Los jinetes de la Banca (Crónicas sin censura 104)

Réplica y Contrarréplica
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Historias de la Banca en México 

Hace algunos meses aparecieron en la televisión orgullosos y confiados, algunos socios de Cremi–Unión. Informaban del esfuerzo económico para constituir lo que, por plural, llegaron a suponer se convertiría en el banco de más éxito y crecimiento. Con frases que por exageradas eran poco agradables, pretendieron convencer que los hombres ricos de Tabasco, Nuevo León, Puebla, Guanajuato y Veracruz, estaban decididos a impulsar la que esperaban fuera una de las instituciones de crédito más sólidas e importantes de México.

De repente la pantalla de cristal fue engalanada con prominentes hombres de negocios y uno que otro comerciante tan millonario como rapaz.

Por ejemplo: Puebla quedó representada por Alejandro Carreto Ceballos, cuyas tablas en escenarios farandúlicos y políticos le permitieron combinar facetas por demás interesantes. Una de ellas enseñó al empresario triunfador. Otra expuso con toda eficacia la ambición que lleva al triunfo a los comerciantes audaces; y aunque es de sobra conocida, hubo una tercera que sorprendió a propios y extraños: su seguridad ante las cámaras para transmitir el mensaje, digamos subliminal, de que en estos tiempos el éxito no es privativo ni de la plutocracia ni de los narcotraficantes, ni de la aristocracia.

Esas andanadas de publicidad lograron convencer a varios hombres de negocios en diferentes partes de la república. Pero, según lo referido por algunos colegas, la sorpresa en nuestro estado fue que Jesús Morales Flores mordiera el mismo anzuelo, en el que Abelardo Sánchez Guzmán y el propio Carreto Ceballos quedaron atorados. Quizás los tres fueron seducidos por lo que ahora se llama auto préstamos y antes se conocían como créditos preferenciales a socios, accionistas, consejeros y cuates del director general.

Con base en esa “estrategia financiera” –considerada fraudulenta– y bajo el criterio de “asociarse” con el fisco, el mercado de los negocios se vio invadido de arrendadoras. Esto es porque aquel se convirtió en el momento de atomizar utilidades sin menoscabo de ganancias.

A partir de ese esquema diseñado por expertos que sin ruido rompieron los candados hacendarios tanto en Puebla, como en Morelos, Nuevo León, Guanajuato, Veracruz y Tabasco, los empresarios empezaron a autofinanciarse de la siguiente manera:

Primero organizaron varios membretes empresariales, por ejemplo, escuelas, comercializadoras, empresas de servicios, pequeñas factorías o industrias medianas. Después tuvieron que reclamarse el derecho de continuar o pertenecer a uno o más consejos de administración en los bancos ya privatizados. Y para, literalmente cerrar con broche de oro, varios se propusieron como los más importantes (y dizque convenientes) sujetos de crédito. Una vez logrado lo anterior, como es obvio, el dinero fluyó casi al instante.

Con millones de pesos en sus cuentas y con banqueros reclutados como socios (a veces como cómplices), los acreditados solo tuvieron que darle la vuelta al dinero, sin olvidarse de cubrir las apariencias. A guisa de ejemplo a continuación me permito citar uno de los géneros financieros más socorridos.

Para mejorar y-o aumentar el equipo de carga y distribución, el 80 por ciento del dinero recibido vía crédito se canalizó para crear o comprar el “capital de respaldo” de equis arrendadora. El 20 por ciento restante fue aplicado de acuerdo con lo propuesto en la solicitud de crédito original. Como siguiente paso tuvo que adquirirse, mediante arrendamiento financiero, el equipo enlistado al banco para, con esta maniobra, ganarle intereses al dinero prestado, obtener utilidades extras y, desde luego, “pegarle al fisco” con las deducciones que permiten las rentas del bien adquirido mediante contrato de arrendamiento.

Como acabamos de ver, esa mezcla de créditos preferenciales con arrendadoras privadas, es una especie de brebaje capaz de tumbar al más fregón de los jinetes financieros.

 Alejandro C. Manjarrez

13/IX/1994