Manuel Sánchez Pontón

Alejandro C Manjarrez
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Para Manuel y Óscar

Conocí a Manuel Sánchez Pontón después de que los periódicos de entonces me negaron su espacio: todos estaban controlados por el gobierno y sus directores pedían autorización o línea para negociar su política editorial.

Don Manuel confió en mi e inicié mi columna en La Opinión. En ese afortunado encuentro le pregunté si mis escritos tendrían alguna censura. Él me miró con los ojos del periodista honesto y dijo contundente: “Usted escriba lo que quiera. La única censura es la suya. Nada más recuerde que aquello que diga debe soportar la crítica de los aludidos que buscarán cómo fastidiarlo. Si no tiene cola que le pisen, pues no se preocupe”. Y así garabateé sin tapujos.

La relación con Manolete se fortaleció al grado de que cada conversación se convertía en una enriquecedora entrevista de quien había estado ausente de su terruño con el poblano que era y escribió parte de la historia periodística de Puebla. Por ello me enteré de sus desencuentros con el poder político y las persecuciones que sufrió en los días en que gobernaba el general Rafael Moreno Valle, abuelo de su homónimo cuyo empeño es hacer de la entidad la cede de su cacicazgo político nacional.

Es vasta y muy interesante la vida profesional de Sánchez Pontón. Hablar de él requiere de cientos de páginas dado que fue un revolucionario del periodismo de opinión. Su crítica siempre estuvo muy bien fundamentada. En las líneas ágata del periódico que dirigía, sus lectores atestiguamos cómo iluminó las sombras que en Puebla produjeron los políticos corruptos. ¡Guay de aquel que le diera motivo para formar parte de su leída columna! Uno de ellos, por ejemplo, se ganó el epíteto de “costal de excremento”.

En las siguientes líneas intento resumir la luminosa personalidad y sólida formación de quien hasta el pasado viernes 12 de octubre fue el decano del periodismo en Puebla, un hombre cuya pluma abría las llagas purulentas de la política local y nacional. No fue como el poeta Salazar y Venegas cuyo retintín hería como un ramo de rosas. No, de ninguna manera. Con su buena prosa, Manuel descubrió aquello que tanto daño ha causado a la sociedad mexicana, desde las corruptelas políticas hasta la connivencia entre el gobierno y la prensa.

El 15 de febrero de 1969, ocurrió la matanza de campesinos en el pueblo de Huehuetlán El Chico, allá en la mixteca poblana, historia de la que el periodista Manuel Sánchez Pontón fue redactor, reportero y de paso protagonista periodístico. Aquellos hechos enturbiaron la vida pública y privada del general, médico ortopedista y mandatario del estado de Puebla. Esto por la información ininterrumpida publicada por Sánchez Pontón, testimonios que seguramente operaron como el taladro que perfora algún hueso sin anestesia de por medio: don Manuel escribió lo que pasado el tiempo podría ser la única referencia que muestra los terribles hechos ocurridos durante el gobierno del general y doctor; a saber:

Los habitantes de ese municipio enclavado en la Mixteca, impidieron que tomara posesión Luis Sánchez. La reacción de los pobladores molestó al gobierno y afectó el ánimo del general Eusebio González Saldaña, jefe de la 25 zona militar. De ahí que éste y el inspector general de policía, coronel Joaquín Vázquez Huerta, decidieran usar la fuerza bruta amparándose en las instrucciones del gobernador relativas a “resolver el problema”. El resultado: 18 muertos.

Un año después, el 30 de enero de 1970, ocurrió una nueva masacre en la población de Monte de Chila, en la sierra norte de Puebla. Hubo problemas por la tenencia de la tierra y se produjo el enfrentamiento encabezado por los ganaderos, acción en la que murieron cuatro decenas de campesinos.

De todo ello dio cuenta el periodista Manuel Sánchez Pontón, director del diario La Opinión: con pelos y señas informó sobre los hechos en su diario y en el periódico Excélsior, del que era corresponsal. Manolete, como se le conocía en el medio, pudo investigar y reportear el crimen gracias a que uno de los agentes de la Dirección Federal de Seguridad lo introdujo al lugar de los hechos escondiéndolo en el asiento trasero de su auto, debajo de algunas cobijas. Fue el único reportero que vio y publicó lo que el gobierno federal usó para deshacerse de quien para el grupo del entonces presidente electo Luis Echeverría, era más que un político tóxico.

Debido a la intensa información periodística de tales tragedias que en Echeverría y colaboradores produjeron caras largas y gestos duros (o por aquello de las venganzas políticas, tal vez de alegría), el 8 de septiembre de 1970 Sánchez Pontón fue agredido al salir de su domicilio. Contó el periodista que diez policías intentaron matarlo; que eran agentes de la corporación comandada por Vázquez Huerta; que lo golpearon con macanas de fierro hasta que quedó sin sentido; que al suponerlo muerto, los agresores se retiraron del lugar. Empero, a pesar de la brutal golpiza, Manolete sobrevivió para una vez dado de alta emprender la intensa campaña nacional en contra del general Moreno Valle, misma que realizó ante las autoridades, el ya presidente de México Luis Echeverría así como en varios de los congresos nacionales e internacionales de prensa en los que se apersonó para hablar de su caso y denunciar al gobernador Moreno Valle. Lo señaló como autor intelectual de la salvaje agresión que por poco lo manda al otro mundo.

Tiempo después de aquellos tragos amargos, el general y doctor dejó el cargo para el que había sido electo: en los tres años que duró al frente del gobierno se alejó de los grupos sociales que habían iniciado su proceso de fortalecimiento en el cual la prensa tuvo un papel fundamental…

Quede pues este breve recuerdo como si fuese un haz de luz de la intensa y luminosa vida de Manuel Sánchez Pontón, el periodista excepcional que ahora se encuentra feliz en la otra dimensión acompañado, claro, de su querida esposa Amparo y su amada e inteligente hija María Luisa.

Alejandro C. Manjarrez