Amar después del abismo

Salud y orientación
Tipografía
  • Diminuto Pequeño Medio Grande Más Grande
  • Default Helvetica Segoe Georgia Times

Sí, los codependientes pueden volver a amar...

Hay preguntas que parecen disparadas desde el fondo de una herida. No buscan respuestas simples, sino una forma de calmar el eco. Esta es una de ellas: “Si los codependientes son adictos a las personas, ¿no deberían dejar de amar para siempre?”

El que pregunta no quiere saber. Quiere consuelo. Quiere entender por qué, aún sabiendo que el amor le arranca la piel, sigue buscándolo con la desesperación de un náufrago que abraza la misma ancla que lo hunde.

Y es que hay amores que no son amores, sino cárceles con paredes de caricias. Amores donde uno se borra para que el otro no se vaya. Amores que no alimentan, sino que devoran. Y a eso, en los pasillos más lúcidos de la psicología, le llaman codependencia.

No es amor. Es hambre emocional. Y como toda hambre, vuelve irracional al cuerpo y vulnerable al alma. La persona codependiente no ama: se funde. No acompaña: se disuelve. No construye vínculos: construye jaulas donde se encierra sola, mientras repite “lo hago por amor”.

Entonces, ¿es justo pedirle que no vuelva a amar? ¿Se le pide al exalcohólico que nunca más beba una gota, también debemos pedirle al excodependiente que se abstenga del afecto humano?

No. Porque el problema no es el amor, sino el modo en que se habita.

El codependiente no necesita huir del amor. Necesita mudarse de casa emocional. Salir de ese viejo hogar donde el amor dolía, y construir uno nuevo donde el amor no sea un sacrificio, sino una elección. Donde el “te amo” no signifique “me anulo por ti”, sino “me comparto contigo”.

Porque el amor sano no exige renuncias heroicas, sino límites humanos. No castiga, no ata, no manipula. El amor que vale la pena no te pide que te dejes morir un poco cada día. Te invita a vivir contigo, junto a alguien que no quiere salvarte ni ser salvado, sino simplemente acompañarte.

Sí, los codependientes pueden volver a amar. Pero no con la misma ceguera, no con la misma herida abierta, no desde el mismo lugar de urgencia. Deben hacerlo desde la conciencia, la terapia, la paciencia, y —sobre todo— desde una soledad aprendida con dignidad.

Porque solo quien ha aprendido a estar solo sin romperse, puede estar con otro sin deshacerse.

Tobías Cruz