La doble moral

Alejandro C Manjarrez
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Mi sueño es como el de Picasso: tener mucho dinero para vivir tranquilo como los pobres.
Fernando Savater

Dinero llama a dinero.
Dicho popular

¿Qué buscaba el que llegó a ser presidente municipal de su pueblo?

¿Qué motivos tuvo aquel que quiso y pudo ser gobernador de su estado?

¿Cuál fue el interés de quienes después de pasar por diversos cargos arribaron a la presidencia de la República?

¿Qué pretenden los políticos que buscan una diputación o el escaño del Senado?

La respuesta a cada pregunta es la misma: poder y dinero, o al revés si partimos de las enseñanzas del profesor Carlos Hank González.

Claro que hay excepciones honrosas y honradas. Cuéntelas con los dedos de su mano derecha. Y en esa contabilidad incluya a todos los políticos que obtuvieron el poder impulsados por el partido que usted quiera.

Uno de esos “animales raros” es sin duda la famosa Xóchitl Gálvez. Su “rareza” consiste en que tiene dos vertientes; una es el léxico que usa (“así hablo en mi casa”, dice), y la otra su verticalidad digamos que burocrática. A esto se debe que la señora haya reconocido que “el gobierno da para vivir, pero no para que alguien se vuelva millonario y menos para mantener tres generaciones completas”.

Después de leer lo que acabo de transcribir para usted, se me ocurrieron las preguntas con que inicio la columna. E hice un ejercicio de memoria tratando de encontrar a un ciudadano o ciudadana que pueda formar parte de esos cinco dedos de la mano derecha (o la izquierda, si se es zurdo). Pero el recuerdo de Santo Tomás de Aquino se me atravesó y pensé en el “hasta no ver no creer”. De ahí que me di a la tarea de buscar un político que a pesar de sus cargos sea pobre o que haya terminado sus gestiones pobre (no a un pobre político, que por cierto abundan).

Le di vueltas y vueltas al tema y no me atreví a meter las manos a la lumbre (ni siquiera uno de los dedos) por algunos que aparecieron en el rincón cerebral de mis recuerdos. “¿Qué hacer para brincar el escollo que yo mismo construí?”, me dije. Fue entonces cuando para justificar mi fracaso tomé la decisión de citar a otra mujer, también de las honestas comprobadas. Me refiero a la periodista y escritora Elena Poniatowska. Las palabras que a continuación transcribo las dijo a Réplica (número 8, abril-2007).

“Yo conocí a uno que decían que era tonto porque no había robado; su casa era muy modesta. Se llamaba Ignacio García Téllez. Fue director del Seguro Social en época de Lázaro Cárdenas. Decían que era un pendejo. Toquemos madera para que haya muchos así, hacen mucha falta”.

En efecto, respetado lector, México podría estar lleno de pendejos (por algo tenemos al PUP) pero casi nadie es del tipo que menciona la periodista. Lo que abunda son los funcionarios públicos (o ex) que se adaptan a la definición de Xótlitl Gálvez. O sea los que les alcanza para rentar aviones privados, circunstancia que –sentencia la ex funcionaria foxista– sólo es explicable chingándose el dinero, no hay de otra”.

Y bueno, muchos alcaldes, gobernadores y presidentes de la República se “chingaron el dinero”. Por ello su fortuna abarca varias generaciones. El famoso Arturo Montiel, por ejemplo, quien construyó varias mansiones, entre ellas la que está en la zona ecológica protegida, la cual se encuentra en la costa del Pacífico. Se trata de una residencia que podría avergonzar al mismísimo Bill Gates e incluso a Carlos Slim.

Dirá cualquier exegeta de los vicios burocráticos que no hay por qué “chingarse la lana” (perdón el uso desmedido de la frase, pero es el que mejor se adapta). Y argumentaría que sólo hay que hacer buenos negocios o construir mucha obra pública aplicando en famoso 10 por ciento de comisión. Si no le basta al lector esta sutil y fugaz referencia conceptual, entonces búsquele por ahí hasta encontrar las respuestas a las preguntas que enseguida apunto:

¿Qué cantidad destinaron sus gobiernos municipales o estatales a la obra pública?

¿Qué hacen actualmente los ex munícipes y ex gobernadores, es decir, cómo y en dónde viven?

¿Qué hacían antes de llegar al poder los que hoy son ex tan solventes como millonarios?

¿Cuánto dinero tenían cuando llegaron al servicio público y con cuánto se retiraron?

¿Cuántas propiedades registraron antes de subirse al poder y cuántas tienen hoy?

Claro que son datos difíciles de obtener debido a la “cultura” que existe en el ámbito de la administración pública, tradición que bien podríamos resumir con el famoso “que no quede huella”.

Y así es en efecto: no dejan huellas. Sin embargo, la sociedad civil se ha encargado de buscarlas y, para desventura de muchos, se han encontrado cruzando información e indagando entre los familiares de quienes llegaron al poder con una mano atrás y otra adelante, para después usar esas mismas manos en el reparto de la lana a sus familiares, socios y cómplices.

¿Y qué es lo que primero que hace un político pobre que quiere dejar de serlo?

Pues construir o adquirir casas cerca del mar (como Montiel) y usar el dinero público para viajar o mandar a su familia de vacaciones en aviones privados. En fin, créame el lector que hay mucha tela de dónde cortar. Sólo hay que animarse a seguir el ejemplo de Xochitl y Poniatwska, partiendo obvio de adoptar su vocación por la honestidad...

 

Alejandro C. Manjarrez