalición, pues era la única fuerza que podría ser utilizada de momento. Los diputados locales y el secretario de Gobernación persuadieron al doctor de que permaneciendo en el poder se podría continuar con la política silvista y de que todo intento de oposición fracasaría pues que ya venían fuerzas federales; y para arreglar las cosas a su modo una comisión de diputados fue a México a conferenciar con Huerta quién al despedirlos los amenazó con fusilarlos si no seguían sus órdenes...

Antes de continuar transcribiendo párrafos del folleto precitado, creo que es ahora indispensable hacer referencia a algunos acontecimientos de mi actuación personal, al tener noticias, con mi carácter de prefecto político de Zamora, de la sucia traición huertiana.

Como dije antes, mi primer cuidado fue telegrafiar diariamente al señor Presidente Madero, haciéndole presente mi inquebrantable adhesión y el interés muy grande con el cual seguía yo las noticias relativas al desarrollo de estos acontecimientos, que en un principio nos hacíamos la ilusión de considerar favorables.

El último telegrama de contestación que recibí del señor Madero, como lo mencioné en párrafos anteriores, fue depositado en la oficina telegráfica de Palacio Nacional a las dos de la tarde del día 18 de febrero de 1913 y por lo tanto, pudo ser el último que el señor Presidente Madero firmó, ya que tal día 18 y a esa hora, se verificó el cuartelazo que ocasionó su aprehensión. Tal mensaje decía: "...Agradézcole muy sinceramente afectuoso mensaje de adhesión F.I. Madero.

Además de la certificación que en ese documento hace el Jefe de la oficina telegráfica de Zamora, solicité en febrero del año de 1927 otra copia certificada por conducto del señor A. Gómez Morentín, director general de Telégrafos Nacionales de México, quien en su carta de fecha 15 de tal mes, me dice: "... Adjunta se servirá usted encontrar la copia del telegrama No. 146, dirigido a usted y firmado por el señor F. I. Madero, con fecha 18 de febrero de 1913... Como el referido mensaje procede de la oficina telegráfica establecida en Palacio Nacional, allí debe existir el original del mismo..."

Los días siguientes fueron de angustiosa incertidumbre por la suerte del señor Madero, al cabo de ellos llegaron de México noticias de las gestiones emprendidas por el diputado y licenciado Luis Manuel Rojas y por el embajador de Cuba don Manuel Márquez Sterling para salvar la vida del ex–Presidente y del ex–Vicepresidente, señor Francisco I. Madero y licenciado José María Pino Suárez, a quienes Huerta tenía prisioneros en Palacio.

Estas noticias determinaron al doctor Silva a salir para México con la intención de sumar sus esfuerzos a los defensores del señor Madero. En su generoso impulso no tuvo en cuenta que iba a meterse en la boca del lobo y a exponerse él mismo a perder la vida. Se llegaba a la capital (por el ferrocarril) en las primeras horas del día. Cuando el doctor descendió del convoy los papeleros voceaban la noticia oficial de la muerte del señor Madero...

Alguien de gran influencia en el gobierno usurpador, hizo comprender al doctor Silva el peligro que corría en la metrópoli y la conveniencia de volver a Michoacán para no suscitar las suspicacias de Huerta, en tanto se disuadía a éste de que interviniera en Michoacán.

Con fecha 1 de Marzo de 1913, apenas repuesto del golpe moral que en mi ánimo había causado esta desgracia nacional, que amenazaba hacer retroceder a nuestra patria en su camino rumbo a la obtención de la justicia social, regresándola a una situación política peor que la reinante durante la dictadura porfiriana, escribí al señor gobernador Silva la carta en la que pido a quien reconocía como jefe del Partido Liberal Michoacano, alguna orientación en aquel momento de tan terrible crisis. Añadía yo: "... Me atrevo a creer que a su inmediata renuncia seguirá una actitud digna de sus antecedentes... ya usted se imagina mi decisión formal de seguirlo en el camino que el deber nos marca... rogándole darme, lo antes posible, sus instrucciones con las reservas necesarias respecto a lo debemos hacer..."

La contestación del doctor Silva no se hizo esperar; y estaba llena de vacilaciones y de dudas. La parte más interesante, ya que parecía significar una subordinación al huertismo, dice en extracto que su segundo intento de renunciar en esa fecha, quedó sin efecto, indicando textualmente: "... nuevamente me vino la idea de renunciar y así lo manifesté a la mayoría de los diputados al Congreso local a quienes reuní con tal objeto. Pero todos ellos se opusieron a mi determinación..."

Después de indicar las razones que esos diputados adujeron para no aceptar su renuncia que lo obligaba a tomar alguna otra resolución, termina con estas palabras... "Estas consideraciones me obligaron por segunda vez, a decidirme a permanecer en el gobierno..."

Yo no puede esperar ya más ante tal actitud, y sin pedir su permiso, salí el día seis de marzo para conferenciar con él en Morelia.

Encontré a mi llegada, un panorama muy distinto al que tal carta reflejaba. La enérgica actitud del grupo revolucionario de sus amigos, entre los que sobresalía la valiente determinación del ingeniero Pascual Ortiz Rubio que planeaba en caso de negativa, hacer salir a nuestro gobernante al extranjero y "...Alzarse con el Santo y la limosna como lo indicó al grupo de sus correligionarios por conducto del doctor Alberto Oviedo Mota, determinó este cambio.

