Cuando amar significa dejar ir

Salud y orientación
Tipografía
  • Diminuto Pequeño Medio Grande Más Grande
  • Default Helvetica Segoe Georgia Times

Es imprescindible liberar a nuestro prisionero, cualquiera que sea el caso, porque al final, ya no queda nada de lo vivido, y es mejor que el amor que un día se vivió, lo siga haciendo en el único espacio que queda, los recuerdos; de otra forma, morirá y te carcomerá el alma, arruinará todo para ambos...

Sólo una vez he amado profunda e intensamente y desde entonces he decidido no volver a hacerlo; huí de ese amor por asfixia y cobardía, no supe manejar las circunstancias y tampoco tenía herramientas para hacerlo, y en el doloroso recuerdo de ese amor, me quedé varada.

Después de doce largos años, el tan esperado reencuentro fue espantoso, simplemente ya no éramos los mismos; él sintió su vida arruinada por mi abandono y lo demostró estancándose por muchos años en una relación tormentosa; y yo simplemente no encontrando mi lugar, como viviendo una vida ajena y en un país extranjero. Ambos esperábamos que el otro nos buscara y yo tardé doce años en dar ese paso, lo pensé tantas veces, pero nunca me atreví; me parecía que seguramente su vida era linda y yo no tenía derecho a desestabilizarla, al menos así calmaba un poco mi ansiedad, hasta que un día me di cuenta que mi vida permanecería sin sentido a menos que yo diera el tan temido paso, buscarlo. La realidad me tomó por sorpresa, una montaña de rencor y reproches cayó sobre mí a una velocidad vertiginosa y me dolió lo indecible. Tuve que aceptar que pese a mis sentimientos, el tiempo de la relación ya había pasado y con ello la oportunidad de estar juntos se había desvanecido, no podría luchar contra ello, no había forma. Por mi parte, sentí que me dejó ir muy fácil, no como en los cuentos en donde luchan por el amor del otro. Ambos dolidos y destrozados, por cosas que habían sucedido hace tantos años.

Muchas veces nuestras emociones se quedan congeladas en el tiempo y creemos que todo lo demás lo hará también, pero no es así; todo pasa y todo cambia. El amor requiere cercanía y cuidado, protección y cobijo, paciencia y tiempo fuera, calma ante la adversidad, arrepentimiento y perdón, pero para todo ello hay un tiempo, no encuentro otra palabra en español, pero el vocablo en inglés es específico, la vida tiene un “timing”, y no podemos ir en contra de él, y posponer las cosas es ridículo y soberbio, la vida misma no tiene permanencia, por qué lo tendría todo lo demás. Finalmente es un asunto de dos, siempre hay dos versiones de la misma historia, aunque una parte esté dispuesta a continuar; si la otra decide no hacerlo, no hay nada que hacer, no podemos mover voluntades, sólo hacer propuestas porque la primera cosa que el amor requiere para existir es respeto, y cuando hemos hecho o nos han hecho mucho daño, resulta imposible echar marcha atrás.

Ante estas circunstancias y sin que el otro tenga que pedirlo, requerimos dar la muestra más grande de amor de la que somos capaces, dejar ir al otro, no atarlo más, porque de lo contrario nos convertimos en victimarios, perpetradores, distorsionando el verdadero sentido del amor. Se puede de igual manera atar a alguien con quien convivimos todo el tiempo, como alguien con quien no concluimos, en donde se quedaron asuntos pendientes. Amar también significar soltar, ayudar al otro alejándonos a pesar del dolor, sin recriminaciones ni necesidad de explicaciones, soltar definitivamente y con agradecimiento por lo vivido. Aquí no existe espacio para las amistades; no se podría, porque una parte está dispuesta a seguir y la otra no soporta más quedarse; la amistad en cambio, nace de la igualdad de circunstancias y emociones, de lo contrario no florece.

Es imprescindible liberar a nuestro prisionero, cualquiera que sea el caso, porque al final, ya no queda nada de lo vivido, y es mejor que el amor que un día se vivió, lo siga haciendo en el único espacio que queda, los recuerdos; de otra forma, morirá y te carcomerá el alma, arruinará todo para ambos. Requerimos asumir las consecuencias de nuestros actos, aunque sean insoportablemente dolorosas. Intentar quedarse o retener a alguien por la fuerza es locura desmedida. Es el recuerdo de todo lo maravilloso que fue, lo que nos tiene sorbido el seso, lo que despega nuestros zapatos de la realidad de que un amor tan especial se haya muerto; no damos crédito a que esto haya sucedido y nos arruinamos la vida intentando regresar el tiempo que inevitablemente ya transcurrió; lo negativo del asunto es que esto cierra toda posibilidad de volver a amar.

Esta vez no se requiere de un gran ejercicio o ritual, sino la valentía de decir: gracias, gracias por todo lo vivido, y honrando lo maravilloso de este amor, simplemente desaparecer de la existencia del otro. A estas alturas, las explicaciones salen sobrando, liberar al otro de nuestra presencia en silencio y en paz es la muestra más grande de que a pesar de todos nuestros actos egoístas, errores y fallas, amamos profundamente.

Necesariamente sería la regla para soltarlo todo, apegarnos, atarnos, atar, amarrar, amordazar, bajo ninguna circunstancia es sano, para nadie, en ningún tipo de relación. Es vital dejar ir lo que ya no debe permanecer, y cada uno sabe lo que tiene que dejar ir, siempre sabemos cuando una relación ya dio todo lo que tenía que dar, pero por necios nos quedamos, sabiendo que tenemos una flor que sólo florece una vez en su vida, queremos, por lo hermoso que fue, verla florecer de nuevo, pero en el fondo sabemos que simplemente es imposible ¿Qué no daríamos porque fuera diferente? Pero nada puede hacerse ya, al final estamos hechos de nuestras decisiones y somos el producto de nuestras consecuencias, lo único que queda es aprender de ellas.

Amar a veces significar dejar ir y estar libres para comenzar a reconstruirnos, asumir nuestro estado en ruinas y volcar todo ese amor de vuelta a casa, a nuestro corazón, comenzar a amarnos a nosotros mismos sin juicios, porque tampoco a estas alturas son necesarios. Lo único necesario es comenzar a explorarnos, a reconocernos, a recorrernos, para así subsanar las carencias que nos han llevado hasta este punto. Es descansar en el vacío, porque ya no hay más tensión por tratar de atar a nadie, es tener tiempo para nosotros y recapitularnos por completo, tomar decisiones sanas, las cuales sólo se dan en la calma, no en la agitación de intentar controlar la voluntad de alguien más. De lo contrario, no podremos entender que el amor a esta profundidad no sólo se da una vez en la vida, sino que él espera como buen maestro a que estemos listos para sorprendernos con su divina presencia.

Esther Guadarrama Benavides