Puebla, el rostro olvidado (El Fantasma Decimonónico, El PAN, segunda parte)

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El fantasma decimonónico

El PAN

Con Acción Nacional sucede lo msmo que en todos los fenómenos sociales donde se mezclan los intereses financieros con los religiosos y los particulares. Ocurren enfrentamientos que provocan divisiones y vulneran al partido ante los ojos de su militancia y los ajenos. De ahí que tanto el PAN como el PRI y la llamada izquierda mexicana, tradicionalmente dividida por su afán personalista y protagónico, se están enfrentando a una grave división interna. Sin embargo, la sabiduría del sistema político mexicano convierte en saludables tales pugnas, pues de ellas sobrevive la selección de los más aptos y capaces desde un punto de vista social y político. Y además el Estado se enriquece con las aportaciones y las inteligentes críticas ideológicas.

    En 1995 apareció un grupo de herederos de esa extraña mezcla de intereses, pasiones, ideología y vocación religiosa. Su presencia permitió al pueblo cobrar agravios al gobierno (se había derrumbado el peso y la corrupción desbordó todos los diques construidos por el poder) y además le dio oportunidad a una parte del sector patronal poblano de recuperar parte del dinero invertido en actividades panistas: a instancias de un grupo de empresarios, fue postulado para candidato a alcalde Gabriel Hinojosa Rivero y, en su plantilla, varios miembros de la familia y otros tantos socios patrocinadores del PAN.

    Las elecciones fueron desastrosas para el gobernador Manuel Bartlett, hasta entonces considerado invencible en los asuntos electorales. Fue derrotado en las principales ciudades de la entidad –entre ellas la de Puebla–, circunstancia que exacerbó el entusiasmo de la dirigencia panista, al grado de perder la noción ética: se despachó con la cuchara grande, desde los contratos de obra pública y proveduría, hasta las posiciones burocráticas del ayuntamiento poblano.

    Como respuesta defensiva el gobierno Bartlista modificó algunas leyes relacionadas con la obra y la administración pública. También reestructuró la formalidad jurídica del Programa de Desarrollo Regional Angelópolis, con el objeto de mantener lejos de su administración a los ayuntamientos panistas (los principales: San Andrés Cholula, San Pedro Cholula, Huejotzingo, San Martín Texmelucan, Tehuacán y Puebla). Y no cedió el control del agua potable argumentando la ubicación y repercusiones de los manantiales (el agua se extrae en Nealtican, Puebla, y su distribución incluye a varios municipios). Esas tensiones, ataques y defensas, propiciaron una muy mala relación entre ayuntamiento y gobierno estatal. Debido a los candados impuestos por Bartlett y a la deficiente respuesta política del alcalde, la ciudad de Puebla entró en un proceso de deterioro, según los análisis oficiales, iba a costarle al PAN la derrota en las elecciones federales de 1997.

    Efectivamente, el PAN perdió en Puebla las elecciones que esperaba ganar por un amplio margen y Bartlett y sus corifeos echaron a volar la Campana María y todas las demás. El entusiasmo les impidió ver que ese triunfo no surgió de los dislates de la administración municipal ni de los candados impuestos por el gobierno estatal, y menos aún porque el pueblo estuviera convencido de la solvencia política y honestidad personal de los candidatos priistas. Perdieron de vista, pues, que gracias al Partido de la Revolución Democrático (PRD), en especial el efecto Cuauhtémoc, el voto de castigo se desvió para favorecer al partido del sol azteca en detrimento del PAN. En los cuatro distritos de la capital poblana los candidatos priistas ganaron gracias a los miles de votos a favor del PRD, cantidad que superó por mucho la diferencia entre PRI y PAN, primera y segunda fuerza electoral respectivamente.

    De no haber sido por los votos en favor del perredismo, Bartlett habría perdido la fuerza política nacional que salió a relucir en los meses siguientes.

Alejandro C. Manjarrez