A mi llegada a Morelia, me dirigí al despacho del señor licenciado José Ortiz Rodríguez quién, como ya he dicho, era el paño de lágrimas en nuestras angustias políticas de provincianos. Él mismo me acompañó esa noche a la casa del señor gobernador Silva, quién al conocer mi arribo por informe telefónico del licenciado Ortiz Rodríguez, contestó que por motivo alguno me presentara yo en el palacio de gobierno del estado, dándonos cita para las ocho de esa noche en su domicilio y recomendando además que no saliera yo del despacho del licenciado Ortiz Rodríguez.

Lejos de incomodarme por tales precauciones, me causaron grande gusto pues las consideré como indicio de que algo serio estaba proyectándose que las hacía indispensables. Puntuales concurrimos a la cita en casa del doctor Silva y en ella encontramos al doctor Enrique Ortiz Anaya y a mi antiguo jefe en el banco de Michoacán, diputado, José María Mora. De las cinco personas que asistimos a tal reunión, sólo conmigo no ha cargado la parca; (1965) pero de todos ellos conservo correspondencia, que por su contenido da idea de la seriedad de lo que en esa inolvidable conferencia se trató.

Firmado por el señor licenciado Ortiz Rodríguez y por el señor José María Mora, la carta que en extracto dice: "....del modo más amistoso y confidencial, me permito suplicar a usted que sin escribir cosa alguna sino valiéndose de intermediarios o aprovechando la oportunidad de hablar de viva voz, se digne a recomendar a amigos de confianza y si fuere posible a las personas de las que en diversa le hablo, el asunto a que esa misma se refiere. Habrá de obrar con suma presteza, porque el tiempo y la situación urgen." Esa carta está fechada en Morelia el día 18 de marzo de 1913, me fue entregada personalmente por el señor licenciado Reynaldo García, quién desde tal fecha fungió como enviado confidencial del señor gobernador Silva para nuestras comunicaciones; y en líneas posteriores quedará aclarado el asunto a que tal misiva se refiere.

El doctor Enrique Ortiz Anaya, que fue uno de los diputados locales que secundaron la última determinación del doctor Silva y que concurrió como he dicho a nuestra reunión de aquella noche; y que me fue dirigida como felicitación por mi nombramiento como Jefe de Estado Mayor Presidencial, con fecha 2 de diciembre de 1924, dice en el párrafo que copio, lo siguiente"... Pues me consta que usted es de los primeros revolucionarios y todavía recuerdo con gusto que usted se presentó a la casa de mi inolvidable maestro el señor doctor Miguel Silva a ofrecer su contingente de sangre, en la revolución maderista."

Y el doctor Ortiz Anaya califica al movimiento en gestación como revolución Maderista, porque el llamado del gobernante nuestro nos convocaba, no para volver al orden constitucional, como el Plan de Guadalupe, sino "... para vengar la cobarde traición de Huerta y el asesinato del Presidente don Francisco I. Madero..."

Antes de entrar en materia respecto al Plan revolucionario de Morelia, quiero referirme a algunos de los documentos que ponen de manifiesto la seriedad de su existencia. Por esto, anticipo la referencia a una carta del señor gobernador Silva que confirma las anteriores, está fechada el 14 de marzo de aquel año y entre otras cosas, me dice textualmente: "...Agradezco a usted todo lo que hizo obsequiando todas nuestras indicaciones, que verbalmente le expuso el señor licenciado Reynaldo García ya comprenderá usted que se procedió así, por conveniencias políticas encaminadas todas al bien del estado..."

Creo de interés fijar la atención de mis lectores en el párrafo que dice: "...Quedo enterado de que desde esta fecha empezará a hacer una visita oficial a todos los pueblos del distrito". En líneas posteriores, explicaré ampliamente el significado de estas frases. El licenciado Reynaldo García siguió fungiendo como único conducto para nuestras comunicaciones, con excepción de alguna que fue llevada a Morelia por un enviado personal mío; siendo esta vez, portador bondadoso de mi contestación a la carta antes transcrita y que por sí sola se explica.

Esta transcripción de algunos párrafos de los documentos antes citados, aún cuando de fechas posteriores, se hace por referirse a hechos relacionados con lo tratado en la reunión verificada en la casa del señor gobernador Silva, la noche del 9 de marzo de 1913, que en seguida comento.

La última carta del gobernador Silva recibida por mí, el 5 de marzo, fechada el día 3 del mismo, revelaba un estado de incertidumbre y desorientación de tal naturaleza, que me obligó a salir el día seis para Morelia, sin recabar su previa autorización, resuelto a renunciar a mi puesto inmediatamente, si el señor gobernador no determinaba tomar una actitud digna frente a la situación creada por la traición de Huerta.

Ya el licenciado Ortiz Rodríguez me había anticipado durante nuestras largas pláticas del día, que iba yo a encontrar cambiado totalmente el obscuro panorama que reinaba con anterioridad, pero la realidad superó mis esperanzas. Fino, amable, sonriente, nos recibió el doctor en su casa, revelándome en su semblante los sentimientos de quién, después de una angustiosa crisis ha encontrado al fin la solución para sus problemas.

Asistimos a esa reunión, las siguientes personas; las menciono por el orden en que fuimos colocados: licenciado José Ortiz Rodríguez; prefecto de Zamora, José Álvarez y Álvarez; diputado Enrique Ortiz Anaya; diputado José María Mora; prefecto general Martín Castrejón y al centro el propio señor gobernador Silva.

