Guillermo Deloya

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Guillermo Deloya, joven político, secretario particular del gobernador Mario Marín Torres, se animó a platicar para los lectores de Réplica ...

Guillermo Deloya, joven político, secretario particular del gobernador Mario Marín Torres, se animó a platicar para los lectores de Réplica algunos de los pasajes de su vida pública y personal.

Los entrevistamos en la sala Juárez, de Casa Aguayo. Durante la espera, digamos que tradicional, se nos ocurrió pensar (a este entrevistador y al fotógrafo) en todo lo que habría pasado en ese lugar antes conocido como la “cochinera”, antigua sede de penas y crímenes, hogar también de meretrices y viciosos, casa chica de un comerciante en grande durante la época brava de los barrios que albergaban a “mestizos e indígenas”, guarida de decenas de miles de ratas que murieron cuando para reconstruirla tuvieron que fumigar (cuentan las crónicas que sacaron diez camiones de volteo llenos de roedores). Las sillas estaban vacías y con sus “fauces” abiertas en espera de su próxima “víctima”, el nuevo regañado del gabinete. Qué cosas nos podrían decir las paredes si hablaran. Qué discusiones, qué errores, qué aciertos se habrán comentado en este espacio de poder. En esas andábamos cuando de pronto nuestro amigo (así le decimos ahora por su juventud y empatía) entró para iniciar la entrevista.

“¿Dónde quieres las fotos?”, le preguntamos. “En cualquier lugar de la sala, menos en la silla del jefe, no me vaya a salar”, respondió con una sonrisa traviesa. “Dice la leyenda –agregó– que aquel que se sienta en la silla del gobernador se sala y nunca llega”.

Su respeto a la silla (y quizás su temor a la “leyenda”) me hizo meditar sobre el número de personas que se habrán sentado en ese “trono”. ¿Lo habrán hecho Germán Sierra y Rafael Moreno Valle? ¿Conocerá la “maldición” Javier López Zavala? Después traté de adivinar lo que pasará dentro de diez años y ver sentado a Deloya en aquel aposento, pero no pude porque carezco de la facultad de los y las pitonisas.

El retrato de Juárez Colgaba del muro que da al despacho de gobernador. Parecía mirarnos y reclamar un poco más de atención a su legado. Así, con el fantasma de ese ilustre testigo mudo, inicié la entrevista y pregunté:

 –Todos tenemos una imagen del padre. ¿Cuál es la tuya? (Sonrió como si estuviese esperando la pregunta debido a que su progenitor forma parte de la historia moderna de Puebla.)

–Urbano Deloya por muchos años ha sido un referente obligado –respondió enfático. La imagen que tengo de él es la de un personaje que quiso y se encargó de difundir lo que representaba la vida de su estado, muy concretamente de su ciudad. Fue cronista de la ciudad de Puebla y decidió recoger esas vivencias que en algún momento hicieron de lo cotidiano algo especial a través de su narrativa. Lo veo como una persona generosa, un hombre hiperactivo, nervioso, que tenía que contar con una actividad, que se dormía a las nueve de la noche y se despertaba a las cinco de la mañana. Es una imagen que en el balance es cien por ciento positivo. Yo creo que todos los hijos tenemos la gran oportunidad de conocer y retomar lo positivo de los padres. Conservo muchas y muy gratas lecciones.

“¿Qué le habrá platicado de Gustavo Díaz Ordaz?”, pensé. Pero como no era tema de la entrevista me quedé con la duda y proseguí:

–Eres un hombre que se ha labrado su prestigio a fuerza de trabajo, dedicación y estudio. Lo dijo Andrés Roemer cuando presentó tu libro ¿Te consideras preparado para dedicarte a la política y pensar en grande, es decir, aspirar a llegar a los principales cargos públicos de Puebla y de México?

–El prepararse –respondió seguro– es una obligación para todos. En lo personal fue un camino de muchos obstáculos, de mucho tesón de mucho empuje. Yo labré mis estudios con recursos propios, con becas. Creo que la política merece que tengamos una visión más profesionalizada. Y la profesionalización se consigue a base de prepararse y del fogueo. La política y el político se hacen en la trinchera. Considero que he caminado un trecho en la vida pública, camino que me ha dejado una visión bastante generosa para ver de qué manera podemos servir a la sociedad.

–¿Haz tenido relación cercana con algún presidente de la República?

–Tuve la oportunidad de saludar de mano a alguno de ellos. Con Ernesto Zedillo en Caracas, cruzamos algunas palabras. A Vicente Fox lo saludé en un par de ocasiones, en una ceremonia en los Pinos. Participé en la campaña de Roberto Madrazo por lo cual el intercambio con los demás personajes que estaban compitiendo en la carrera presidencial fue constante.

