Apunte usted entre los ejemplares que por ningún motivo merecen llamarse hijo de mujer, a los lenones, es decir, a los explotadores y tratantes de blancas y niños que han hecho del sexo una de las “industrias” más productivas de la época...
La mujer es sin duda la creación más hermosa y perfecta de nuestra madre naturaleza. Gracias a ella existimos y por ella nos hemos empeñado en progresar, conquistando desde conocimientos hasta el espacio sideral, las profundidades del mar, y todo lo que pueda darnos la primacía sobre las otras criaturas del mundo. Las mujeres, pues, son el eje de la vida, del amor, de la creación, de la inspiración y de la bondad.
Por ese sentimiento primigenio que usted y yo conservamos, nos resulta extraño aceptar personas contrarias a cualquier manifestación de amor a los demás; a individuos parecidos a abortos de probeta que en lugar de fraternizar con el género humano, están empeñados en desaparecerlo, matarlo y empujarlo hacia la muerte con drogas, hambre o enfermedades.
Esa gente no festejará este día mientras haya un conglomerado decidido a expresarle un reclamo silencioso. De ahí que el lector me permitirá que en esta ocasión me arrogue el derecho de expresar esos reclamos que flotan en el ambiente, a pesar de que me exponga a una denuncia ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
Ojalá usted coincida conmigo en que no tienen madre los autores intelectuales del crimen contra Luis Donaldo Colosio Murrieta, porque cegaron una vida llena de ilusiones y buenos deseos para la sociedad. Moralmente y en el momento en que concibieron el complot que dejó sin padre a dos infantes y a la patria sin uno de sus mejores hijos, perdieron cualquier derecho de tenerla, recordarla o festejarla.
Tampoco puede tener madre el asesino de Colosio (no escribo su nombre para no ulcerarme las ojos), aunque la pobre mujer que lo parió esté confundida, triste, acongojada y puede ser que hasta arrepentida por haber concebido semejante alimaña.
Obviamente también perdieron el derecho natural de sentirse con progenitora, aquellos que se han enriquecido con la miseria del pueblo, con el sudor de los pobres, abusando de la confianza de los gobernados o valiéndose de un cargo público o de elección popular para usufructuarla.
Y qué decir de los seudolíderes cuya ambición les impele a manipular la conciencia y necesidad del pueblo, valerse de su confianza y obligarlo a cometer actividades al margen de la ley y contra el interés de las mayorías.
Junto a los “desmadrados” también caben los violadores y crimínales que viven en lo más bajo y oscuro del raciocinio, lo cual –con riesgo de ofender a los animales– los mantiene en el nivel de los primates.
Lo mismo podríamos decir de los comerciantes cuya ambición les ha hecho perder los valores más elementales y dedicarse a envenenar a la juventud con publicaciones y producciones pornográficas, y tal como lo hacen quienes promueven el capitalismo salvaje representado a la perfección en bebidas y productos cuyo “abuso perjudica la salud”.
Apunte usted entre los ejemplares que por ningún motivo merecen llamarse hijo de mujer, a los lenones, es decir, a los explotadores y tratantes de blancas y niños que han hecho del sexo una de las “industrias” más productivas de la época.
Así mismo, hay otro grupo que no tiene derecho a sentirse parte de los festejos de este día. Me refiero a caciques, mayordomos, curas, pastores y todo tipo de guías dizque sociales y espirituales que son capaces de cualquier cosa con tal de llevar agua a su molino, incluso hasta de poner en práctica el derecho de pernada, leva, penitencia, castigo y ejecución.
Esperemos, pues, que no obstante la cantidad de “Jijos”, hoy –como cualquier día– existan muchos “hijos” que puedan festejar, recordar y añorar a su madre que, estoy seguro, ha sido, es y seguirá siendo la creación más hermosa de la naturaleza.
10/V/1994