Ante esta realidad por demás injusta e indignante, Alma ha decidido agotar todos los recursos, y valerosamente ha transformado su dolorosa realidad, en un estandarte para luchar igualmente por otros...
En la consulta, escucho a mujeres que han sido victimizadas de diferentes formas, las acompaño en su proceso emocional, y voy de la mano con ellas en el proceso de fortalecimiento; lo que florece poco a poco y requiere tiempo y mucha disposición. Sin embargo, siempre existe alguien que transforma poderosamente su realidad, y esta vez, la vida cruzó en mi camino a una mujer valerosa.
Alma, como la nombraré por afecto, vivió por más de diez años una situación de violencia ejercida a niveles perversamente inimaginables, no sólo por su marido, sino por toda la familia del mismo. Una mujer minimizada, herida constantemente en su cuerpo, y su autoestima; a la que inclusive se le negó el derecho de llamarse por su propio nombre. Con una identidad robada, sin dignidad, sin voluntad, limitada al cuidado de sus hijos y al desarrollo de una paranoia espantosa. Y aun peor, obligada a tomar medicamentos por una supuesta enfermedad inexistente, que la mataban poco a poco e indudablemente, la hacían sentir cada día menos viva, menos ella.
En esta maquinaria tan extraordinariamente armada de maldad, llegó el día que se había anunciado lenta y dolorosamente, era evidente que la vida de Alma corría peligro, no era una invención, era una realidad tangible y contundente; por lo que una fuerza interna, desconocida hasta entonces, la movió a huir por salvar su vida. El tiempo no fue suficiente, y tuvo que dejar atrás a sus hijos, encarcelados en aquel castillo de la pureza. Con el corazón por equipaje, salió huyendo, dejando detrás todo, pero lo más doloroso, sus hijos, a quienes no pudo arrancar de las fauces del lobo.
Con una vida desgarrada y la salud mermada, inició una batalla legal sin tregua, en donde la misión era recuperar a sus hijos, verlos al menos, poder convivir con ellos. Pero todos los derechos le fueron negados por un poder oculto, y dado en el resguardo del secreto de vidas doblemente torcida de muchos, lo que ha bloqueado completamente el acceso de una madre hacia sus hijos.
Ante esta realidad por demás injusta e indignante, Alma ha decidido agotar todos los recursos, y valerosamente ha transformado su dolorosa realidad, en un estandarte para luchar igualmente por otros.
No sólo hablo de alguien que es un ejemplo, sino de alguien que paso a paso va venciendo su miedos, fortaleciéndose y haciéndose como ella dice “poderosa”, y cuando lo dice, sé que se refiere a que puede verse y reconocerse, que puede decir lo que piensa, que puede poner límites a las injusticias, que puede decir no, y lo más importante de todo, que comienza a ver el gran potencial que tiene. Y esto es oro molido, porque es la base sobre la cual establece su nueva vida en donde las mentiras, la tiranía y el silencio, no son más permitidos.
Yo se que existen muchas Almas que se levantan por su propia causa, y que encuentran en el camino su misión de vida. Ante este ejemplo, me he quedado no sólo profundamente movida, sino en una actitud reflexiva. Porque ¿cuántos años de opresión no hemos vivido, siendo nosotras mismas el verdugo? No tiene precisamente que llegar un enfermo de este calibre para que seamos violentas con nosotras mismas, nos descalifiquemos constantemente y no seamos capaces de asumir nuestra luz y nuestra sombra.
¿Cuántas veces no nos ofendemos internamente? ¿Cuántas veces aceptamos nuestra condición y celebramos nuestras pequeñas victorias como grandes batallas ganadas y reflexionamos igualmente en nuestras derrotas? Porque no existe vida sin propósito, no existe una sola persona que no tenga razón de ser. Nuestro caminar se encuentra lleno de batallas, en distintas condiciones y circunstancias; pero a veces nos identificamos con las derrotas, con las fallas, con las batallas perdidas y las convertimos en guerras perdidas, magnificando no sólo lo que fueron; sino perpetuando en nuestra cabeza su masivo poder de destrucción. Nuestros pensamientos nos llevan a fatalizarlo todo; es nuestro pensamiento el que nos lleva a dolernos y dolernos, es nuestra falta de valor, nuestra cobardía.
O tal vez les pasa como a mí, y se quedan siempre un paso atrás, con un esfuerzo casi finalizado y ridículamente abandonado hasta el final, como maestros de la postergación. Que terrible reconocerlo, pero al verlo, evidentemente entiendo que no quiero eso para mi ni un día más. Con mayor razón cuando llegó a mí una mujer cuya profesión es ser una heroína, no podría continuar en mi mediocridad, cuando he visto tan de cerca, lo que es en realidad una valiente y valiosa mujer. No cuando alguien rescata sus recursos desde sus entrañas y camina erguida, tal vez con miedo, pero erguida ante una realidad desalentadora y no da marcha atrás.
No esta vez no, se me acabaron las justificaciones y me siento avergonzada de hacer algo distinto conmigo. Es por esto que hoy escribo estas líneas, no sólo para homenajear a Alma y decir todo lo que vale una heroína, una pequeña, pero gran mujer corazón de león; quien con su presencia ha tocado mi ser en lo más hondo, haciéndome ver que las barreras están en mi cabeza, no en mi caminar. Alguien que me ha enseñado con su dolorosa historia que se puede seguir adelante a pesar de lo que sea, alguien que me ha enseñado como a pesar de heridas tan profundas y grandes, se debe sonreír y caminar. Alguien de carne y hueso que transita transformando su existencia y la de los demás. Dios te bendiga, porque lo digo y lo vuelvo a repetir, cada vez que pienso en ti, digo, profesión: heroína, no sólo de tu vida, sino de todos los que tenemos el honor de conocerte.
Ojalá que la descripción de esta heroína, toque a tu heroína interior, y resurjas y te liberes de tu propia prisión, porque no hay un yugo más poderoso, que el que es ejercido desde tu interior.