Esta respuesta y la cita de Madrazo y adversarios en la lucha que perdió el tabasqueño, dio pie para saber cómo ve a su partido:

–¿Qué opinas de las criticas al PRI?

–El PRI está entrando en una etapa en la cual es obligada la renovación, la apertura, la frescura, el dar un nuevo cause a las ideas frescas y a las ideas propositivas. Creo que las críticas en todo partido son cuestiones inevitablemente necesarias. Implican al mejoramiento. El partido ya tuvo una larga tradición de gobierno que nos deja lecciones positivas y lecciones sobre nuestros errores, los cuales se enmendaron. Y creo que las críticas que se tienen son una situación nueva, en muchos de los casos son infundadas. Conviene dejar constancia de que puede ser un partido renovado...

–Eres el secretario particular de uno de los gobernadores más controvertidos del país y también más legítimos debido a su popularidad y votos obtenidos para llegar al cargo. A partir de esta circunstancia y si tuviera la oportunidad de sugerirle algo, ¿qué le dirían?

En ese momento se escuchó el timbre de la radio. Era Mario Marín que llamó a su secretario particular, o sea a Guillermo. Jefe y subordinado intercambiaron algunas palabras. Tal vez dos minutos duró la conversación que podría pasar como cifrada, en clave pues. Sin hacer ningún comentario respecto a la llamada Deloya respondió:

–Las sugerencias que uno pueda aportar son muy modestas, pues es él un hombre consolidado, de gran trabajo, de mucho tesón y dedicación; un gobernador de 24 horas. Se dedica y se aboca a conocer personalmente los problemas que surgen. Es una persona sensible ante los planteamientos de la gente que viene y le entrega una petición escrita en una servilleta, por ejemplo. Su generosidad le obliga a estar siempre pendiente. Mario Marín es el prototipo de un político eficiente, de resultados en muchas ocasiones positivas. Al haberse visto tan legitimado, por algunas razones, injustamente ha sido criticado y puesto como controversial.

No podía decir otra cosa, ¿verdad? Al analizar esta respuesta concluí que el tipo tiene madera, mejor dicho cuenta con el estilo que podemos resumir en una palabra: lealtad.

–Tu libro reciente, El Estado de derecho en México, ¿aporta algo a la sociedad?

–Espero que lo haga – respondió sincero y con una risa bonachona. Espero que sí. Lo que yo quise trasmitir es que creo que tenemos que hacer un alto en el camino para ver qué es lo que está pasando en nuestro estado, en nuestro país. No es suficiente contar con leyes. No es lo mismo tener un Estado con derecho que un Estado de derecho. Si no hacemos un verdadero diseño institucional eficiente y acorde con las necesidades reales; si no tenemos un canal digamos que constante de vinculación entre el ciudadano y el gobierno, un intercambio con la sociedad civil, un fortalecimiento de la calidad de la democracia, probablemente estos problemas nos lleven a un México inviable en los próximos 25 años. No creo que sea una cuestión menor, pues está en entredicho el rumbo de toda una nación en su conjunto; es una situación que trasciende a cualquier partido o a cualquier proyección política. Es por eso que en el libro expongo el problema; presento ejemplos sobre cuáles son los factores, rasgos y características de los países considerados como Estados de derecho consolidados... hay 4 puntos básicos: el diseño institucional, la mejora regulatoria, la participación ciudadana y la calidad de la democracia. Eso es lo que intento transmitir.

–¿Qué harías (o cuál es tu sugerencia) para que el mexicano lea más, o se interese más por los libros?

–Desafortunadamente es una situación cultural que nos rebasa. Preocupa el que se nos haya considerado como un país donde los ciudadanos no tienen el hábito de leer... en promedio de 1.2 libros al año por persona, cantidad que contrasta con las cifras de los países europeos cuyo crecimiento en el tema es exponencial y no porque sean mejores o peores. Son cuestiones en las que debemos pensar. La educación debe de llevar a los niños el interés de superarse, de leer. Creo que debemos de empezar desde los primeros días en los salones de clases para lograr que México se convierta en un país de lectores.

La respuesta de Guillermo obligó a preguntar: ¿tú crees que política mata cultura? Y respondió de buen talante después de que su risa francota rebotó en las gruesas paredes de la sala Juárez, el marco austero al recuerdo del Benemérito:

–Yo creo que la cultura como tal es una parte fundamental de todo ser humano y por lo tanto es una parte irrenunciable del político. El mejor soporte del político que pretende trascender o prevalecer, es su cultura y como tal su cultura política. Quien tenga poca cultura o poca cultura política, como ocurre con muchos casos, será llamarada de petate.

Sin habérselo propuesto y con lo que dijo, Deloya atrajo el recuerdo de su padre. De ahí que le haya preguntado:

–El licenciado Urbano Deloya, que entre otros cargos importantes también fue secretario particular de Díaz Ordaz, ¿te platicó alguna anécdota del entonces presidente, su jefe?