De los seis solamente yo quedo con vida, pero tanto las cartas del señor licenciado Ortiz Rodríguez, del señor diputado José Mora, del señor doctor y diputado Enrique Ortiz Anaya, como las del gobernador Silva son testimonios fehacientes del objeto que perseguía aquella reunión. Sus resultados prácticos los veremos más adelante.

El señor gobernador nos mostraba complacido un legajo de documentos en su mano izquierda, en tanto que señalándonos con el índice de la derecha nos decía: "... Aquí les tengo una muy agradable sorpresa..." Eran comunicaciones que había recibido del gobernador de Coahuila, don Venustiano Carranza, en las cuales, después de instarlo a levantarse en armas contra Huerta, le ofrecía la jefatura política de la Revolución en toda la República.

Antes de continuar la relación de lo acontecido en aquella junta, séame permitido para darle mayor seriedad a mi afirmación anterior, transcribir algunos párrafos de la carta que con fecha 19 de junio de 1940, me dirigió mi inolvidable amigo y coterráneo, don Rubén Romero, fechada en La Habana, Cuba, en donde fungía como embajador de México.

Como ya lo he dicho, yo escribí un largo artículo que apareció en el Magazine Dominical de El Universal de la Capital de la República, el dos de junio de 1940, bajo el título de :Transición del Maderismo al Huertismo La Actuación del Doctor Silva como Gobernador de Michoacán en 1912–1913 y en el cual di a conocer algunos documentos que hoy cito..

A tal artículo mío se refiere el notable escritor michoacano, embajador Rubén Romero, y cuyos párrafos alusivos a las comunicaciones del señor don Venustiano Carranza, a continuación trascribo:

...Mi querido amigo: leí con gran interés el artículo que publicas dedicado al doctor Silva y lo estimo justiciero en todas sus partes... Algunas de las cartas que publicas, las hice yo como secretario particular del doctor:... Pocos días después del levantamiento del señor Carranza en Coahuila y encontrándose aún el doctor Silva en el gobierno de Michoacán, comenzó a recibir cartas de don Venustiano apremiándolo para que se alzara en armas. Con la promesa de que sería el jefe supremo de la Revolución en la República, porque su nombre reconocidamente limpio y generalmente estimado, serviría de bandera y de estímulo... Cuando salimos de Morelia por el camino de Cuitzeo, huyendo ya del estado yo dejé las cartas del señor Carranza en poder de Mariquita Carrión de Silva, quién muchos años después de muerto el doctor me las devolvió... Los datos que te doy están tomados de los papeles inéditos que durante muchos años conserve y que, actualmente, forman parte del archivo histórico del general Cárdenas...

Como un comentario mío a la indicación anterior de Rubén, sólo agregaré que por la respetuosa admiración y especial efecto que profeso al general Lázaro Cárdenas, me he abstenido de intentar siquiera que él me proporcionara tales documentos de tan grande interés histórico para nuestro estado de Michoacán; dejando su publicación para cuando él lo estime conveniente.

El general de división Pascual Ortiz Rubio, uno de los elementos más valiosos y adictos al gobernador Silva y quién con mayor empeño le instaba para que verificara cuanto antes el levantamiento, me dirigió, al siguiente día de aparecido mi artículo en El Universal, una extensa carta muy interesante para el objeto que persigo, y de la que copio los siguientes párrafos:

 

... Muy estimado compañero y amigo: – Leí con mucho interés su magnífico artículo publicado en el Universal con fecha de ayer... en el que hace usted plena justicia a nuestro querido e inolvidable jefe y amigo el doctor Miguel Silva... Lo felicito por tan noble actitud... Cuando el doctor Silva se decidió a que hiciéramos el movimiento rebelde en Michoacán, el entonces coronel Martín Castrejón, prefecto maderista de Tacámbaro y los demás que usted cita, así como el prefecto de Huertamo José Carmen Luviano (tío del general José Rentería Luviano que mandaba un cuerpo rural, Agrego yo) Tratamos de convencer al doctor de que se hiciera el movimiento desde luego...

Una prueba más de la autenticidad de este movimiento antihuertista nos la proporciona el magistrado licenciado José Ortiz Rodríguez, para nosotros de gratísima memoria y respetable por mil títulos, al decir en su folleto antes citado :La Insurrección Contra Huerta en Michoacán, lo siguiente: "...El doctor reconociendo cuál era su deber, concibió además otros planes de lucha a algunos de los cuáles se refieren las dos cartas, una del mismo gobernador y otra de Ortiz Rodríguez y de José María Mora al general don José Álvarez y Álvarez, entonces prefecto de Zamora, quién las publicó en su artículo "La actuación del Doctor Silva Como Gobernador de Michoacán– 1912 –1913" en El Universal 2 de junio de 1940."

Apegándome lo más fielmente posible a las palabras del doctor Silva, diré ahora como se desarrolló la junta. Principió su plática con nosotros diciendo: "El señor gobernador de Coahuila, don Venustiano Carranza, se ha servido enviarme las comunicaciones de carácter confidencial a las que voy a dar lectura y en las que me hace el honor de proponerme que lo secunde en su movimiento de la rebelión contra Huerta, ofreciéndome que sería yo designado el jefe político de ese movimiento del cual el señor Carranza será el jefe militar. Como a instancias reiteradas de mis amigos Pascual Ortiz Rubio, José Ortiz Rodríguez, José María Mora, Alberto Oviedo Mota y Enrique Ortiz Anaya, tengo decidido ponerme de acuerdo con todos mis colaboradores y amigos que sustentan mis mismas ideas políticas para oponernos al gobierno usurpador, quiero aprovechar la presencia en esta capital de mis amigos los prefectos de Tacámbaro y de Zamora, Martín Castrejón y Pepe Álvarez (sic) para que combinemos las cosas de tal manera que ni se deje de actuar en forma positiva ni expongamos a todos nuestros correligionarios a la venganza de Huerta dejándolos sin medios de defensa..."

