UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA
EL ORIGEN
La educación superior, cuyo antecedente se remonta a la “academia” fundada en Atenas por Platón, ha recorrido un largo y complicado camino. Aquella, considerada como una de las más grandes aportaciones de la humanidad, es sin duda el punto de partida del conocimiento universal.
Después, avanzada la Edad Media, surgieron en Europa las primeras universidades. Correspondió a la Iglesia católica crearlas e impartir conocimientos escolásticos, o sea, las siete artes liberales: gramática, dialéctica, retórica –que formaban el “trivivium” del plan escolar –y aritmética, geometría, música y astronomía, que constituían el “quadrium”.
En 1257 Roberto de Sorbonne funda un pequeño colegio en el que siete sacerdotes enseñaron teología a jóvenes de escasos recursos económicos. Este centro conocido como La Sorbona, se transformó en el símbolo de la universidad francesa, origen de las más antiguas universidades europeas como las de Bolonia, Padua, y París.
Y la humanidad le debe a la Iglesia católica haber encontrado el camino para sacar al hombre de las tinieblas producidas por la ignorancia y el fanatismo religioso. Fue, pues, una venturosa iniciativa que con el tiempo se les revirtió, ya que al superarse las limitaciones impuestas (la enseñanza tenía entonces que ceñirse a la norma teológica), empezó el largo proceso de transformación que tuvo su momento estelar cuando apareció la Reforma protestante. Unos y otros se disputaron la supremacía del conocimiento universal.
Los jesuitas impusieron su dominio y, la confesión exacerbada, es decir, la necesidad de someter la política al credo religioso para que éste invadiera los ámbitos del Estado e inspirara los actos de la vida pública de la comunidad. Era la vía rápida para alcanzar “La mayor gloria de Dios en la tierra“ como lo quería San Agustín (354–430)–o, según Santo Tomás (1225–1274), el “fast track” para convertirse en el instrumento de “la educación del hombre para una vida virtuosa y en último término, una preparación para unirse a Dios”.
Con ese ánimo llegaron al Nuevo Mundo los integrantes de la Compañía de Jesús. Y en estas tierras fundaron las universidades que con el tiempo y algunos cambios nos alejaron de las verdades absolutas. Uno de esos centros de estudios es la Universidad Autónoma de Puebla, llamada entonces Colegio de la Compañía de Jesús de San Jerónimo, que nació el 9 de mayo de 1578.
De aquí surgieron hombres cultos y talentosos. Francisco Javier Alegre, Francisco Javier Clavijero y Carlos de Singüenza y Góngora son tres personajes que con su legado intelectual dieron prestigio a las aulas universitarias.
Pero las ambiciones y los conflictos ocasionaron tropiezos que de alguna manera frenaron el desarrollo de la educación superior en América. Uno de ellos fue la expulsión de los jesuitas del territorio dominado por los españoles (1767), cuyos efectos fueron más o menos atemperados por el obispo Francisco Fabian y Fuero, quien tuvo el acierto de unificar todos los colegios y en 1790 crear el Real Colegio Carolino.
De regreso a su bastión educativo y religioso, el 2 de octubre de 1820, los jesuitas cambiaron el nombre por el de Real Colegio del Espíritu Santo de San Gerónimo y San Ignacio de la Compañía de Jesús. Empero, el nuevo y largo membrete contrastó con su efímera existencia, pues el 22 de diciembre de ese mismo año la orden volvió a ser expulsada. De regreso a México, durante el imperio de Iturbide, los jesuitas trataron de complacer a éste y lo rebautizaron con el nombre de Imperial Colegio de San Ignacio, San Gerónimo y Espíritu Santo.