Nuestros Maestros

Vida & Sociedad
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Nuestra mamá es la primera maestra que tenemos que en la vida, es el ser con el que hacemos la conexión emocional más poderosa del mundo, una que John Bowlby llamó apego y que consiste en el vínculo afectivo que se establece entre el niño y la mamá desde el vientre materno...

Este vínculo es tan poderoso, y de él depende que podamos relacionarnos con las demás personas sanamente.

            Al lado de este apego, se encuentra el vínculo con la figura paterna. Aunque en un inicio su figura aparentemente es secundaria, necesitamos del padre para que brinde el escenario y el espacio adecuados, y así la figura materna se encuentre tranquila y segura para que pueda tener esta conexión con nosotros. Y posteriormente, será la figura paterna quien nos muestre un mundo de posibilidades de interacción; de él dependerá que podamos comunicarnos con los demás, es la figura que estimula el lenguaje y que nos ayuda a que el desarrollo físico, mental y emocional siga su curso.

            Ambas figuras, padre y madre, son indispensables para el sano desarrollo integral del niño; de otra forma, el desarrollo será poco uniforme y la posibilidad de tener una vida adulta sana se reduce considerablemente, si ambas figuras no se esfuerzan por realizar sus tareas.

            Y una tercera figura es la del maestro; es el tercer escenario de interacción, es el tercer maestro que encontramos en nuestro camino, puesto que la escuela tiene la función no sólo de la adquisición de conocimientos y de coadyuvar con una sana estimulación para el desarrollo, sino que también tiene que ver con que probemos las herramientas de socialización que adquirimos en casa. Así que el maestro tiene ante sí una función vital en nuestro desarrollo, puesto que su imagen sirve como modelo de figura de autoridad.

            Nadie sabría qué tanto podemos impactar la vida de otro ser humano, nadie comprendería lo importante que son los vínculos para las personas.

            Empecemos diciendo que yo sólo existo cuando el otro me nombra; sí lo sé, suena raro, pero sólo existo cuando alguien dice mi nombre; la interacción me da existencia y me permite formar parte de un grupo, me da pertenencia. Entonces, en realidad lo que nos hace seres humanos no sólo es el territorio biológico, sino la interacción. Y en ello hay figuras insustituibles, las figuras parentales (padre y madre), y muchas veces queremos los adultos sustituir a los padres biológicos con las nuevas parejas, sin saber ni entender, que toda la mitad del niño es el código genético de uno, y la otra mitad es el código genético del otro. No podríamos negar a las figuras parentales biológicas, porque equivaldría, a negarnos a nosotros mismos. Con los niños siempre tenemos que sumar, tenemos que decirles que si es el caso, tienen dos papás o dos mamás. Pero en definitiva, el mensaje que es importante a entender, es que no hay forma de conformar una personalidad ni una identidad propia, si negamos a nuestras figuras parentales, si no las acomodamos, si no buscamos conciliarnos con ellos. Es mentira que el odio y el rencor hacia nuestras figuras parentales, el negarlos, nos llevará a ser libres; es la mentira más grande que pueda existir, porque un pueblo que no reconoce su historia está condenado a repetirla, al igual que un ser humano que niega a sus padres, está condenado al fracaso y a la repetición de los patrones inconscientes negativos de su linaje tanto femenino como masculino, y a mí me parece que venimos a sumar, a sanar, y a mejorar lo existente.

            Por otra parte, los maestros tendrían que ser figuras de inspiración, tendrían que ser modelos a seguir, no sólo repetidores de datos, sino personas verdaderamente comprometidas y amorosas de su profesión. Porque no hay nada más gratificante que el poder transmitir lo que se sabe y que los alumnos sean capaces de poner en práctica lo que se les enseñó y aportar cosas nuevas. Los maestros operan como pepe grillos de los niños, como mediadores, conciliadores, consoladores, y muchas cosas más. Actualmente, todos somos responsables de la educación de los niños y ninguno podemos esquivar esta responsabilidad, si bien los padres tienen que brindar la educación en casa y las bases, también los maestros tienen que coadyuvar con ello. ¿Se ha preguntado qué nos espera en el futuro? Por lo que veo, nada halagador, cada vez veo más niños perdidos, lastimados, manipulados, abandonados, maltratados, insultados, degradados, y en definitiva esto no es un halago, puesto que es un caldo de cultivo para la delincuencia, para que las víctimas se transformen en el tiempo en victimarios. Nadie puede decir que no; la responsabilidad es de todos, de la sociedad entera, porque es bien fácil criticarlo todo, pero es difícil sumarse a los esfuerzos, pues la educación de un niño depende de un pueblo entero, como diría Gandhi. 

            Tenemos que comprender que hay heridas en el alma que no sanan nunca, que la responsabilidad con los locos bajitos, como les diría Serrat a los niños, es mucha, su futuro, nuestro futuro, depende del compromiso que establezcamos con ellos. Y sobre todo, asumir que somos responsables de sanear a la sociedad. Ojalá que seamos más conscientes del papel que nos toca jugar a todos y lo cubramos diligentemente, porque cada día que la maldad crece y que la violencia se manifiesta, un niño es lastimado y ese niño crecerá y tendrá muy pocas probabilidades de éxito en su vida, y muchas probabilidades de dañar a más de una persona. Que padres y maestros, ocupemos nuestro rol, con responsabilidad y amor, para que dejemos de normalizar la violencia y en lugar de ello, procuremos una cultura de la mediación, una cultura para la paz, tal como lo transmite con tanta inspiración el Dr. Pesqueira.

Esther Guadarrama Benavides