La Puebla variopinta, conspiración del poder (Capítulo 17) Experiencia programada

Réplica y Contrarréplica
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A través de la manipulación, las élites dominadoras intentan

conformar progresivamente las masas a sus objetivos.

Paulo Freire

Los simulacros suelen prevenir y ayudar para que enfrentemos con responsabilidad los desastres naturales. Pero también sirven para hacer tanteos políticos y electorales, con un agregado: se realizan en municipios que por su tamaño y conformación social representan el comportamiento electoral de alguna región e incluso hasta de un estado.

Bajo ese esquema, en Tehuacán, por ejemplo, se realizó la elección “piloto” sui géneris autorizada por el maestro al alumno consentido. Había que meterse a explorar la selva del marketing político. Y la Ciudad de las Granadas resultó el escenario ideal.

Sí, ocurrió en Tehuacán, el espacio poblano que ingresó a las referencias nacionales cuando —nos cuenta el anecdotario— Gustavo Díaz Ordaz, a la sazón candidato presidencial, se topó con un letrero espectacular que decía: “Tehuacán con Díaz Ordaz”. Simpático (aunque nadie lo crea, el tipo lo fue) y de inteligencia aguda, don Gustavo preguntó al coordinador electoral: “¿Oiga, y esa chingadera a qué sabrá?”

Sobra decir que los votantes de Tehuacán (como todos los poblanos de la época) manifestaron al candidato su irrestricto e incondicional apoyo por tres elementales razones: era poblano, no había oposición de peso y tampoco existían cacicazgos que se opusieran al hombre cuya fama de duro provenía de su cargo de secretario de Gobierno en uno de los mandatos de la época avilacamachista, cuando empezaba a crecer la que después se convirtió en la más importante industria avícola de México. Lo mismo ocurrió con el control político que ejerció Amador Hernández.

El caso es que en esa población, segunda en importancia económica en la entidad, se ensayó el esquema electoral que habría de orientar al equipo morenovallista: eligieron al peor de los candidatos tanto por su presencia física como por sus pocas luces intelectuales pero con un plus: su solvencia financiera. Se puso en acción la estrategia electoral que rompió los diseños tradicionales, además de la campaña gráfica que llamó la atención de los electores del municipio. El PRI logró remontar las encuestas que no le favorecían (ciso y Mitofsky), hasta recuperar 38 puntos. Esto es: de ir abajo 14 terminó con 24 arriba del pan Lo interesante es que en aquella contienda funcionó bien el muñeco que diseñaron los estrategas del PRI (un colorido y enorme pollo), peluche que resultó más popular que el candidato, además de mayor tamaño, espléndido colorido y mucho mejor aspecto.

Entrevisté a Antonio Peniche García, encargado de la campaña y a la vez subsecretario de Administración de Moreno Valle. Sucedió cuando Rafael iii fungía como secretario de Finanzas y Desarrollo Social. Dijo Antonio que el éxito se debió a cuatro factores; a saber:

  1. Sensibilidad: “estuvimos cerca del pueblo, lo cual nos permitió hacer que sintieran suya la campaña”.
  2. Trabajo: “desarrollamos una intensa labor aprovechando todo el tiempo disponible. Nos entrevistamos con todos y cada uno de los grupos y trabajamos en todos y cada uno de los rincones del municipio”.
  3. Sentido común: “respetamos y trabajamos de acuerdo con el sentir de la sociedad de Tehuacán”.
  4. Orgullo: “mostramos el emblema del pri y enfáticamente mencionamos sus aportaciones sociales y políticas que son detonadores del desarrollo de México”.

Después del triunfo en las urnas, el gobierno se olvidó de su candidato y puede ser que hasta haya provocado vergüenza al grupo que lo usó como conejillo de indias.

Lo que pareciera un comic (por lo del pollo), trama donde se cumple el sueño del hombre que hace cuarenta y dos años concibió el destino de su nieto, es más que una muestra del pragmatismo que ha suplido al compromiso ideológico; la prueba de que el hombre es él y su circunstancia, en este caso la que sin querer o conscientemente planteó el general y doctor Rafael Moreno Valle.

Meses después de la toma de posesión de Moreno Valle Rosas, apareció en la escena pública estatal lo que debió ser otro compromiso también generacional: Fernando, el hijo mayor de Melquiades, diputado federal, fue designado presidente estatal del PRI.

Alejandro C. Manjarrez