Pudimos observar en las pasadas elecciones, el castigo a los presidentes municipales que buscaban reelegirse sin éxito, esto por su pésimo trabajo. La ciudadanía les dio la espalda y los mando allá lejos, donde van los políticos que cargan el desprestigio de la ineptitud, y en muchos casos la estampa de la corrupción.
El ser alcalde de cualquier ciudad, grande o pequeña es sin duda una tarea titánica. Basta observar cómo se encontró el semblante de los candidatos a cualquier puesto de elección popular y cómo cambió después de que terminaron su gestión. Lo mismo ocurre con los gobernadores, el presidente de la República y el jefe de Gobierno de la Ciudad de México. El caso de los legisladores es distinto porque se la pasan fenomenal y al concluir casi siempre tienen otras oportunidades para seguir mamando de la ubre presupuestal.
Los problemas que vive México han agravado las expresiones faciales de los gobernantes. En el caso de los munícipes porque, además de proteger a los ciudadanos, tienen que conciliar con los grupos políticos del municipio, resolver los problemas de los comerciantes y convencer a los empresarios para que reinviertan sus ganancias, si acaso las tienen. Los baches rompe llantas pierden importancia ante la delincuencia en sus diferentes niveles, desde el robo hormiga de autopartes hasta el crimen perpetrado por los sicarios.
Todo ello no los limita a usar sus dispositivos móviles y todo lo que les ayude a lidiar con los problemas cotidianos. Necesitan estar bien informados y adelantarse a hechos que afecten a la comunidad que gobiernan. Esto además de contar con un "tanque de cerebros" que se anticipe a y solucione los problemas graves.
Sin embargo hay quienes construyen túneles, blindan sus vehículos personales antes que a sus policías. Son tipos que no tienen idea de las carencias y necesidades de los barrios, las colonias marginales, los mercados, el transporte público. Unos porque fueron empresarios exitosos (o lo son) y por eso lo tienen todo, excepto talento para gobernar. Y otros porque llegan al poder no para ayudar a resolver los problemas de la comunidad, sino para complicarlos más por sus ambiciones de riqueza.
Sería extraordinario que los gobernantes llegaran al cargo dispuesto a cumplir con su deber y no a enriquecerse y a favorecer a sus amistades; que se olvidaran de cobrar cuantiosas comisiones a través de los contratos de obra pública; que tuvieran en cuenta que el repudio de la sociedad puede aplastarlos; que tomen nota de que el pueblo ya no perdona y que cobra en las urnas las facturas; que la sociedad ha despertado y ya sabe cómo identificar al servidor público corrupto y farsante; y que cuando se escucha el nombre del mal servidor público, los ciudadanos sienten la náusea que comparten con los guardaespaldas que los protegen de todo menos del repudio popular.
Pudimos observar en las pasadas elecciones, el castigo a los presidentes municipales que buscaban reelegirse sin éxito, esto por su pésimo trabajo. La ciudadanía les dio la espalda y los mando allá lejos, donde van los políticos que cargan el desprestigio de la ineptitud, y en muchos casos la estampa de la corrupción.
Ojalá los nuevos presidentes municipales no fallen en su encargo para que la opinión pública aborde temas más alentadores y aquellos que sueñan en ser gobernadores, ahora sí den resultados para poder imaginarse en la silla del primer mandatario del estado.
Hasta la próxima