Muy animada y entusiasta principió la discusión de este asunto; largo y cansado y sin objeto sería tratar de reproducir las distintas opiniones de los asistentes, y me apenaría expresarlas en forma equivocada, al mencionar los nombres de quienes las emitieron.

Como acontece por lo general en esta clase de reuniones, se habló, se condenó en términos enérgicos la traición huertiana, pero cansados de hablar generalidades, se dio por terminada la reunión cerca de la madrugada del día siguiente, llegando a la conclusión de que por lo pronto, el gobernador Silva debería insistir ante la legislatura local en que se determinara cambiar los poderes a Páztcuaro o Tacámbaro y si esto no se podía conseguir, solicitar licencias cortas provisionales, como recurso desesperado para ganar tiempo entre tanto se conocían con mayores detalles los sucesos de Coahuila, de los cuales circulaban noticias contradictorias. Se designó a los señores. José María Mora, diputado local, y licenciado José Ortiz, Rodríguez, diputado a la federación, para que formularan, de acuerdo con las opiniones emitidas en la junta, un plan concreto de acción efectiva, quedando citados para una nueva reunión el día 25 de ese mes de marzo de 1913.

En tal reunión, cada uno de nosotros diría si se podía contar con seguridad con los elementos armados y pecuniarios que habíamos ofrecido como posibles, para emprender desde luego la lucha.

La preocupación principal del doctor Silva era saber cómo quedarían sus amigos en Michoacán, si él asumía tal actitud de rebelión.

Las comunicaciones que se nos leyeron, procedentes del señor Carranza eran muy lacónicas y no precisaban si al aceptar el doctor Silva la Jefatura que se le proponía, debería marchar a aquel estado norteño, para asumir su puesto al lado del señor Carranza; quedando en duda también, si los elementos que se sublevaran en Michoacán serían comandados por jefes michoacanos, como lo pediría el gobernador Silva, o si tendrían la obligación de subordinarse a los jefes norteños, que comandados por el general Gertrudis G. Sánchez, se encontrarían en Michoacán en breves días.

Poco después del cuartelazo, principiaron a conocerse, por su publicación en los diarios de la Capital, noticias relativas a esa actitud, que produjeron la más grande desorientación en nuestros amigos. El gobernador de Coahuila señor Carranza, había telegrafiado a Huerta llamándolo presidente de la República, los días 20 y 22 de ese mes de febrero, anunciándole el envío de una comisión encabezada por el licenciado Eliseo Arredondo, que según expresión del propio señor Carranza: "... esperaba que se arreglaran satisfactoriamente los asuntos que le traerían...": " El cónsul norteamericano en Saltillo, Mr. Holland, telegrafiaba con fecha 21 del propio febrero al departamento de estado en Washington, diciendo: "El gobernador de Coahuila dará su conformidad a la nueva administración..." y agregaba: ...Toda oposición abandonada aquí..."

Posteriormente, el 27 de febrero, publicaba El país detalles de la entrevista sostenida por los representantes del señor Carranza con el ministro de gobernación de Huerta, Alberto García Granados; comisión compuesta por el propio licenciado Eliseo Arredondo y por el señor Rafael Ramos Arizpe, indicando en concreto que el señor Carranza, tan luego como supo que no se había alterado el orden constitucional con el nombramiento de Huerta, había depuesto su actitud hostil.

Claro que ahora sabemos que esas eran medidas de emergencia tomadas por don Venustiano para ganar tiempo y organizar la campaña que tenía absolutamente decidida, pero, ni todos lo creían así, ni eran éstas las únicas noticias que en tal sentido nos llegaban. Por ejemplo, el 5 de marzo de ese año, había aparecido la noticia de la opinión externada por el licenciado Luis Cabrera, dada sin presión desde el extranjero y no desmentida, que decía entre otras cosas:..." los elementos del maderismo deben cesar en su resistencia pues es un esfuerzo inútil... absteniéndose de obrar hasta conocer los programas políticos de los nuevos hombres..." Estas opiniones que muy posteriormente se trató de explicar, también como un subterfugio indispensable, influyeron de manera definitiva en el ánimo del gobernador Silva al contestar las objeciones de Castrejón y de Álvarez, quienes indicaron en la junta la probabilidad de que fueran sólo recursos inteligentes para ganar tiempo en la organización.

El doctor Silva contestó que así podría ser, pero que en todo caso lo más prudente era esperar el desarrollo completo de los inminentes acontecimientos, antes de tomar el camino de la insurrección que se le proponía.

Otras noticias publicadas en los periódicos de la capital posteriormente daban cuenta de las actividades revolucionarias de los sonorenses, pero también con la mezcla de contradicciones y con falta absoluta de un contacto directo para aclararlas con ellos.

Por fin, el día 20 de marzo de 1913, recibí la visita del señor licenciado Reynaldo García, agente confidencial de nuestras juntas, quien me hizo entrega de la correspondencia de los señores Ortiz Rodríguez y Mora a la que antes me he referido. Los términos de esa carta no son para suponer que se trate de otra cosa que de un movimiento contra Huerta, y además están relacionadas con las frases del señor gobernador: "...Agradezco a usted todo lo que hizo obsequiando nuestras indicaciones que verbalmente le expresó el señor licenciado Reynaldo García."

