Gilberto Bosques, relatos y poesías 2

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“En la historia Diplomática Mexicana tomo 1 Gilberto Bosques; El oficio del gran negociador, editado por la Secretaría de Relaciones Exteriores, se publican recuerdos no registrados de reconocidos diplomáticos”.

Manola Álvarez Sepúlveda.

 

 

Gilberto Bosques nos describe claramente las experiencias más significativas de su vida profesional y personal.

“Salí con mi familia, mi esposa, y tres hijos a París.

Me había casado con María Luisa C. Manjarrez, maestra también y hermana de Froylan, David, Bonifacio y Pelagio C. Manjarrez, este último músico y gran maestro (mi suegro).

María Luisa tenía una hermana religiosa, Sor Teresa, Superiora de la Orden de las Josefinas, mujer de un talento extraordinario.

Mis hijos Laura, María Teresa y Gilberto eran todavía pequeños.

Cuando llegamos a París fueron inscritos en la escuela comunal y ahí tuvieron estudios de Liceo.

María Luisa se especializó en asuntos educativos, después de la experiencia que tuvo en México con muy buenos resultados en la Casa Hogar de la Beneficencia Pública del DF.

Para relacionarse con las autoridades coloniales de los países europeos, estuvo suscrita a varias publicaciones de Suiza y Francia. Tuvo amistad con el gran maestro Jean Piaget de Suiza, que encontró las experiencias de mi esposa aquí en México bastante interesantes y alrededor de ello y de temas generales, tuvieron pláticas frecuentes en Ginebra.”

 

Cómo una represalia por su labor diplomática para salvar a cuarenta mil perseguidos por Hitler, este mantuvo a toda la familia Bosques C. Manjarrez como rehenes durante un año.

El reconocimiento al talento y preparación de su esposa nos muestra a un hombre de amplio criterio y gran autoestima, así como un hombre de gran sensibilidad y amor.

Sobre este aspecto de Gilberto Bosques su hija Laura me ha enviado los versos que escribió de joven para que los conozcan ustedes.

En esta ocasión les comparto el poema:

 

                TRAZOS

 

La tragedia tiene

la curva del desierto

 

la mueca de la noche sobre los terremotos 

 

el espanto del silencio

atado a las ruinas de un templo

tragado por el mar

 

la contorción del árbol viejo 

agarrado a la roca demente

de un desfiladero 

 

el horror de las águilas 

que disputan su nido al incendio 

 

el escalofrío de los horizontes

cuando rompe los mares el viento 

y los volcanes escupen su fuego

 

la tragedia tiene 

la hondura del desierto...

 

Nota: se respetó la redacción, la puntuación y la ortografía original. 

Manola Álvarez Sepúlveda