¿De dónde salió tanto odio y deseo de lastimar? No importa la edad o el estado civil, muchos del sexo masculino, que no hombres, tienen una gran saña por atacar desde niñas hasta ancianas...
Hoy 8 de marzo, día Internacional de la mujer, les comparto una fotografía de 1968, en donde estoy en una boda con compañeras de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Yo, la de la izquierda y Rosario Green la primera de la derecha.
Llegamos las dos de provincia, después de haber sido compañeras desde primaria, secundaria y preparatoria, impresionadas por las instalaciones de la Ciudad Universitaria, la cantidad de alumnos y desde luego la gran Ciudad de México.
En la avenida Insurgentes se paraban los estudiantes a pedir “aventón” para la Universidad sin ninguna preocupación de secuestro o ataques sexuales. En los transportes públicos, la única inquietud radicaba en que algún abusivo te diera una nalgada, pero nada más. Me tocó ver a una compañera llorando por esta situación.
La vida en CU era muy agradable, en clases discutía mucho con los maestros y cuando ganaba apoyada por mis compañeros, me sentía muy realizada.
Cuando pasé al tercer año, consideré que podía con más y me inscribí en la Facultad de Derecho, de la UNAM. Iba en las mañanas a una Facultad, y en la tarde a la otra. Me encantaron las dos y saqué muy buenas calificaciones.
Mi padre siendo un diputado constituyente, general revolucionario y Jefe de Estado Mayor presidencial, afortunadamente no era machista y me apoyó durante toda mi vida, especialmente en la preparación profesional. Me esperaba los fines de semana para que le compartiera mis experiencias, nuevos conocimientos y le entregara mis boletas de calificaciones para elaborar un álbum, mismo que aún conservo. Mi atención se centraba en que él esperaba nueves y dieces; tenía que cumplir para no decepcionarlo.
Para mi tesis profesional de la licenciatura en Ciencias Diplomáticas, me llevó con Luis N. Morones y Emilio Portes Gil con el fin de que me dieran entrevistas relacionadas con el tema de mi tesis, él también lo hizo.
En el examen profesional de la facultad de Derecho invitó a sus compañeros del Congreso Constituyente para que lo acompañaran y se le veía muy orgulloso.
En las aulas habíamos pocas mujeres, pero nunca me faltaron al respeto y solo un maestro, Floris Margadant, me mandó por un café antes de darme la calificación de Derecho Romano, pensé en negarme y enfrentarlo, pero eran exámenes anuales de las dos facultades y el suyo era el último, como ya quería ir a mi casa de vacaciones, me dispuse a salir por su café contra toda mi dignidad que se encontraba aplastada, cuando un compañero se me acercó y corriendo me lo trajo. Nunca olvidaré este apoyo, y mucho menos la agresión, que comparada con lo que sucede ahora, parece una nimiedad.
Me recibí de las dos carreras con una diferencia de dos años, tal como lo inicié. Inmediatamente me puse a trabajar, primero como catedrática por oposición en la de Ciencias políticas; en el Conacyt; y en el Seguro Social, después me casé y me mudé a vivir a Puebla, en donde fui diputada local –éramos solo cinco mujeres–empresaria, litigante, periodista y escritora.
Mi esposo Alejandro C. Manjarrez siempre me apoyó en mi desempeño profesional, solo no participé en el área diplomática, que fue mi primera licenciatura, porque tuve 5 hijos a los cuales elegí dar mi completa atención, salir del país no lo permitía, si duda, fue una muy buena decisión.
Rosario Green Macías por su parte, tomó el camino diplomático con gran éxito: fue política destacada, Canciller de México, Embajadora y Subsecretaria de Asuntos políticos de la ONU. Su talento y capacidad la llevaron a esos altos puestos.
Ahora siento una gran satisfacción de ver a las mujeres empoderadas, participando en política, cultura, en cargos empresariales y en casi todas las actividades con la misma o a veces mayor capacidad que algunos hombres.
En mi época los varones decían que para obtener éxito usábamos las lágrimas o el coqueteo, pero como ven, estudiábamos y trabajábamos responsable e intensamente.
La violencia en general ha aumentado, sin embargo, en los hombres la principal causa de muerte es por armas de fuego o blancas y en riñas, asaltos o venganzas. Por otro lado, en el caso de las mujeres, la mayoría de las agresiones son provocadas por violencia de género, por el odio de parejas o personas cercanas. Las cifras del INEGI indican que 7 de cada 10 mujeres han sido víctimas de violencia de género, especialmente las niñas y las universitarias.
¿Qué pasó, el precio por reconocer y hacer valer nuestros derechos y capacidades fue la gran violencia que se desató contra las mujeres?
Ya casi ninguna se atreve a subirse a un coche desconocido para un “aventón”, está consciente de que es muy posible que la secuestren para violarla o asesinarla.
Todos los días nos enteramos y vemos familias protestando porque no encuentran justicia para sus hijas desaparecidas o asesinadas.
¿De dónde salió tanto odio y deseo de lastimar? No importa la edad o el estado civil, muchos del sexo masculino, que no hombres, tienen una gran saña por atacar desde niñas hasta ancianas.
¿Qué ha pasado?
¿Qué podemos hacer para evitarlo?
¿Tendremos que aceptarlo como precio de nuestros logros?