El buey llegó a los portales (Crónicas sin censura 111)

Réplica y Contrarréplica
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“You deserve a brake today” (hoy te mereces un descanso) solo era seguido en popularidad por el himno nacional estadounidense...

El Corazón de Puebla, como acertadamente llama a los portales el historiador Ramón Sánchez Flores, ha sido atravesado por la fuerza económica del arco dorado, emblema de la poderosa hamburguesería estadounidense que lleva el nombre de McDonald’s. De esta manera nuestro centro histórico queda expuesto a sufrir los trastornos del colesterol financiero, sustancia que por cierto es capaz de obstruir la fluidez de la cultura nacional y alterar los hábitos de comensal del mexicano empeñado en los tacos de cuerito, nenepil, barbacoa, cemitas, sudados, machitos, maciza y hasta quesadillas de flor de calabaza y sesos. De aquí en adelante la prosapia poblana podrá asistir al portal Hidalgo número 12, inmueble que fue restaurado y decorado con horribles injertos de formaica, plástico, maderas y algunos azulejos de talavera tradicional. Tal parece, pues, que la cultura del trigo ahora si ganará terreno a la del maíz, a menos que el megaproyecto de Puebla contenga los antídotos necesarios para conservar y rescatar nuestros valores culturales.

Mi preocupación surgió después de leer la inserción periodística que da cuenta de la inauguración de ese restaurante. Dice la nota: “Cabe señalar que el señor Rodolfo Vivanco Nuño y su esposa Carmen, durante la inauguración hicieron entrega al señor Ricardo Menéndez Haces de 500 mil juguetes como una donación altruista para los niños del DIF”. Y como usted y yo sabemos estas empresas y sus franquicias, no dan paso sin huarache. De ahí que con la donación referida busquen ganar 500 mil pequeños clientes que el día de mañana serán grandes y obesos consumidores. Por si hay alguna duda ahí le van algunos datos:

En 1954 Roy Kroc se asoció con los hermanos Richard y Maurice McDonald’s cuyo negocio de “fast –food” les había dado gran cantidad de dólares pero poco prestigio. El trato inicial fue que Kroc comercializaría los restaurantes por toda la Unión Americana. Sin embargo, y ante la preocupación de darle a ganar mucho dinero a los hermanos, seis años más tarde Roy decidió comprarles todo el negocio. Después de un tiempo razonable para pensar la oferta, los MacDonald’s vendieron sus acciones en dos millones 700 mil dólares. A partir de ahí el nuevo dueño inició una de las empresas más prósperas del mundo, incluso, la primera que tuvo su MacDonald’s Hamburger University para entrenar a quienes deseaban obtener un ascenso condicionado con el título de bachiller en hamburguerología.

En la década de 1970–1980 la empresa vendió treinta mil millones de hamburguesas (8.2 millones al día). Fueron sacrificados para la causa cinco millones de bueyes y cada año se talaron más de 550 kilómetros cuadrados de bosques para hacer sus servilletas y platos. Según nos cuenta Williams Meyers en “Los creadores de imagen”, un estudio confidencial llevado al cabo por encargo de una de las más importantes agencias de publicidad, puso en claro que en 1978 el setenta por ciento de todos los norteamericanos había comido por lo menos una vez en alguno de los establecimientos de la cadena. Otra encuesta de 1977, descubrió que el estribillo cantado de los anuncios de MacDonald’s: “You deserve a brake today” (hoy te mereces un descanso) solo era seguido en popularidad por el himno nacional estadounidense.

Pero como no hay mal que dure cien años, las ventas de la empresa se vinieron abajo curiosamente por la competencia de empresas de comida rápida de platillos mexicanos. Los Chi–Chi y Red Lobster la obligaron a cambiar la estrategia comercial y buscar nuevos mercados donde las hamburguesas fueran novedad, sin dejar el enorme mercado estadounidense equitativamente repartido con Burger King, Wendy´s y Kentucky Fried Chicken. Se lanzó hacia la conquista de los estómagos latinos con una dieta que, según datos españoles, aumenta el colesterol. Ya la tenemos en Puebla, en los portales del Centro Histórico, a punto de invadir las arterias citadinas con el colesterol financiero que, ya hemos visto, obstruye la fluidez de la cultura nacional.

Alejandro C. Manjarrez

6/VII/1993