Jorge Valdano, testigo de “Dios” en el mundial de México (1986), fue un “espectador privilegiado del gol “pícaro o tramposo (depende del lado del océano desde donde se mire)” que hizo campeón del mundo a Argentina.
El que fuera seleccionado argentino y después director técnico del Real Madrid, escribió en sus “cuadernos” que la pelota rebotó en él antes de que Maradona fuera a discutirla con Shilton, y que a diez metros de distancia, tirado en el suelo, vio cómo se resolvía la jugada
Cuenta Valdano:
“No me enteré de la mano aunque noté algo raro, una imposibilidad lógica de llegar legalmente hasta allá arriba; lo sospeché cuando Diego festejó el gol sin locura (se notaba que el grito tenía una duda dentro) y al llegar a los abrazos me enteré de una primicia que no hay razón para divulgar…”
¿Quién ganará este torneo de fútbol?
Hoy Diego Maradona, el portador del “milagro” producto de la “mano de Dios”, es el entrenador de su selección y una de las atracciones del Mundial de Sudáfrica.
¿España, donde el dinero compró jugadores con la alevosía que permite el exceso de riqueza?
¿Italia, el país de la fábula que forma parte del fútbol y del periodismo deportivo?
¿Alemania, el equipo músculo, la oncena ríspida cuyos integrantes no tienen para qué pensar?
¿Brasil, la oncena que usa el balón para tejer filigranas, el equipo cuyos jugadores pueden llegar a la final siempre y cuando su entrenador no juegue con el fútbol, que es la cultura de los brasileños?
Es difícil saberlo; sin embargo, apuéstele a quienes tengan un director técnico que haya enseñado a sus jugadores a “pensar con los pies”.
De esta última cualidad, digamos que didáctica (“enseñar a pensar con los pies”), se ha valido el Vasco Aguirre, en algunos casos apoyándose en las cualidades de Cuauhtémoc Blanco, y en otros aprovechando sus propias experiencias en el fútbol europeo y americano.
Y aquí cabe preguntar: México, la nación de los milagros que siempre se esperan y de vez en cuando se dan, ¿podrá hacer buen papel en este mundial?
Todo es posible. Lo único que el equipo necesita es tener de su lado al “amigo” de Maradona (o sea a Dios) y contar con varios jugadores tan pícaros como suertudos y mañosos. Bueno, y también ganar cuando juegue con equipos de la talla y prestigio de Argentina, España, Brasil, Inglaterra, Alemania e Italia.
Para hacer realidad esta “quimera”, los futbolistas mexicanos tendrían que “pensar con los pies” pidiéndole a la virgencita de Guadalupe que les ayude a meter goles, aunque sea con la mano “invisible” de Dios. Y confiar en que los ángeles alados guíen las manos visibles de Conejo Pérez y de Guillermo Ochoa.
Con o sin la esperanza, la brujería o el pensamiento mágico clavados o acariciándonos el corazón, nosotros, los humildes y sufridos espectadores, nos tenemos que conformar con ver si en algo interviene morenita del Tepeyac para que “nuestros muchachos” abandones el mal fario. Y estar atentos para ver si Dios sigue siendo amigo de Maradona, el hombre que –ahora como entrenador– vuelve a ser la atracción que unos admiran y que otros, los ingleses, nunca dejarán de odiar.
Este es pues uno de los tantos hechizos del mundial de Sudáfrica, donde nuestro equipo, seguramente, se las verá negras, y no precisamente por los tonos de uno de sus uniformes o de sus rivales de ébano.
De ahí que, ahora sí, los futbolistas necesiten “pensar con los pies” para no meter la pata.