Antes yo quería que la vida fuera a mi manera. Y no. Aprendí a ver las cosas como son, no como yo quiero que sean. Nunca he sido una persona con mal corazón. Me educaron en la ética, en el respeto, en la dignidad. Tuve un padre y una madre maravillosos...
Como su dueña, la casa de la pintora Martha Chapa está llena de sorpresas, unas convertidas en obras de arte y otras en sabores y aromas que concentran la magia de la tierra.
Se percibe la fuerza de su pincel cuya luz y color rescatan los elementos del sincretismo mexicano.
La esencia del México místico es la esencia de la artista: luz y alegorías que iluminan el rostro de Martha y le dan energía y hermosura.
El fruto prohibido y el perdón celestial amalgamados.
El recuerdo grato de los encuentros tiernos con su padre.
El sufrimiento y las lágrimas que a través del budismo transformó en experiencia; en la felicidad que emana por cada poro de su piel.
Martha Chapa nos cuenta que en los próximos días se irá como embajadora cultural a Helsinki; que está muy contenta porque el cargo le permitirá transmitir el amor que profesa a su tierra. “Mi corazón, así como el de los nahuales –dice–, se encuentra enterrado a un lado del Cerro de la Silla. En hora buena por una ocasión como ésta para que homenajeen los sabores de mi tierra”.
La comida…
El exquisito olor que surge de la cocina de la pintora, domina sobre los otros sentidos. Es como una estela de placer combinado con la satisfacción de estar ahí, cerca del laboratorio de la creadora, cerca del paraíso del comensal, a un lado de su obra pictórica que parece mirarte porque tiene vida propia; lienzos y aromas que corroboran el elogio que los críticos han vertido sobre sus cuadros y sobre su arte culinario.
Y así, cautivado por la magia de Martha Chapa, nuestra magnolia mexicana, la mujer fascinada con los colores y aromas que atraen al colibrí, se inició la entrevista.
–Martha, has combinado dos artes, el culinario y el pictórico. ¿Cuál te ha dado más satisfacciones?
–Mis compromisos más inminentes para la semana entrante, tienen para mi mucha importancia. Las dos actividades son colaterales. Ambas me han dado satisfacciones enormes, maravillosas. Imagínate poder ir a Helsinki a llevar los sabores de mi tierra. He asistido a varios festivales, tengo veinte libros, pero yo me siento una pintora. No soy una chef consumada pero sí puedo aceptar el calificativo de una investigadora culinaria seria y muy comprometida. Le dedico ocho o diez horas a mi pintura, y en los tiempos libres, después de escribir o de leer, me arrullo con un libro. Me despierto con un periódico en la mano. A eso le dedico una buena parte de mi vida. Estoy muy desilusionada del gobierno de México que no permitió la presencia de Dalai Lama. Él no venía a hacer política sino a traernos su mensaje de paz… Ya basta de homicidios, de secuestros. El ver hace unos días al padre de Fernando Martí me lastimó. Lo escuché y vi en la televisión preguntando: ¿Quién mató a mi hijo?... Hace cuatro años que hicimos una marcha y no hemos logrado nada… Entonces soy una mujer comprometida, escribo en los periódicos y hago a la alimón una caricatura.
–El budismo, ¿Qué ha traído a tu vida?
–Las enseñanzas más maravillosas. Antes yo quería que la vida fuera a mi manera. Y no. Aprendí a ver las cosas como son, no como yo quiero que sean. Nunca he sido una persona con mal corazón. Me educaron en la ética, en el respeto, en la dignidad. Tuve un padre y una madre maravillosos. Cada acción tiene para mí mucho peso. Quiero que mi vida esté llena de luz. Quiero compartir. El budismo es una enseñanza, un conocimiento, un complemento de luz en tu vida. Buda nunca se erigió como un dios, sino como un hombre que lucha por la felicidad de los hombres. El karma es retroactivo y expansivo. Ya sea el bien o el mal. A veces hay karmas de otras vidas. Yo no creo en la reencarnación, yo creo en el renacimiento. Va de acuerdo a tus acciones. Puedes renacer en un escarabajo. Hay seres tan iluminados que ya vieron todo en la vida, y ya son luz. Para eso se necesita una disciplina. El Dalai Lama.
–Hablando de pinturas en el Museo Amparo se expusiste otra de ellas que se llama cadenas. Una balanza en cuyos extremos están unas cadenas precisamente y una manzana. Predomina el peso de las cadenas. ¿Qué es para usted la injusticia, la esclavitud?
–Impunidad. El México hoy. El mundo en general. Para mí el peso de las cadenas, que pesan mucho. Necesitamos que haya más transparencia. La gente se olvida. No hay memoria histórica. Desgraciadamente estamos escandalizados por lo que pasó con el señor Marti. Pero estas personas hablan por muchos. Hay tantas personas que no tienen los mismos recursos y la sociedad nunca se entera y sus casos se quedan en el olvido. Yo tengo amigos que los mataron por un reloj. Que los asaltan y violan. Estoy viendo la manera de hacer algo más real, por medio de mi trabajo… Necesitamos una conciencia social… Más del veinte por ciento de lo que produzco en un año, lo regalo. Para ayudar a los que pueda ayudar. Nos llenamos de las mejores energías y vibras ayudando a los demás.
–¿Qué piensas de la familia?
