“EMINENCIAS GRISES”
Oh, mi alma no aspira a una vida inmortal, pero agota todo lo que es posible.
—Oda de Píndaro.
Atrás de un gran hombre –dice el adagio antifeminista– hay una gran mujer. Y el buen político –podría parafrasearse– necesita estar asesorado por muchos talentos, ya sean mujeres u hombres.
Pero la doctora Martha Loyo, especialista en la vida de los gobernantes de México del primer cuarto de siglo, afirma que Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles tuvieron éxito gracias a que apoyaron sus acciones públicas en la experiencia, conocimientos e inteligencia de los intelectuales de aquella época. Ninguno de los dos –asegura la investigadora de la UNAM– actuó por simple inspiración, por capricho o de manera atropellada. Ambos deben sus éxitos a la gente que los asesoraba.
Obregón y Calles expusieron sus ideas a quienes, por su talento y conocimientos, fueron considerados dignos de su confianza. Y antes de poner en marcha alguna acción de gobierno, pidieron consejo a quienes destacaban por sus conocimientos militares, económicos, diplomáticos, políticos, sociológicos, históricos, literarios y filosóficos. Fueron asesores que se hicieron acreedores a la definición de “eminencias grises” debido precisamente a que se manejaron con discreción y sin ánimos protagónicos. Obviamente, hubo excepciones, como los consejeros con un bien ganado prestigio, circunstancia que los hizo visibles e indispensables. El abogado poblano Luis Cabrera Lobato fue, quizás, uno de los más destacados, porque su talento y experiencia sirvieron a dos presidentes: a don Venustiano Carranza y a don Plutarco Elías Calles.
En Estados Unidos, los estadistas también acudieron (y acuden) a los consejos de personas aptas y especializadas en diversas materias. El primero podría ser Joel Roberts Poinsett –por cierto, de triste memoria para los mexicanos, ya que inauguró la Embajada de los Estados Unidos en México, convirtiéndose en el precursor del espionaje–. Su nación debe a este hombre el haber ampliado el territorio y, al mismo tiempo, haber establecido la costumbre que sirvió para formar los hoy imprescindibles think tanks (“tanques de cerebros”), grupos que, así como trabajan para el gobierno, también lo hacen para la iniciativa privada, en especial para las empresas transnacionales.
Tenemos, pues, que la tradición de las “eminencias grises” prevaleció en nuestro país hasta el salinato. Fue en ese régimen cuando el gran asesor José Córdova Montoya sacó la cabeza para romper la costumbre del bajo perfil y la discreción republicana. El tipo oficializó las asesorías e incluso las adicionó al esquema administrativo gubernamental, dotándolas de poderes a veces excesivos (actualmente se les conoce como “coordinación de asesores”, y así funcionan en varios estados de la República).
Antes de que el gobierno de Melquiades Morales Flores incluyera la figura referida como parte del aparato gubernamental, existían muchos asesores sueltos. Por ejemplo, durante el mandato de Guillermo Jiménez Morales funcionaron de manera colateral pero sin personalidad jurídica; los tuvo en la Ciudad de México, en Puebla y en otras entidades. Empero, la responsabilidad de forjar la imagen del actual coordinador regional de la campaña labastidista –y, según parece, proyectada y sostenida en los niveles en que se ha movido (Gobierno de Puebla, coordinación de la Cámara de Diputados, Secretaría de Pesca y Embajada en el Vaticano)– recayó sobre Gustavo Abel Hernández, estratega político e historiador.
Mariano Piña Olaya únicamente tuvo de asesor a Alberto Jiménez Morales, quien resultó el factótum que movió los hilos de la política y la administración pública poblana. Al igual que Gustavo Abel, don Alberto actuó solo y sin reconocimiento oficial, pero con la diferencia de que su figura rebasó a la del gobernador (valga acotar que entre ambos –don Alberto y Gustavo– hay un vínculo curioso: Gustavo Abel fue asesor de don Alberto cuando éste fungía como Oficial Mayor de la Confederación Nacional Campesina de Amador Hernández, época en que ocurrió la matanza de los copreros acapulqueños).
Fiel a su estilo de grandeza, Manuel Bartlett Díaz se rodeó de asesores y empresas de consultores de alto perfil profesional; de eminencias deslumbrantes cuyos honorarios le pegaron fuerte al presupuesto de Puebla. Sin embargo, el gobierno bartlista tampoco oficializó (¡en algunos casos no se notó!) el excelente trabajo de sus asesores trasnacionales y nacionales, algunos de ellos expertos amanuenses contestatarios. Vale decir que, en ese sexenio, reverdecieron las “eminencias grises”.
Monitores, consejeros, adjuntos, miembros del staff o cerebros (por el poder grisáceo), en Puebla funciona un grupo legitimado o especializado como la Coordinadora General de Asesores.