Otro de los párrafos de tal carta del gobernador Silva dice: "...Quedo enterado de que desde esta fecha empezará a hacer una visita oficial a todos los pueblos del distrito y espero que su relacionada visita será muy provechosa...”

El interés de estas transcripciones consiste en su relación con las instrucciones recibidas por conducto del señor licenciado García a las que se refiere también la carta de los diputados Ortiz Rodríguez y Mora. Como resultado de la comisión que se les dio en nuestra primera reunión, estos señores proponían lo siguiente, según ellos ya aceptado por el gobernador Silva: "Como resultado de las gestiones directas hechas por nosotros por conducto del señor licenciado Manuel Martínez Pastor, representante del gobernador Lizardi de Guanajuato, y del coronel Héctor F. López con la representación del licenciado José Inocente Lugo gobernador de Guerrero, hemos propuesto al doctor Silva y él lo ha aceptado, que se pacte un compromiso de acción conjunta para llevar a cabo un movimiento armado contra el asesino de los primeros mandatarios del país. El licenciado Martínez Pastor nos ha asegurado que el gobernador de San Luis Potosí don Rafael Cepeda, está igualmente de acuerdo en tomar parte en este movimiento para el que cuenta desde luego con las tropas maderistas a las órdenes de los hermanos Cedillo y que enviará un representante confidencial a las reuniones de Morelia. Se tiene la seguridad de contar también con la cooperación de los señores gobernadores de Aguascalientes y de Tlaxcala, reconocidamente adictos al señor Presidente Madero. Todos estos elementos reconocerán la jefatura política de este movimiento en la persona del gobernador Silva., sugiriendo se adopte como lema el de “Muerte al usurpador y asesino Victoriano Huerta”.

Se me ordenó proceder inmediatamente para obtener el compromiso de cooperación del mayor número posible de individuos montados y armados, dándome una lista el señor licenciado García de la personas a las que se refiere la carta de Ortiz Rodríguez y Mora en el párrafo que dice "...Recomendando este asunto.. Si fuere posible a las personas... de que le hablo..."

Como antes se expresó, no es mi intención entrar en amplios detalles, respecto a los planes de insurrección michoacana contra Huerta. Me limitaré a referir aquellos incidentes que dejen plenamente comprobado para la historia los siguientes hechos:

  1. – Que realmente, mi estado natal pugnó con decisión por realizar la insurrección contra el usurpador.
  2. – Que tal movimiento fue ideado y dirigido por nuestro gobernante el doctor Miguel Silva. Y
  3. – Que su fracaso se debió en gran parte, a las noticias contradictorias y desalentadoras que se recibían con respecto al movimiento iniciado por el gobernador de Coahuila don Venustiano Carranza y a la idea equivocada, en mi concepto, de hacer tal movimiento en combinación con varios estados que a la hora de llevarlo al cabo resultaron imposibilitados para cumplir con lo que habían ofrecido. También fue factor determinante de ese fracaso, el carácter bondadoso de nuestro jefe que carecía de las cualidades indispensables para afrontar una acción enérgica de insurrección.

Creo por principio de cuentas, que las cartas, tanto del ingeniero general Pascual Ortiz Rubio; diputados José Ortiz Rodríguez y José María Mora; doctor Enrique Ortiz Anaya; embajador Rubén Romero, así como los párrafos transcritos del folleto escrito por Ortiz Rodríguez con el título de La Insurrección contra Huerta en Michoacán, son pruebas más que suficientes para no dejar lugar a duda respecto a la autenticidad de los dos primeros puntos de mis conclusiones o sea: Que realmente existió en Michoacán un serio intento de insurrección antihuertista y que era dirigido por el doctor Silva.

Antes de abordar el estudio de las causas de su fracaso, quiero dar, lo más concretamente posible, los detalles de su organización.

La carta de Ortiz Rodríguez y de Mora, que me fue entregada personalmente por el licenciado Reynaldo García, se concretaba a darme cuenta de la acción que ellos proponían a la consideración de quienes asistimos a la primera junta de Morelia. Esta resolución era, la de no aceptar la proposición del señor Carranza, contestándola en términos respetuosos, pero diciéndole que el haber contraído antes el compromiso de tomar la jefatura de un movimiento en combinación con otros tres estados limítrofes, hacía imposible esa aceptación. Proponían en cambio aceptar la coalición de gobernadores de San Luis Potosí, Guanajuato, Guerrero y Aguascalientes que ellos veían como muy eficaz y realizable inmediatamente, por los contingentes armados que esos gobernadores decían tener disponibles.

Antes de proceder al levantamiento, había que esperar que en la segunda junta de Morelia citada para el 25 de ese mes de marzo de 1913, se recibieran las contestaciones de los prefectos Martín Castrejón; José Carmen Luviano y José Álvarez; del coronel Héctor F. López, representante del gobierno de Guerrero y de los cercanos colaboradores del doctor Silva en Morelia, ingeniero Pascual Ortiz Rubio jefe de un batallón irregular maderista; Alberto Oviedo Mota y José Ortiz Rodríguez. Deberían manifestarse respecto al número de hombres dispuestos a salir desde luego, montados y armados. Sus contingentes se unirían a las fuerzas cedillistas que ofrecía don Rafael Cepeda gobernador de San Luis y a las de Guanajuato que al mando del teniente coronel Peña jefe de las armas, había ofrecido el licenciado Manuel Martínez Pastor, representante del gobernador Lizardi de Guanajuato. Después nos reuniríamos en Zamora, que estaba completamente desguarnecida, y marcharíamos a los Reyes, Uruapan y Tacámbaro en donde unidos a las fuerzas de Martín Castrejón, continuaríamos a Huetamo en cuyo lugar estarían ya los contingentes de José Carmen Luviano.

