El legado de Alejandro C Manjarrez
Una compilación de las mejores columnas políticas elaboradas por el periodista y escritor en la época digital. El periodo publicado en diarios impresos se denomina, crónicas sin censura. Búscalo en este portal.
Dándole vueltas al tema de la semana, o sea el de Elba Esther Gordillo Morales, recordé que Mario Vargas Llosa escribió en su columna Piedra de toque, una reflexión sobre la caca de elefante. Se trató de la exposición del joven Chris Ofili, alumno del Royal College of Art. Ocurrió en la galería Mayfair de la prestigiada Royal Academy of the Arts.
Refiere el Premio Nobel de Literatura (en ese entonces todavía no lo era, 1997), que gracias a lo escandaloso de la muestra, acudieron en tropel y tapándose la nariz cientos de curiosos cuya ilusión fue encontrar algo distinto a lo tradicional. Es probable que aquella expo inspirara a los ingleses para expresar su humor y la ironía que rivalizan con el buen uso del lenguaje inglés, estilo que por cierto le valió a Óscar Wilde el aplauso de sus lectores.
Nos cuenta Vargas Llosa que Ofili, estrella de su generación, montó sus obras sobre bases de caca de elefante solidificada. Aclara el escritor que esa particularidad quedó superada por su “blasfema pieza Santa Virgen María, en que la madre de Jesús aparece rodeada de fotos pornográficas”. Pero, agrega, no fue ese cuadro el que se llevó la tarde, sino el retrato de la famosa infanticida, Myra Hindley, pintura compuesta mediante la impostación de manos pueriles. Lo peor de la exposición, dice Mario, estuvo en la obra de Jack y Dinos Chapman, denominada Aceleración Zygótica, trabajo conformado con “niños andróginos cuyas caras son, en verdad, falos erectos”. Antes de entrar al fondo de su reflexión, Vargas Llosa suelta los siguientes comentarios:
“Si la exposición es verdaderamente representativa de lo que estimula y preocupa a los jóvenes artistas de Gran Bretaña, hay que concluir que la obsesión genital encabeza su tabla de prioridades. Por ejemplo, Matt Collishaw ha perpetrado un óleo describiendo, en primer plano gigante, el impacto de una bala en un cerebro humano; pero lo que el espectador ve, en realidad, es una vagina y una vulva. ¿Y qué decir del audaz ensamblador que ha atiborrado sus urnas de cristal con huesos humanos y, por lo visto, hasta residuos de feto?”
Dejo pues al literato para tratar de responder lo que el lector seguramente se está preguntando: ¿y qué tiene que ver Vargas Llosa con Elba Esther Gordillo?
Todo y nada. El todo porque el conjunto de las descripciones apuntadas podría ser superado por la colección de circunstancias que han dado pie a la fama pública de la maestra. Y el nada por la ausencia de arte y creatividad en las acciones de la dirigente del sindicato más importante de México. En uno y en el otro caso su presencia siempre acompañada por un tufo más rancio que el excremento del paquidermo. Lo demás se lo dejo a la imaginación del lector.
Ello me lleva a pensar en la crisis existencial por la que deben estar pasando los beneficiarios del poder político gordillesco –entre ellos nuestro gobernador–, complicaciones que me inducen a preguntar:
¿Qué hacer con esa amistad, presumírsela al pueblo cuyo olfato ya percibe los malos olores de la política caciquil? ¿Cerrarle las puertas de la casa para que no contamine lo que aún está sano? ¿Aplaudirle y consentirla con la idea de formar parte de su nuevo proyecto nacional que se llama Enrique Peña Nieto? ¿Preguntarle a Vargas Llosa si ella representa la dictadura perfecta mitigada por la corrupción? ¿O hacer como que la virgen habla?
Poco falta para que sepamos cuáles serán las decisiones de esos beneficiarios del poder que ya apesta. Lo que ocurra propiciará que meses después se monten exposiciones y muestras plásticas o gráficas de lo que es ya el fenómeno del siglo. Algunos de esos cuadros o composiciones parecidas a las que refiero arriba, empero, cada una mostrando la rebeldía con la que los mexicanos vemos la política o a los gobiernos presididos por quienes tienen otras visiones, digamos que menos vernáculas.
¿Y la caca de elefante?
De elefante o de lo que sea, pero en abundantes cantidades, servirá para construir los pedestales de cada una de las obras que habrá de legar la controvertida maestra, dirigente y madrina cuyo estilo político representa a la generación en decadencia.
Hay que esperar. Ya falta poco.