Políticos, corruptos o mentirosos

Alejandro C Manjarrez
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Miente, miente, miente que algo quedará, cuanto

más grande sea una mentira más gente la creerá.

Joseph Goebbels

 

 

Veo a ex priistas denunciando con lengua flamígera a quienes fueron sus correligionarios e impulsores, los mismos que antes los ayudaron con su influencia o con su silencio…

Observo a quienes hasta hace poco actuaban como destacados miembros de la izquierda mexicana y que hoy son valedores e impulsores de quienes ayer repudiaban con pasión marxista…

Miro a conspicuos panistas asociándose con notables perredistas a los cuales consideraban émulos de luzbel o, en el mejor de los casos, populistas retrógradas y/o comunistas ‘rojetes” cuyas acciones rayaban en la locura.

Registro sorprendido las actitudes de uno de los líderes políticos de esta nación, el que borró con las nalgas su dicho sobre lo que él había señalado como uno de los valores de la República que, dijo entonces, quería proteger al costo que fuere; me refiero al mismo que de un lengüetazo acabó con la esencia de la República.

Atisbo entre los conceptos democráticos y las justificaciones políticas de dirigentes aunque viejos, vigentes, para encontrar que hay alguno que, perdone la expresión, actúa como si fuese padrote del poder y corruptor político de la niñez.

Reviso acucioso los antecedentes de mujeres y hombres postulados por sus familiares para que los sucedan en el poder… Y no encuentro algo que los salve del juicio popular que consignará a los manipuladores de leyes y presupuestos públicos, o sea sus impulsores, padrinos, cónyuges o padres, precisamente...

Busco en las alianzas sui generis algún antecedente o respaldo ideológico y lo único que encuentro es el pragmatismo salvaje prohijado al calor de la corrupción política y financiera de México y de otras naciones…

Escucho y reparo azorado cómo las bocas —pecadoras unas y dizque santurronas las otras— vomitan sobre sus adversarios la boñiga que antes se tragaron. De ahí, colijo, aquello de que la política es el arte de comer mierda y sonreír…

Me sorprendo ante la asociación electoral entre cristianos y liberales, alianza absurda que me remite a los cambios constitucionales que le dieron personalidad jurídica a las iglesias (de chile, de dulce y de manteca) gracias a la iniciativa de Carlos Salinas de Gortari. Por algo le advirtió su madre cuando ésta estaba en el umbral de la muerte: Hijo, no le des nada a las iglesias…” Sabia mujer.

Ante este lamentable pero realista escenario resumido arbitrariamente, concluyo que la política mexicana dejó el espacio de la ética y el decoro público para ubicarse en la vitrina del meretricio político que hoy ostenta el sello del pragmatismo. Y pregunto:

¿Cuándo se perdió la dignidad y el decoro públicos que, entre otros ilustres mexicanos, distinguió a políticos como Benito Juárez, Manuel Gómez Morín, Jesús Reyes Heroles y Vicente Lombardo Toledano?

Creo que se extravió entre las acciones de ciertos líderes políticos, hombres y mujeres cuyas disputas y discursos les ha ubicado en el frontispicio de la puerta del basurero de la historia. Diría Cervantes: son traidores, descompuestos, villanos, infacundos, deslenguados, atrevidos, desdichados, maldicientes, canallas, rústicos, patanes, malmirados, bellacos, socarrones, mentecatos y hediondos, adjetivos que retratan la expresión del líder aquel que defiende a su candidato como si fuese la versión moderna del Tartufo, o al personaje cuya verborrea lo transformó en la cuña del mismo palo, o al cínico que antes fue lo que hoy critica valiéndose de los medios de comunicación, o a quien con su presencia política trastoca la laicidad del Estado mexicano, o a quien con sus peroratas mediáticas nos recuerda el sistema de propaganda nazi que puso en boga Joseph Goebbels.

¿Nombres?

Los que usted, lector cómplice, tiene en mente. Y si acaso no ha pensado en ellos podrá encontrarlos en la prensa escrita y en los videos y notas de la televisión comercial así como en las redes sociales. Sólo cruce las imágenes con lo escrito y sabrá a quién me refiero y quiénes son los que salen bien librados. Es obvio que omití los apelativos para que no digan que hago campaña para tales o cuales candidatos. Como diría el clásico: el voto es secreto…

Alejandro C. Manjarrez