Las personas de quienes en su carta me hablaba el licenciado Ortiz Rodríguez y que según él, debían proporcionarme dinero y armas para mi gente, eran ocho prominentes y ricos individuos que habían sido incondicionales y entusiastas partidarios del doctor Silva, en su candidatura para gobernador del Estado, pero que por sus ideas de filiación de orden como ellos las llamaban, no sólo se hubieran negado a cooperar de esta manera en un movimiento armado, sino que yo consideré desde luego inconveniente comunicárselos pues eran muy capaces de pensar que en conciencia estaban obligados a denunciarlo. Así se lo hice comprender al licenciado Reynaldo García con la suplica de informarlo al doctor Silva, indicándole que mi plan era salir inmediatamente en una excursión a caballo, acompañado de algunos amigos, dando la noticia de que haría una visita oficial a todos los municipios de mi distrito para conocer sus necesidades; pero en realidad me proponía hablar personalmente con mis amigos y correligionarios de absoluta confianza y capaces de actuar armados, para saber qué elementos de lucha inmediata podría yo ofrecer.

El movimiento de los contingentes de Morelia, custodiando a nuestro jefe el doctor Silva, era un secreto, limitándose a decirme que lo encontraríamos en Huetamo a nuestra llegada.

No debemos olvidar que en 1913 no existían las carreteras que hoy hacen posible una movilización, relativamente rápida, de Morelia a Huetamo.

El párrafo de la carta del gobernador Silva, de fecha 14 de marzo de 1913, se refiere precisamente a esta excursión mía en la llamada visita a los municipios y dice:

...Quedo enterado de que, desde esta fecha empezará a hacer una visita oficial a todos los pueblos del distrito...”.

Mi visita fue de buenos resultados para mi aportación de elementos armados. Tuve ofrecimiento completamente seguro de los amigos que me acompañarían en la sublevación, y algunos de ellos me acompañaron de hecho desde este recorrido, que no dejó de alarmar al elemento clerico–reaccionario, al grado de que, La Bandera Católica, semanario que era órgano del Partido Católico en Zamora, publicó una información tendenciosa diciendo: "...nosotros no creemos, como se asegura en público, que la visita del prefecto José Álvarez, haya tenido por objeto entrar en relación con los elementos sublevados contra el gobierno federal..."

Creo de justicia hacer referencia a los amigos comprometidos a seguirme en esta aventura y sus contingentes, que fueron los siguientes:

1º Rafael Espinosa, agrarista del rancho La Nopalera, con doscientos hombres montados y armados. Posteriormente coronel jefe de un regimiento de mi brigada en la división que mandaba el general Joaquín Amaro.

2º Miguel de la Trinidad Regalado, agrarista del pueblo de Atacheo, con cincuenta hombres montados y armados. Posteriormente militó también a las órdenes del general Amaro.

3º Los hermanos Francisco y Luis Vaca, que dominaban todos los once pueblos de La Cañada, desde Chilcota hasta Tanganícuaro. Muy estimados en su región y que cooperarían con trescientos hombres.

4º Mi condiscípulo y amigo J. Nepomuceno Silva, de Tangancícuaro, que afortunadamente vive aún (1965) y que con un contingente de cincuenta hombres armados se nos reuniría desde luego.

Por último, de mi pueblo natal Zamora, un selecto grupo de mis amigos íntimos, que dirigidos por Adolfo Gómez, Manuel Martínez Amezcua, Agustín Méndez Macías, Carlos García y Florentino Melgoza de Purépero, irían personalmente conmigo y con el contingente de cien hombres armados, formado por individuos de nuestra servidumbre de absoluta confianza y fidelidad. Con ellos me presenté, al confirmarse el fracaso del movimiento, ante el general Amaro y en mi hoja de servicios certificada por la entonces secretaría de Guerra y Marina se hace constar: ...Se presentó con fuerzas revolucionarias de Michoacán...

Así, el total de mi contingente que aportaría al movimiento planeado por el gobernador Silva, sería:

Rafael Espinosa: 200 Hombres

Miguel Regalado: 50 Hombres

Francisco y Luis Vaca: 300 Hombres

Nepomuceno Silva: 50 Hombres

Mi contingente: 100 Hombres

                                               

Que hacen un total de 700 hombres armados, que sin las exageraciones de quienes ofrecían miles, hubieran podido desempeñar un buen papel en la lucha.

Con este ofrecimiento me presenté a la segunda junta de Morelia el 25 de marzo de 1913. Un día antes de que se firmara el Plan de Guadalupe.

