LOS LOGROS DE LA CONTROVERTIDA ANTORCHA CAMPESINA
¿Y por qué Huitzilan se convirtió en una zona bélica? Gilberto bravo, uno de los testigos del origen de la violencia, dice que el municipio Huitzilan de Serdán era un lugar tan bello como tranquilo y amable. “Llegué a Huitzilan en el mes de agosto de 1975. Por aquellos días la población era un modelo de paz y concordia. Quizá por ello el antropólogo norteamericano John Tagat, seleccionó esta comunidad para realizar un estudio de comportamiento de las comunidades indígenas de refugio. Las experiencias del investigador (1973-1974) fueron editadas por el Instituto Nacional Indigenista, bajo el título de ‘Estructura de los grupos domésticos’. Con las observaciones hechas por Tagat sobre la comunidad y con mis propias vivencias, bosquejo las siguientes reminiscencias.
Cuando llegué a Huitzilan la población tenía unos siete mil habitantes, de los cuales poco menos de 500 eran mestizos. En este grupo se tomaban las decisiones y era esta gente la que detentaba la propiedad.
La población indígena hablaba náhuatl y muy pocos de ella eran bilingües. Por su parte, los mestizos en su totalidad dominaban los idiomas náhuatl y español, lo cual les permitía usar el náhuatl sólo cuando se dirigían a los indígenas. Y los indígenas bilingües nunca hablaban español con los mestizos; únicamente lo hacían para comunicarse con los fuereños o cuando salían de su pueblo.
La población mestiza tenía el control de la presidencia municipal (que en aquella época carecía de participaciones) y aquellos que llegaban a ocupar el cargo de alcaldes (que era una carga, lo hacían como si se tratara de una obligación que les ocasionaba fuertes erogaciones económicas y pérdida de tiempo. En esos años la lucha no era para obtener el poder político implícito en la alcaldía, sino por no ser electo presidente municipal. El grupo de mestizos que controlaba el pueblo se cobijaba bajo las siglas del PRI. Y fue hasta el año de 1977 cuando la oposición apareció bajo el emblema del PARM, escogiendo como candidato a un indígena de apellido Vázquez cuyo progreso económico se había iniciado al casarse con una mestiza abandonada y con hijos.
En aquellos años la comunicación por tierra era a través de una brecha que empezaba en Xochitlán y terminaba en Zapotitlán, donde el camino se bifurcaba hacia Huitzilan. En tiempo de lluvias, el pueblo se aislaba debido a que la brecha se hacía intransitable y, de haber algún derrumbe, el aislamiento duraba meses. Otra vía, quizás la más transitada, era un camino de herradura que venía desde Pahuata, pequeña población perteneciente al municipio de Huahuaxtla. Este camino tenía una extensión aproximada de diez kilómetros entre la Sierra. En ocasiones el acceso se lograba usando una avioneta que aterrizaba en el único terreno plano que se podía habilitar como pista, propiedad de Adolfo Aco, un indígena enriquecido por la herencia de su padre mestizo que tardíamente le compensó del abandono de su infancia.
La lucha por el poder no existía. Salir seleccionado para ocupar un cargo en el Ayuntamiento significaba un terrible sacrificio. De ahí que durante años no se hiciera obra pública. De 1974 a 1977 fungió como presidente municipal Eduardo Carballo Vázquez, quien siguiendo el ejemplo de sus antecesores, únicamente se limitó a rehabilitar el camino, mantener el edificio de la presidencia y mejorar las instalaciones de la escuela para que los niños fueran enviados a ella. Los recursos para las obras surgían de la colaboración económica de los mestizos y las faenas. Con frecuencia algunos padres eran exentados de la obligación de mandar a sus hijos a la escuela a cambio de algún dinero u otra especie.
El director del plantel era un nativo del lugar. En sus aulas asistían niños indígenas y mestizos sin que se observara ninguna discriminación a pesar de que la enseñanza se impartía en español.