–Mi contacto con el licenciado Díaz Ordaz, fue cuando yo tenía alrededor de 4 años de edad. Fuimos a una fiesta infantil. Mi disfraz era muy llamativo. Estaba vestido como el doctor Zeus. Me tomó de los hombros y me dijo: “muy bien muy bien”. Bueno me salí un poco de la pregunta. La relación que tuvo mi padre con Díaz Ordaz es la mejor universidad que puede tener un político; estar tan cerca del primer mandatario del país. En su momento me platicó mucho del carácter, de la dureza, de la rectitud que tuvo Díaz Ordaz. Pero recordemos que aquel era un México diferente; que no tenía abiertas las puertas a un disenso tan democrático como el actual. Y creo que el Díaz Ordaz que conoció a mi padre de manera personal, era una persona sensible que le gustaba tocar la guitarra y cantar algunas coplas de la música mexicana. Su voz denotaba mando, poder;

Un buen recuerdo sin duda. Pero muy distinto al que existe en la mayoría de los mexicanos cuyo testimonio nada tiene que ver con la “sensibilidad” que Díaz Ordaz mostró a sus íntimos. Así que era necesario cambiar el rumbo de la entrevista ubicándonos en el lugar que estábamos, en la sede del poder político de Puebla:

–¿Qué es lo que más admira de tu jefe, el gobernador?

–Sin duda la ejecutividad que tiene para resolver los asuntos. Le encuentra solución a situaciones que parecerían de muy difícil planteamiento. Es su experiencia, su calidad humana. Se trata de una persona que disfruta mucho estar cerca de los ciudadanos, en especial de los pobres. Por eso siempre me instruye que incluya en la agenda las giras al campo. Le gusta estar siempre en contacto con su gente, con quienes más lo necesitan.

A una respuesta política habría que añadir una cuestión política personal. Y le pregunté:

–Si fueras candidato del PRI a cualquier cargo de elección popular, ¿qué le dirías a los electores, es decir, cuál sería tu discurso?

–¿Ya empezamos con los temas álgidos? –reviró sonriente. Quisiera aclarar una situación muy importante: Guillermo Deloya está absolutamente comprometido con lo que implica la secretaría particular. No debo especular con la situación política; Estoy alejado del exterior y no puedo decir que cuento con la experiencia de un político, ni que tengo aspiraciones a un cargo de elección popular. Si algún día remoto fuera candidato, espero que sea cuando esto conecte con mi necesidad de satisfacer la propia expectativa ciudadana de un candidato; sería honroso.

–Eres un joven profesionista exitoso y con una importante experiencia familiar lo cual ya te convierte en una referencia obligada (“vean a Guillermo Deloya y sean como él”, dicen tus amigos), ¿crees que existen puentes entre tu generación y la de tu Padre, por ejemplo?

–He hecho de los amigos de mi padre, mis mejores amigos. Las generaciones tienen puntos de coincidencia. La brecha generacional no existe. El llevarme fraternalmente con una persona que me excede el doble de edad, es una cuestión que he considerado el mejor legado de mi padre. Todos vivimos diferentes tiempos. Hay muchos puntos que nos identifican. Es una sociedad muy dinámica. El reto es estar en conexión, tanto con las anteriores como con las venideras.

A un servidor público siempre hay que preguntarle qué piensa sobre su trabajo, la actividad que pasa por sus peores momentos gracias a Vicente Fox y a otros funcionarios que algún día serán el ejemplo de las aspiraciones fallidas, equívocas:

–¿Qué opinas sobre la carrera de servidor público?

–El servidor público –dijo arrellanándose en el sillón como si se preparara para dictar una conferencia magistral–, tiene la necesidad de profesionalizarse. El servicio público ya no es una profesión que se debe tomar a la ligera o que permite improvisados. El servicio público de carrera es deseable en muchas de las áreas consideradas como las más sensibles, la de procuración y la administración de justicia entre ellas, en las cuales contamos con casos exitosos de personas que llegaron como personal de juzgado y llegaron a ser jueces y magistrados. Eso es lo que desearía. El servicio público implica superación permanente, la necesidad de hacerte mejor en tu especialidad para acceder a puestos más relevantes. Es necesario hacer carrera, especializarse.

El tiempo impidió seguir con la entrevista y dejamos en el tintero lo que había que preguntar después de su frase: “es necesario hacer carrera, especializarse”. Me refiero a la reelección en el poder Legislativo.

Nos quedamos con las ganas y así concluyó la entrevista con un joven político que, según parece, desea convencer a los políticos de la vieja guardia para que unidos con los jóvenes hagan el milagro de iniciar la tan esperada renovación del sistema político mexicano, todavía desprestigiado...

 

Alejandro C. Manjarrez