Ahora bien, de acuerdo con mi costumbre, antes de seguir adelante con la narración de lo acontecido, quiero transcribir algunos párrafos del libro titulado Zamora Ensayo Histórico y Repertorio Documental que aun cuando refiere acontecimientos posteriores, sirve en mi concepto para dejar en mis lectores la certeza de que estoy relatando la verdad. Ese libro fue escrito por el inteligente joven historiador michoacano Arturo Rodríguez Zetina en 1952, no es de tendencias políticas revolucionarias pero se apega completamente a la verdad de los hechos, y dice:

 

...1914: entra en la ciudad el general José Rentería. La ciudad preparaba las tradicionales fiestas religiosas al sagrado corazón de Jesús, para el día 31 de Mayo. El día anterior se propaló la noticia de que el general José Rentería Luviano se acercaba con numerosas fuerzas; y por ese motivo varias personas hablaron con el prefecto José Álvarez en solicitud de armas para defender la población. Este funcionario aseguró que este era su propósito; pero a última hora la plaza quedó indefensa y en la madrugada del 31 de ese mes, Rentería se apoderó de la ciudad y se llevó veinte mil pesos de la Catedral... Los revolucionarios salieron ese mismo día por la tarde con rumbo a Guaracha ...José Álvarez había sido nombrado prefecto por el doctor Miguel Silva, quién gobernaba entonces a Michoacán. En el desempeño de sus funciones en este distrito le tocó la Decena Trágica y a la muerte del señor Madero la situación del expresado señor Álvarez fue difícil, pues de seguro Victoriano Huerta tendría que perseguirlo tarde o temprano. Sin embargo, se sostuvo por algún tiempo en esta población, pero procuró minar el huertismo, proveyendo de parque y armas a los descontentos entre quienes se contaba Rafael Espinosa que vivía en la Nopalera, rancho cercano a esta ciudad. Suponemos que ésta fue la razón por la cual no resistió a Rentería Luviano y al ausentarse se ocultó, según decían, en el rumbo citado antes o en Yurécuaro. De regreso estuvo en la prefectura hasta que doctor Miguel Silva dejó el gobierno del estado (10 de Junio de 1913). Para sustituirlo vino don Octavio de la Peña. Al desembarcar los marinos de la vecina nación del norte en nuestro puerto de Veracruz el día 21 de abril de 1913, el pueblo de Zamora sintió indignación, máximo cuando el prefecto recorrió la ciudad excitando a los vecinos para que se prepararan convenientemente a rechazar a los invasores. Se organizó una manifestación y en son de burla llevaban los más exaltados un burro viejo y flaco al cual ataron en la cola una bandera americana. ...y más adelante relata la conducta del verdadero prefecto huertista don Benjamín Barragán diciendo:... En el mes de junio se proclamó patrono de la República al sagrado corazón de Jesús, hubo una procesión pública encabezada por el excelentísimo señor doctor José Othón Núñez, el general Mancilla y el prefecto Benjamín Barragán, quienes iban en coche descubierto, formando guardia al santísimo sacramento...

Esta era la clase de autoridades políticas durante el llamado gobierno de Victoriano Huerta y no los liberales michoacanos. Se ve por esta relación que hace un joven historiador de imparcial y verídico criterio, que el clero y el prefecto huertista, caminaban de acuerdo con el usurpador.

He querido adelantar la transcripción de esos párrafos del libro, cuya existencia yo ignoraba hasta hace poco meses, escrito por mi paisano el joven historiador Arturo Rodríguez Zetina, porque sus datos aclaran por qué motivo no acepté dar armas a los vecinos, que las pedían para rechazar al general revolucionario José Rentería Luviano; por qué me ausenté y no me uní a él a su entrada en Zamora; por qué motivos la ciudad, y el distrito todo se encontraban completamente desguarnecidos; como esas noticias confirman que durante mi actuación de los últimos meses, proporcioné armas y parque a quienes deberían ser más tarde mis soldados contra Huerta; cito entre ellos a Rafael Espinosa, de quien he dejado escrito que fue posteriormente jefe de regimiento de mi Brigada.

Al llegar a la relación que haré en seguida del fracaso del movimiento silvista y dar a conocer la carta original del gobernador Silva que contiene sus últimas instrucciones para el movimiento, haré notar la forma en que coinciden con ella los diversos pasos que yo di al recibirlas.

Analizaré antes brevemente, lo acontecido en nuestra segunda junta. La noche del 25 de marzo de 1913, como estaba determinado, volvimos a reunirnos en Morelia en la casa del gobernador Silva. La característica de tal reunión fue de una impresión generalizada de que el proyecto del movimiento combinado con los gobernadores amigos, propuesto por los comisionados Ortiz Rodríguez y Mora, debía considerarse como definitivamente fracasado. Todos llevábamos malas noticias a este respecto.

Alguien dio lectura al telegrama que los hermanos Cedillo de San Luis Potosí dirigieron a Huerta reconociéndolo como Presidente y esas fuerzas eran las principales con que había dicho contar para agregarse a nuestro movimiento el gobernador Cepeda de aquel estado. Ya sabíamos que posiblemente denunciado por quienes él creía sus amigos, Cepeda había sido hecho prisionero y próximo a ser asesinado por el gobernador del distrito, en la penitenciaria.

Cansado y molesto para mis lectores sería mencionar siquiera la cantidad de documentos con noticias desalentadores que en esa reunión se leyeron.

Se repitió hasta el cansancio el deprimente comentario relacionado con los telegramas del señor Carranza a Victoriano Huerta y la entrevista que sus comisionados Eliseo Arredondo y Rafael Ramos Arispe tuvieron con el secretario de gobernación, asegurando al gobierno huertista que Carranza había depuesto su actitud.

Martín Castrejón hacía notar que el Plan de Guadalupe cuya copia habíamos recibido, no estaba firmado por Carranza sino por un grupo de sus jefes y oficiales, como así fue realmente.

