La Reelección (Crónicas sin censura 85)

Réplica y Contrarréplica
Tipografía
  • Diminuto Pequeño Medio Grande Más Grande
  • Default Helvetica Segoe Georgia Times

La democracia, régimen optimista, descansa sobre el postulado de que el elegido como el elector, son universales.

Harriot.

Gracias a Porfirio Díaz, el tema de la reelección en México se convirtió en algo así como el “coco” para los políticos modernos. Y fue precisamente Carlos Salinas el último en padecer los embates de los antirreeleccionistas a ultranza; ataques y críticas (por cierto “a priori” porque nunca existieron declaraciones en ese sentido) que sin querer acabaron con lo que, a mi juicio, eran supuestas aspiraciones del ahora expresidente, pero que sus fans tomaron como si fueran un hecho y, por ende, el método idóneo para continuar en la corte de los corifeos salinistas.

     Vaya, hubo hasta quien supuso que la telenovela “el vuelo del Águila” llevaba la malévola intención de rescatar la imagen del general oaxaqueño, cuya ambición por el poder agudizó su ingenio encontrando todos los pretextos posibles que –según refiere la historia de Enrique Krause– fundamentaba su larga presencia en la primera magistratura. Decían, pues, que una vez con don Porfirio en el corazón, es decir rescatado del destierro histórico, los mexicanos no tendríamos empacho en aceptar otra dictadura siempre y cuando garantizara el Progreso de la sociedad.

     Como seguramente el lector se habrá enterado, ahora el tema ha vuelto a surgir en el comentario periodístico, debido a que el presidente Ernesto Zedillo defendió la idea de que los diputados discutan la cuestión de la reelección de los legisladores, siempre y cuando no se lleve al terreno del debate lo que es base y sustento del sistema político mexicano: la no reelección del poder ejecutivo. De ahí que sea importante recordar al poblano Gilberto Bosques Saldivar, quien se adelantó a tratar el tema en 1931 cuando en la Revista “México” escribió:

 “La reelección de los representantes parlamentarios es, pues, necesaria, si queremos que las Cámaras lleguen a cumplir alguna vez sus funciones con la soberanía, con la verdad y con la probidad más legitimas, y si aspiramos a contar, para las grandes empresas nacionales de renovación, con políticos de altura, ya que son ahora los políticos quienes salvan a los pueblos.”

 

Hasta la fecha ningún presidente se había atrevido a poner el dedo sobre el tema. Conste que Zedillo lo hizo con gran apertura y decisión pero sin perder de vista lo establecido en el Plan de San Luis, que plasmó el principio de la no reelección de presidente de la República, de los gobernadores de los estados y de presidentes municipales. Puede ser que lo haya hecho porque, con algunas variantes, la tan satanizada reelección ha estado practicándose en los cuerpos legislativos de México. Por ejemplo, Emma Campos nos dice que once de cada cien diputados del PAN se han reelecto por lo menos una vez. Y en los hechos usted y yo hemos podido constatar cómo algunos diputados se las han arreglado para ocupar escaños en el Senado de la República, o de qué manera los senadores pudieron continuar en el Poder Legislativo convirtiéndose en diputados.

     Está visto, pues, que la reelección se registra bajo argumentos como los que en su tiempo expresara el profesor Bosques. Y que el doctor Zedillo parece empeñado en exterminar los tabúes políticos, es decir, aquellos mitos que se han fraguado bajo la forja de la Revolución Mexicana. De lograrse, la nación ganaría diputados y senadores más preocupados por quedar bien con sus electores que por tender Puentes que les ayuden a lograr sus objetivos personales. Esto es porque del voto del pueblo dependerá que el presunto repetidor logre su objetivo.

     De tener éxito la idea, ni hablar que se acabarán los políticos improvisados y con ellos –obvio– las legislaciones al vapor.

Alejandro C. Manjarrez 

13/XII/1994