–Lo más importante. El núcleo de la sociedad. Las mujeres hemos avanzado. Mi aportación, aunque milimétrica, siento que ha logrado algo bueno en la equidad de género. Yo pertenezco a una generación donde las mujeres no eran reconocidas. Hoy en día todavía hay diferencias, tenemos que aprender a compaginar. Las mujeres tenemos que vivir, trabajar, ayudar en la casa. Tenemos más actividades. Para mi es sumamente importante la gente que me ayuda. Mi equipo. No me explicaría mi trabajo sin ellos. Tengo conferencias, proyectos, viajes. Adoro a mis hijos, son lo más importante, son mis obras maestras. Es lo que voy a dejar aquí. Me emociona. Son mi orgullo, mi motor de la felicidad. Obviamente mi pareja también. Realmente es lo fundamental para mí.
–¿Cuál es el momento más importante de su vida?
–Todos y cada uno. Ahora con el budismo he aprendido a disfrutar todo, el aquí y el ahora. Para mí es importante estar aquí con ustedes, así como el dar una pincelada. Soy una sentimental y por ahí traigo alguna cosita que me duele. Valoro mucho la realización en mi trabajo, la creación de cosas. Adoro cocinar. El oler un mole, no tiene comparación. El entrevistar a alguien. Por cierto hoy sale la entrevista que le hice a Carlos Monsiváis. No es lo mismo ser entrevistado que entrevistar a un personaje que respetas. Sacas la casta, se te quita el miedo. Te preparas para saber a quién vas a entrevistar. No vas a salir con una batea de babas. Se necesitan técnicas que te dan la práctica.
–Los seres humanos nos perdemos en algún momento. ¿Cuál fue el momento en que volviste a disfrutar de un amanecer, de una pincelada?
–No desde siempre. Había momentos en que me perdía. Lo que te pierde es la ignorancia. Buda es el despierto. Te pasa un mal y viene otro, y otro más grande. Te preguntas ¿Por qué? Que mala suerte. Y la verdad son las energías. No sabemos canalizarlas. Yo ahora disfruto cada que nace una magnolia. Veo las hojas. Disfruto mis plantas. Para mi aspirar el olor de la magnolia, es el paraíso. Cada vez vas aprendiendo más. Entre más trabajas, más te moldeas, vives intensamente. Yo me encontré en el momento en que estaba más triste, más desilusionada en la vida. Y precisamente fue con el budismo. Desde pequeña fui diferente.
–Si Felipe Calderón te preguntara qué hacer para impulsar el arte en México, ¿qué le dirías?
–Muchas cosas. En primer lugar que escuchara a los artistas, pero a través de un verdadero diálogo. Hay una gran distancia en la sociedad, entre los artistas y la sociedad. El arte no es un adorno, al que generalmente le quitan el presupuesto y ahí si alcanza hacemos algo. El arte es un paliativo para que la gente esté mejor. Si se le prestará más atención y le diéramos cause a lo artístico de nuestro pueblo que ya es artista, otra cosa sería México. Hay que enfocarse desde los cimientos, llevar el arte a los pueblos. Los medios de comunicación poco ayudan a fomentar el arte.
–Cómo ves la cultura en México, no en el centro de las decisiones que es el DF, sino en el México rural, provinciano, ¿crees que hay una digamos que justicia cultural?
–Se puede hacer tanto. Hubo una época que estaban las casas de la cultura. Pero se han descuidado, deteriorado, abandonado. Tenemos un patrimonio cultural arrumbado. No hay un patriotismo de a de veras. Estamos trabajando con modelos de hace veinte treinta años. En todos los aspectos. Qué pasó en Nueva York por ejemplo. En tantas cosas hay que poner atención. Debemos de estar orgullosos los mexicanos de los artistas, los alfareros, los pintores, escultores. Nos salva el arte. Es mi ideología. Creo en el humanismo y en el arte.
–¿Tus pilares?
–Son el amor, la conciencia. El amor a todos los seres de mi familia, a mi pareja, el compromiso con mi país, con las mujeres. Yo les digo a las mujeres que se realicen, que tenga fe en ellas mismas.
–Si regresaras en el tiempo y te encontraras a los dieciocho años ¿Qué te dirías?
–En primera no quiero regresar, estoy muy contenta aunque me veas con mis añitos, estoy muy contenta, disfruto mucho. Si tengo la oportunidad, me gustaría vivir lo que he vivido para ser quien soy, quizá a esa edad hubiera querido aprender el budismo para haberme evitado algunos problemas, para haber disfrutado de algunas cosas que no disfruté. Me siento una mujer muy dichosa, muy bendecida por la luz, por mi familia, por mi trabajo, por todo lo que he logrado.
–¿En qué sueña Martha Chapa?
–Tengo unos sueños maravillosos. Sueño despierta. Sueños creativos, sueños de amor, de luz. En alcanzar algún día el Nirvana. Ser una mujer plena. Con menos apegos, con menos sentimientos negativos.
–Cuando piensas en México ¿Qué viene a tu mente?
–Vienen sus aspectos culturales, sus colores. Su esencia. Sus pueblos maravillosos. Sus flores. Pienso en sus animales, en los colibríes. En todo lo mexicano. En las grutas, en el Cerro de la Silla.
–Si llegará un pintor joven ¿Qué consejo le darías?
–Que fuera muy honesto. Que trabajara mucho. Que se preparara. Que pusiera toda la experiencia de vida en su obra.
–¿Algo que quieras agregar?
–La vida son olimpiadas permanentes… Hay que dar el cien, todo día a día…