En carta del 10 de abril de 1913, el doctor Miguel Silva me dijo:

 

Señor prefecto del Distrito, Don José Álvarez –Zamora.– Estimado y fino amigo:

Con su propio enviado a quien supongo de confianza, contesto la grata de usted fechada el del actual y de una manera categórica y definitiva voy a indicarle mi última resolución en el asunto de la actitud que debemos asumir, una vez que como usted dice, los liberales no debemos permanecer inactivos ante la gran catástrofe nacional.

Partiendo de la base de que usted es un decidido partidario mío… paso a darle las siguientes instrucciones que colmarán su justa ansiedad.

  1. Por ningún motivo es conveniente lo que Ud. Me propone respecto a su separación del puesto, pues esto equivaldría a dejar ese terreno en manos del enemigo. Es casi el único Distrito en que tengo confianza y no debe Usted dejarlo en manos enemigas.
  2. Por cualquier medio pondrá usted en libertad a los individuos que como contingente de sangre les serán enviados de distintos rumbos antes de que lleguen fuerzas a recogerlos.
  3. Procurará usted por cuentos medios estén a su alcance, guardando la mayor prudencia, alejar todas las fuerzas federales o del estado que hay en esa población y en todo el Distrito, advirtiéndole que ya procuro yo ayudarlo sobre este punto. No permita usted la formación de grupos armados de particulares bajo el pretexto de defensas sociales o cualquier otro.
  4. No acepte usted, combinación y cooperación alguna con elementos de los actualmente en armas pues se trata de pequeñas partidas de gente de desorden sin orientación política ninguna y ESTORBARÍAN EN UN MOVIMIENTO SERIO COMO EL NUESTRO.
  5. La salida a Huetamo debe ser tan pronto como consiga yo las armas, a cuyo efecto salgo el próximo sábado 19 para México y el aviso a usted, será en el telegrama de la persona que ya usted sabe. Avise usted a los amigos que me indica a fin de que estén prevenidos pero sólo a los que sean de usted perfectamente conocidos.

Esperando que todo marchará bien y recomendándole nuevamente mucha prudencia y discreción para no hacernos fracasar, me repito como siempre de usted afectísimo amigo que lo aprecia.

Miguel Silva. Rúbrica

 

Después de su viaje a México, el doctor Silva estuvo tres meses más en el gobierno. Durante ellos pudo salvar la vida de dos de sus colaboradores; Martín Castrejón y José Rentería Luviano a quienes los reaccionarios de sus localidades acusaban de maderistas y que aprehendidos por las fuerzas federales fueron remitidos a México y de seguro que hubieran sido fusilados allí sin la intervención del doctor Silva. En esos meses el doctor Silva preparó su salida y esperó la oportunidad para dejar el poder, lo que realizó el día 10 del mes de junio siguiente.

El día 11 de junio de 1913 envié un telegrama al secretario de Gobierno en los siguientes términos:

“Habiéndose separado de la primera magistratura del estado el señor doctor Miguel Silva a cuyas reiteradas instancias servía yo la prefectura de este Distrito y a efecto de dejar en absoluta libertad al señor gobernador Yarza, suplico a usted se sirva darle cuenta con mi formal renuncia que por medio del presente formulo. Prefecto José Álvarez”.

La Secretaría de Gobernación me envió un comunicado en el sentido de que “el atento oficio de usted número 308 fecha 13 de abril del actual ha dejado impuesto al C. gobernador de que el mismo día hizo usted entrega de la prefectura de ese Distrito al C. Benjamin Barragán previas las formalidades legales. El mismo Supremo Magistrado por mi conducto da usted las gracias de la buena voluntad con que prestó los servicios durante el tiempo que estuvo al frente de esa propia oficina. Fechado de junio de 1913”.

Posteriormente el doctor Silva tuvo que salir escapando a la ciudad de México, pasó por Cuba, se incorporó con don Venustiano Carranza en Sonora, cumplió una comisión como cirujano en jefe de la división del norte lo que lo llevó a colaborar en forma cercana con Francisco Villa, regresó a la capital de la República, y la orden de aprehensión dictada en su contra por Carranza lo llevó a huir a la Habana en donde murió.

Por mi parte, una vez fracasado el proyecto de levantamiento silvista, marché con los hombres que tenía reclutados y armados a incorporarme con alguno delos jefes revolucionarios que operaban en Michoacán, logrando hacerlo con el general Joaquín Amaro. Por la fuerza que llevaba y el antecedente de haber sido prefecto político de Zamora, se me ofreció el grado de coronel pero solicité que me otorgara el de sub teniente. Después, por méritos en campaña, fui ascendido a coronel y tuve varios puestos de carácter militar como: jefe de Estado Mayor de la Tercera División del Noroeste; jefe de Estado Mayor de la División del Norte, organizada por el general Álvaro Obregón, al mando del general Plutarco Elías Calles. Y finalmente jefe del estado Mayor Presidencial de Calles.

Al triunfo de la revolución contra Victoriano Huerta, en 1915 fue designado prefecto político del Distrito Capital de la ciudad de Morelia, nombramiento que firmó el señor gobernador general Alfredo Elizondo.

Pocos días después fueron abolidas las prefecturas y se cambió mi nombramiento por el de presidente municipal del Distrito de Morelia. Más tarde fui designado secretario particular del gobernador Elizondo. Y al verificarse las elecciones para el Congreso Constituyente resulté postulado y electo por el Distrito de Uruapan.

General José Álvarez y Álvarez de la Cadena