La procracidad como método (Crónicas sin censura 133)

Réplica y Contrarréplica
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LA PROCACIDAD COMO MÉTODO

No soy yo quien piensa, son mis ideas las que piensan por mí.

—Lamartine.

 

Si hubiesen tenido eco las propuestas gramaticales del Premio Nobel Gabriel García Márquez (eliminar la “h” y “jubilar” la ortografía), seguramente estaríamos viendo a los candidatos presidenciales como vanguardistas de nuestro lenguaje. Y, obvio, a Vicente Fox como el líder de todos ellos.

Algo parecido pasaría con el famoso PUP si esta organización nacida en Monterrey se hubiera politizado:

No le quepa la menor duda de que hoy sería el partido más fuerte en la dura competencia de las encuestas, y sus miembros los rivales más procaces, incluso superiores al propio Fox o al otrora famoso Humberto Roque Villanueva.

Y ya que hablamos de los “hubiera”, el lector me permitirá invocar en este ejercicio la capacidad de raciocinio científico y humano de Ignacio Ramírez, “El Nigromante”; al talento de Alfonso Reyes, intelectual que estudió y fundamentó el origen del “alma nacional” surgida del sincretismo que dio fuerza y prevalencia a nuestra cultura; a la sensibilidad social de Ignacio Manuel Altamirano, indígena puro que concibió el principio de la educación laica, gratuita y obligatoria; a la visión de José Vasconcelos, uno de los principales impulsores de la educación en México, y, desde luego, a la lucidez de Octavio Paz, el Premio Nobel de Literatura cuya creatividad produjo fábulas que evolucionaron el lenguaje, haciendo de la lujuria, por ejemplo, un intenso poema permanente.

De vivir todos estos personajes de la historia nacional, probablemente estarían sufriendo algo muy parecido a la tortura que agobió a Jean-Marie Rouart, Marcel Proust y Honoré de Balzac, escritores y creadores que fueron víctimas de sus arrepentimientos incesantes. Y ello debido al intenso bombardeo de una propaganda política rayana en la locura.

Imagínese lo que diría cualquiera de los mencionados si pudiera escuchar el tema de “Juanga” en la promoción del candidato Francisco Labastida Ochoa, y al mismo tiempo conocer, por los medios de comunicación, como “la chambona”, la opinión de Vicente Fox sobre el cantautor (“es un mamila”). O lo que harían al leer las diversas inserciones redactadas para burlarse, no del candidato denostado, sino de sus correligionarios y simpatizantes. Pero dejemos la imaginación para mejores tiempos y centrémonos en lo que un día de los pasados publicó la prensa.

En El Sol de Puebla

(y en casi todos los periódicos, incluyendo Síntesis) apareció una plana del PRI medio “musicalizada”. La intención era obvia, pues resaltaba el resultado de la encuesta de la empresa Mercae-i que muestra las preferencias electorales a favor del partido en el poder. “La distancia entre los dos es cada día más grande”, decía la cabeza de la publicidad, frase que exalta el ingenio creativo de los creativos (sic, preconcebido) encargados de promocionar al tricolor. (El PAN pudo haber hecho otra página con una de las canciones que dieron fama y fortuna a Pedro Infante. Por ejemplo: “Si te vienen a contar cositas malas de mí, manda a todos a volar y diles que yo no fui…”)

En la primera plana del mismo Sol de Puebla se publicó una declaración (esta sí congruente) del cauto y comprometido doctor Enrique Cárdenas, quien criticó a los políticos por “sentirse el centro del universo” y a sus campañas por largas y agotadoras.

La crítica del académico contrastó con la promesa de Antorcha Campesina, cuyo líder estatal se ha comprometido a que su organización le dé al PRI 60 mil votos. (“De lengua me como un plato”, diría uno de los “clásicos tepiteños”).

Germán Sierra Sánchez no se quedó atrás. Entre otras cosas, resaltó aquello de que “Vicente Fox no sabe de economía ni de aritmética”. Lo mismo ocurrió con Miguel Barbosa Huerta, dirigente del PRD, que, para no variar, volvió a las andadas en contra de Mario Marín, de quien le preocupa que intervenga en el proceso electoral del 2 de julio.

El mismo día de este resumen arbitrario, la prensa nacional dio cabida a las declaraciones de Fox, Francisco Labastida y Ernesto Zedillo. El primero porque dijo que “ni mapaches ni dinosaurios pueden detener el cambio”. El segundo debido a que aseguró que no aceptaría presiones ni chantajes. Y del presidente se destacó su opinión respecto a que en México “no hay lugar para el fraude electoral y (que) si alguien tiene dudas es por falta de información”, además de citar su nueva frase: “la democracia es un gran invento y muy barata”.

Queda claro, pues, que algunos de los mensajes atentan contra la inteligencia de lectores, radioescuchas y televidentes. Y que, en venganza, el considerado como público cautivo hace como que lee, ve y escucha aquello que podría llenar de orgullo a don Gabriel García Márquez, de tristeza a los clásicos mexicanos y de melancolía a los filósofos, poetas, científicos, artistas y escritores cuya excepción llegó a convertirlos en seres inhibidos de la legitimidad que los puso en el umbral de la locura. La respuesta a estos atentados podría ser el no votar o hacerlo en contra de los “criminales” del lenguaje. Ojalá que no ocurra y que las urnas se llenen de sufragios, gane quien gane.

Alejandro C. Manjarrez