Manjarrez conoce y profundiza con rigor analítico en este aspecto toral del desenvolvimiento económico de nuestro país, para ello se vale de la luminosidad del pensamiento y la acción liberal de sus ancestros, así como de la conducción certera del constituyente don Gilberto Bosques, en quien Manjarrez reconoce al maestro incomparable...
Mil novecientos cincuenta –a mitad del siglo XX– puede representar el parteaguas en una generación que comprobaba, desde su mexicano domicilio, las consecuencias de cataclismos bélicos sin precedentes así como las expectativas–esperanzas fragmentarias– de una vida mejor en lo inmediato por venir, interpretando ésto como la entrada de nuestro país al desarrollo sociocultural, a la madurez política expectante del siglo XIX con la Independencia de
México. La década quinta fue asimismo el tiempo de la posguerra en la que nuestro país provocaría la codicia de nuestras fortunas, generadas dentro de lo que vendría a conocerse como el apogeo de la economía de guerra. Época de penetraciones multicelulares infusorias que lo mismo aportaban grandes capitales tránsfugas de la debacle belicista, que imponían modas y corrientes incidiendo en la manera de ser y estar, en el trepidante y fabuloso siglo XX.
Es la década, también, en que comienzan a manifestarse –adolescentes y jóvenes aún –aquellos que llegarían a formar la Generación del Medio Siglo: intelectuales, políticos y artistas que empezarían a sumarse o a desertar de los usos y costumbres que los periodos de gobiernos anteriores caracterizarían a través de lo conocido como “sistema político mexicano”.
Los antecedentes de esta Generación del Medio Siglo los encontramos lo mismo en el grupo de los Hyperiones (Uranga, Jorge Portilla, Luis Villoro, Zea, …) y en la aportación electoral titulada convincentemente “el voto razonado”, con el que Ruiz Cortines solicitaría a su favor la anuencia de algunos connotados humanistas (Alfonso Reyes, Samuel Ramos, Nabor Carrillo, Manuel Sandoval Vallarta…) para acceder triunfante a la Presidencia de la República.
Una actitud crítica, de profunda condición analista llegaría a caracterizar a esta generación del Medio Siglo. En primer lugar a una muchedumbre de notables escritoras como María Luisa Mendoza, Elena Poniatowska, Silvia Molina, etcétera y en la literatura a Carlos Fuentes, Fernando del Paso, Arturo Azuela…; en el ensayo político a Victor Flores Olea, Enrique González Pedrero, Porfirio Muñoz Ledo, Carlos Monsiváis…; en el teatro a Emilio Carballido, Sergio Magaña, Hugo Arguelles H.A…; y en el cinematográfico a Manuel Michel, Paul Leduc, Arturo Ripstein, Juan Manuel Torres…
Generación del Medio Siglo que se formula con ansiedad las mismas preguntas que de entrada nos encontramos en este “El choque de las Águilas” de Alejandro C. Manjarrez. Interrogantes que a través de los diferentes espacios históricos que nuestro país ha determinado desde el siglo XVI a la fecha, no encuentra respuesta satisfactoria a problemas tales como la identidad nacional, la autosuficiencia económica, la relatividad de la soberanía como concepto supuestamente real, la conducta inveterada y errónea del mexicano común frente a situaciones tales como la política electoral, la representación nacional y por encima de todo, esa situación pendular que hace que el pueblo de México se sorprenda siempre oscilante en el binomio dictadura–democracia.
En el choque de las Águilas se plantean estas cuestiones bordeando tesis y teorías económicas cuyo manejo habría de caracterizar los tiempos que corren. Su autor lo hace partiendo de las observaciones que el barón Von Humbolt propuso desde la fascinación que le causara su visita al suelo mexicano: análisis el de Humbolt propuesto “a través de los prismas científicos e históricos labrados por la Ilustración” (Humbolt en México, Ensayo político sobre el reino de la Nueva España de José Miranda). De esas observaciones del sabio Alemán partiría el trazo de la política económica que el gobierno de los Estados Unidos aplicaría con su vecino sureño espacioso y promisorio. “La adquisición de California y Nuevo México” y la “anexión de Texas” determinarían la fortaleza expansiva de los Estados Unidos, ya que de acuerdo a los informes del presidente Jaime Polk “los territorios adquiridos aumentaban más de la mitad el tamaño del país”. La acción consecuencial del embajador Joel Roberts Poinsett determinaría a su vez, paradójicamente, la política económica de nuestro país desde la propia consumación de la Independencia hasta los presentes años finiseculares, limitándola en su desarrollo y haciéndola depender de las señales colonialistas del poderoso país del norte.
Manjarrez conoce y profundiza con rigor analítico en este aspecto toral del desenvolvimiento económico de nuestro país, para ello se vale de la luminosidad del pensamiento y la acción liberal de sus ancestros, así como de la conducción certera del constituyente don Gilberto Bosques, en quien Manjarrez reconoce al maestro incomparable. Este prólogo pretende únicamente, entreabrir el portón que conducirá al lector por aposentos lo mismo familiares que reveladores.
Héctor Azar