El de Carlos Salinas de Gortari ha sido un gobierno de grandes sorpresas y cambios inesperados que harían la delicia de Ripley o de Guinness. Veamos por qué:
Se reformaron los artículos de la Constitución que parecían sagrados e intocables. Cada quince días en promedio se removieron funcionarios. Estalló la revolución, más que sangrienta, retórica, misteriosa y utópica. Y durante 24 horas renunció el secretario de Gobernación.
Tenemos pues, que el presidente Salinas tiene en su haber una veintena de cambios en las secretarias de Estado. Ha contado con cinco Procuradores Generales de la República; en cuatro ocasiones designó secretario de Educación; dos veces suplió al secretario de Gobernación; la dependencia encargada de la política interior ha tenido seis subsecretarios de Gobierno; y en el nivel de subsecretarías de Estado, suman ya 75 los cambios realizados.
En las nóminas de 18 dependencias posibles, durante el sexenio que pronto habrá de culminar, aparecen más de treinta secretarios de Estado; y en las 48 subsecretarías, hasta el día de ayer habían desfilado 128 responsables. Además, por una u otra razón, en el mandato salinista fueron removidos los gobernadores de 14 de las 32 entidades del país con el objeto de ubicar a igual número de mandatarios interinos.
Y como otro precedente importante, tenemos que desde la Segunda Guerra Mundial se cambió, por primera ocasión, a un secretario de Marina; en lugar de Mauricio Scheleske fue nombrado Luis Carlos Ruano Ángulo.
Si en los cinco meses que restan no pasa nada, solo seis personajes del gabinete permanecerán inamovibles, ellos son: Justo Ceja Martínez, secretario privado del presidente de la República; Arturo Cardona Marino, Jefe del Estado Mayor Presidencial; general Antonio Riviello Bazán, Secretario de la Defensa Nacional; Pedro Aspe Armella, secretario de Hacienda y Crédito Público; María Elena Vázquez Nava, secretaria de la Contraloría General de la Federación; Jaime Serra Puche, secretario de Comercio; Victor Cervera Pacheco, secretario de la Reforma Agraria, y Jesús Kumate, secretario de Salud.
La Secretaría de Educación Pública conoció tantos planes como titulares. Manuel Bartlett dejó la secretaria de Gobernación en el sexenio delamadridista para, en este, hacerse cargo de la SEP, de donde salió rumbo a la gubernatura de Puebla. Ernesto Zedillo pasó de la secretaría de Programación y Presupuesto a la SEP. Luego fue designado coordinador de la campaña de Luis Donaldo Colosio, y más tarde ocupó la candidatura del PRI a la Presidencia. Fernando Solana pasó de Canciller, a titular de la SEP, donde solo duró unos días, pues se postuló candidato al Senado por el PRI. Su lugar fue ocupado por José Ángel Pescador Osuna, quien de alcalde de Mazatlán brincó al servicio consular y después al ámbito educativo (SEP) como subsecretario primero y más tarde titular.
Recordará usted que desde su inicio como presidente, Carlos Salinas llamó a gobernadores para integrar al gabinete. Fernando Gutiérrez Barrios, experimentado político, conocedor de los oficios de la inteligencia y la conexión policiaca, fue designado secretario de Gobernación. Su puesto como gobernador de Veracruz quedó a cargo de Dante Delgado, un hombre de toda la confianza de Gutiérrez Barrios.
De esta manera pudo configurarse un cuadro de gobernadores interinos que fue acrecentándose conforme el país conocía crisis político–regionales, fundamentalmente derivadas de protestas de los resultados de las elecciones. De pronto, un tercio de las entidades federativas quedó bajo el mando de gobernadores interinos. Estas gubernaturas interinas, es decir, la designación central de sus gobernantes, alcanzó también a la oposición. El PAN aceptó encabezar un gobierno designado por el presidente después del conflicto poselectoral de Guanajuato, donde no pudo tomar posesión el gobernador electo Ramón Aguirre Velásquez.
En fin cada quincena tuvo una noticia importante y cada cien días estrenamos gobernadores.
3-VIII–1994