El gabinete de transición, los salinistas (Crónicas sin censura 86)

Réplica y Contrarréplica
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Los conflictos y asperezas entre Fernando Gutierrez Barrios y Fernando del Villar, originaron el cisma que acaba de ocurrir en el gabinete presidencial...

Gutiérrez Barrios no quiso, o no supo, interpretar la influencia de su tocayo Del Villar. Y en consecuencia se echó encima el poder de José Córdoba Montoya, el omnipotente coordinador y estratega del gabinete presidencial.

     Eso afirman los exégetas de la burocracia mexicana quienes arguyen que el germen del conflicto se incubó cuando la Secretaría de Gobernación cedió el control político del país a la Dirección General de Seguridad Nacional. Sin embargo, la ortodoxia de Fernando Gutierrez Barrios, permitió que sobreviviera en el cargo hasta el lunes pasado, cuando el traumatismo burocrático acabó con todas sus ilusiones y aspiraciones políticas.

   Quizá influyó el caso Álvarez Machain, porque en los cambios apareció la renuncia de Javier García Paniagua, director de la Lotería Nacional y padre del personaje que la DEA menciona como “El jefecito”.

     Empero es probable que algunos de los empleados de Gutiérrez Barrios tomaran muy en serio la rivalidad enunciada y les ganara el resquemor contra varios colaboradores de Miguel de la Madrid, lista en la que por cierto figuraba Manuel Bartlett Díaz, debido a la limpia que realizó cuando estuvo al frente de la Secretaría de Gobernación. Esta hipótesis está basada en las siguientes reflexiones y en algunos comentarios de buena fuente:

     Carlos Salinas de Gortari dividió el poder de la información política. A Fernando del Villar –su amigo y contemporáneo– le encargó la responsabilidad de darle contundencia profesional al trabajo político preventivo. Para poder cumplir, Del Villar tuvo que aislarse de la tradición burocrática y por ende del celoso y conciliador mando del llamado “policía caballero”. Por su parte, Gutiérrez Barrios usó toda su experiencia e infraestructura necesaria a fin de ejercer el control sin concesiones. Durante cuatro años, los dos Fernandos vivieron tensiones y choques que terminaron por cansar al presidente de México.

     Uno de los enfrentamientos ocurrió precisamente al surgir la candidatura de Manuel Bartlett. Fueron tantos golpes (según dicen, dirigidos con una fina estrategia política al estilo de Gobernación), que fue necesario adelantar el destape casi sesenta días, a fin de salvar al precandidato de Los Pinos.

     La experiencia vivida por el poblano José Suárez, consuegro de Gutiérrez Barrios, podría ser un claro ejemplo de las contradicciones existentes en la cima del poder en México. Pepín, como se le conoce en el medio, platicó a sus íntimos por qué se abstuvo de entrarle a la cargada. Comentó que en la oficina de Bucareli le dijeron qué Bartlett no era el bueno, por eso –afirma– nunca hizo caso a los llamados de sus congéneres, organizadores de cenas y comidas cuyo objetivo era congraciarse con don Manuel. Una vez ocurrida la postulación –confió el indiscreto poblano– fue a reclamar a don Fernando sus consejos. Por respuesta obtuvo la siguiente frase: 

“Espérese al primero de febrero y después hablamos”.

     Esa lucha, digamos entre los grandes, dio pábulo a una serie de indiscreciones o secretos de Estado que de alguna forma vulneran el sistema político mexicano. Esto es porque dejan en claro lo importante que es  preservar el presidencialismo, aunque en ocasiones se exagere. Según parece, en este caso fue necesario prescindir de un Político que perdió la institucionalidad quizá con la esperanza de ascender al máximo cargo republicano. Entre los rumores que se escuchan en los corrillos políticos, uno dice que algunos columnistas recibían linea de Bucareli para maltratar la imagen del presidente y golpear a los hombres de confianza. Por citar dos víctimas de la pluma, vayan los nombres de José Córdova Montoya y Manuel Bartlett Díaz. Si es cierto tal comentario, nuestro próximo gobernador empezará su mandato colgado de los cuernos de la luna. Que así sea.

Alejandro C. Manjarrez

6/I/1993