La comunidad mestiza se desarrollaba en forma independiente de la indígena, incluso en sus proyectos de trabajo comunitario o personal. La emigración hacia las grandes ciudades o al extranjero era privativa de esta gente. La comunidad indígena hacia su vida social sin tomar en cuenta a los mestizos. En sus relaciones familiares o con los de su etnia se negaban a usar otro idioma que no fuera el náhuatl. Su cosmovisión estaba privada de nahuales y de explicaciones mágicas de la vida. La salud de la comunidad recaía en los curanderos que echaban mano de la herbolaria tradicional y de fórmulas mágico–religiosas. Los matrimonios entre indígenas se pactaban con mucha anticipación; las familias acostumbraban un complicado ritual de pedimentos de mano que los mestizos interpretaban equivocadamente como una especie de compra-venta de la novia.
No obstante las diferencias sociales y religiosas entre los habitantes nadie se inmiscuía en la vida o costumbres de las familias. Tampoco en sus preferencias religiosas, había cuatro iglesias protestantes, y el catolicismo representado por la mayoría de los mestizos. En esa época predominaba la Iglesia Unida (rama indígena de la Iglesia presbiteriana con treinta años de trabajo), la Iglesia Pentecostés (con veinte años de obra), la Iglesia Luterana que entonces tenía siete años, y la Iglesia Metodista cuya obra apenas había empezado. Estas iglesias solían tener buenas relaciones entre sí y con toda la comunidad indígena de donde partía su presencia o importancia. Los mestizos católicos siempre se mostraron indiferentes a la existencia de otras religiones, incluso algunos de ellos llegaron a convertirse al protestantismo.
Ya para 1975 empezó a notarse la actividad de la Unión Campesina Independiente (UCI). Ocurrieron las primeras tomas de tierras en la región de Zacapoaxtla. Posteriormente, en 1976, la UCI llegó a Pahuata donde también se hizo de algunas tierras. Ahí se relacionaron con algunos habitantes de Huitzilan y descubrieron que existía un predio en apariencia abandonado por las diferencias entre los herederos. Esto los animó a ocupar la propiedad y a investigar las posibilidades de posesionarse de más tierras. Llegaron sus dirigentes y empezaron a organizar a los habitantes, para, según ellos, entregarles tierras y otorgarles otros beneficios de carácter social. Ya en 1977 la UCI empezó a usar las armas para acrecentar su poder y evitar la disidencia. De esta manera inició una época de violencia que difícilmente olvidarán los sobrevivientes de Huitzilan de Serdán. Quienes no se sometían a los designios de los poderosos eran asesinados. Murieron decenas de mujeres, niños y hombres. El olor a sangre logró expulsar a casi todos los indígenas y mestizos que durante años vivieron en plena armonía con la naturaleza y a paz social. Yo, como muchos de mis amigos que llegaron a realizar el apostolado religioso, tuve que salir de ese rincón, otrora considerado como una tierra llena de esperanza y amor fraterno. Después de nuestra salida hicieron su aparición los antorchos. Y a partir de ese momento la vida se hizo mucho más difícil y la violencia en Huitzilan adquirió tintes de carácter político.” En estas condiciones estaba Huitzilan cuando arribo a la población la avanzada antorchista. Sus asustados habitantes encontraron en el vocabulario político de los “ingenieros” la esperanza que amortiguó el dolor y la desesperación grabada en su alma durante los días dantescos. Obviamente la UCI presentó resistencia para dar su última gran batalla en la Sierra Norte de Puebla. Ambos bandos perdieron a muchos de sus hombres, pero el triunfo final correspondió a la organización de Aquiles Córdoba ya que había adquirido experiencia en estas lides cuando en Tecomatlán enfrentó a los “pipilones” de Cástulo Campos. Y allí sentó sus reales, tomando a Zacapoaxtla como punto de partida para ampliar su labor de proselitismo y poder político.