Puebla, el rostro olvidado (Los logros)

Réplica y Contrarréplica
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LOS LOGROS

El 12 de diciembre de 1990, el gobernador de Puebla, Mariano Piña Olaya, declaró a El Heraldo de Puebla.

“Cuando yo recibí esta importantísima responsabilidad, el primero de febrero de 1987, la electrificación en el estado escasamente llegaba al 60 por ciento.

A partir de entonces, yo me he dado a la tarea de proveer de recursos suficientes a las comunidades para que la electrificación avance, y hoy estamos arriba del 80 por ciento (…) Este es sólo un ejemplo de cómo hemos abatido los rezagos en servicios públicos prioritarios, principalmente en beneficio de las comunidades marginadas de la entidad poblana.

Muchas de las obras realizadas se sustentaron, como ocurre en la mayoría de las entidades, en los programas de la Federación. La obra más importante fue la autopista Atlixco-Puebla. Existieron otras de menor envergadura, como las emprendidas dentro del programa “Peso sobre peso”, el cual benefició en particular a los principales municipios del estado, cuyo poder adquisitivo les permitió emprender algunas obras relacionadas con los servicios públicos. Empero, la mayoría de los 217 municipios poblanos no pudieron resolver sus problemas más apremiantes, ya que este programa les exigía una aportación de la mitad del costo, incluidos los materiales de la región y la mano de obra que pudieran aportar.

Tomando en cuenta el monto económico de un drenaje o de un sistema de agua potable, por ejemplo, en la mayoría de los casos las aportaciones del pueblo y su ayuntamiento fueron insuficientes hasta para liquidar el proyecto técnico. Además de este obstáculo, se dieron otros, como la corrupción en los cuadros intermedios de la burocracia estatal, donde los alcaldes eran coaccionados con el afán de imponerles, desde contratistas hasta proveedores de los materiales para construcción. No obstante, muchas comunidades lograron construir un aula u otra obra que, si bien no resolvió el problema mayor, cuando menos sirvió para atemperar el abandono que los flageló durante casi una década. En este programa estatal, los principales municipios beneficiados fueron Huauchinango, Zacatlán, Teziutlán y Atlixco. Pero Tehuacán, a pesar de ser el segundo en importancia por el problema ya apuntado en las páginas anteriores, se quedó a la cola del programa; y San Martín Texmelucan, que en la entidad representa el tercer lugar por su economía, industria y ubicación, tampoco recibió íntegramente los beneficios, por la sencilla razón de estar en manos de la oposición.

La cultura tuvo un importante espaldarazo. Éste se derivó del exceso de retórica dedicada por el gobernado a la importancia social del arte y las letras. Pero, por falta de presupuesto, las actividades culturales no fueron suficientes para que en la primera mitad recibieran un impulso definitivo. Sin embargo, el trabajo de Efraín Castro Morales, titular de la Secretaría de este ámbito, le dio fisonomía a esta labor que, excepto la gestión de Pedro Ángel Palou, había sido ejercida con un criterio personalista y chambón.

Manuel Bartlett, quien, de acuerdo con las instrucciones presidenciales, había fungido como cómplice de Piña en el trabajo para obtener la candidatura de Puebla, tuvo oportunidad de constatar las deficiencias de la administración piñaolayista. Y lo hizo desde que, en su calidad de candidato, empezó a recorrer la entidad. Por donde iba, recibía quejas y veía miseria, atraso, hambre y un rezago generacional. El director en México de la empresa Mackenzi y Asociados, invitado permanente a la campaña (tenía que justificar los elevados honorarios que cobró por el diagnóstico y algún programa para abatir la pobreza), primero se impresionó, después se acostumbró y, finalmente, acabó con su capacidad de sorpresa. “Yo no sé para qué vengo si en todos los pueblos nos dicen lo mismo”, fue una de las expresiones que le pude escuchar cuando, en una gira del candidato, recorríamos juntos las comunidades aledañas a la famosa y muchas veces inaugurada carretera Interserrana, él como consultor y yo como periodista.

Ya como gobernador, Bartlett se puso a trabajar en serio. Debe haberse sentido responsable del apoyo y orientación que otorgó a Piña Olaya para llegar a la gubernatura de Puebla. Digamos que pagó caro su osadía, porque desde que rindió protesta hasta los últimos días de su mandato, el hombre trabajó el triple que sus antecesores. Y si lo hizo, es porque no escatimó esfuerzos ni recursos para recorrer cinco veces los 217 municipios de la entidad. Se subió al helicóptero y, durante seis años, no hubo poder humano que lo parara.

Alejandro C. Manjarrez