Trazos sobre la prensa y el poder*

Réplica y Contrarréplica
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El legado de Alejandro C Manjarrez

Una compilación de las mejores columnas políticas elaboradas por el periodista y escritor en la época digital. El periodo publicado en diarios impresos se denomina, crónicas sin censura. Búscalo en este portal.

Se acercaba la designación del candidato que supliría a Melquiades Morales Flores. Tres aspirantes luchaban por la nominación. Uno era Rafael Moreno Valle Rosas, otro Germán Sierra Sánchez y el tercero Mario Marín Torres. Las encuestas definirían quién debería ser el priista postulado. De ahí que los dos primeros optaran por los impactos mediáticos, mientras que Marín dedicaba su tiempo en relacionarse con la base del PRI.

En alguno de los acercamientos con los columnistas, Moreno Valle invitó al que esto escribe y a dos colegas. Quería mostrarnos su spot de precampaña y de paso el de Germán Sierra que alguien le entregó antes de su difusión. Uno de los compañeros le propuso reventar el promocional de Germán, para lo cual habría que filtrarlo a los medios en sobre cerrado y sin remitente. Rafael hizo como si no lo hubiera escuchado pero el de la idea insistió. “No, no –fue la respuesta enfática del aspirante–. Si yo llego a ser candidato primero y después gobernador, será sin valerme de la guerra sucia que ha deteriorado la política”.

Las palabras de Moreno Valle, que por cierto he repetido de memoria, lo mostraron entonces como un político limpio y bien intencionado. Perdió la nominación precisamente por ese comportamiento pero, como ya lo sabe el lector, seis años después la ganó mimetizándose con la heterodoxia de la política mexicana.

Primer brochazo

Para combatir el denuesto en contra de Rafael durante la campaña que lo llevó a la gubernatura, el grupo Moreno Valle formó un equipo contestatario para incrustarlo en las redes sociales. Estos guerrilleros cibernéticos o terroristas informáticos, respondían columnas, comentarios y criterios usando epítetos y descalificaciones rayanas en el analfabetismo funcional. Según ellos defendían a su candidato de otros epítetos y descalificaciones de la misma factura. Fueron sin duda la cuña del mismo palo. Triunfaron. Y por esa victoria recibieron su premio burocrático.

Las acciones electorales emprendidas debieron acabarse junto con la campaña. Pero no fue así porque su inercia las mantuvo vigentes aunque con menos intensidad. Hoy prevalece ese llamémosle analfabetismo funcional como respuesta recurrente en las redes sociales. Basta que los guerrilleros informáticos lean algunas palabras del contexto periodístico, para que formen las frases que desean vender a su jefe y paradigma. Y éste, según parece, las compra, se molesta y actúa en consecuencia.

Pincelada gruesa

Uno de los editores de la prensa poblana vendió al gobernador Moreno Valle la idea de que se rasgaría las vestiduras para defenderlo, incluso censurando a sus columnistas. Subrayó palabras y frases para una vez armadas justificar sus decisiones contra la libertad de expresión. Y vaya que le dio resultado la treta.

A esa entrega de criterios agrego otro hecho también importante: siendo candidato, Rafael había leído y emocionalmente sufrido los ataques en su contra, prácticamente de toda la prensa local que por aquellos entonces servía a los intereses políticos de Mario Marín y su “delfín” Javier López Zavala. Es obvio que le molestaron y que abonaron el terreno donde meses más tarde, ya como gobernador, sembraría la iniciativa que el Congreso local aprobó ipso facto. El “fruto” nació para poner en vigor la llamada “rafamordaza”, ley que desapareció del Código Penal los delitos de difamación y calumnia para modificar el daño moral que establece el Código Civil: se aumentó al doble la pena patrimonial, modificación que operará como el “petate del muerto”, susto que dudará hasta que aparezca el primer amparo en contra de esa peregrina acción judicial.

El graffiti

El ambiente de los primeros cien días de gobierno produjo el tufo de la venganza contra la prensa escrita cuyos efectos, argumentan los encargados de la comunicación morenovallista, no debieran impactar en la sociedad porque casi nadie lee. A partir de este criterio se privilegiaron los medios electrónicos poblanos, mismos que, paradójicamente, en la mayoría de los casos, basan las gacetillas y justifican sus convenios en la información que procesan o tamizan, gran parte de ella obtenida de lo que publican los periódicos.

Excepto Síntesis, diario afín al proyecto político del gobernador, el resto de los periódicos entró en un proceso de crisis administrativa-financiera, fenómeno que en el mejor de los casos los obligó a reducir personal. Otros dejaron de circular porque su economía estaba basada en los convenios de publicidad. Y dos o tres decidieron comercializar su equipo de impresión para tratar de compensar los ingresos que perdieron.

Así, los “ahorros” en el presupuesto de Comunicación Social se aplicaron al gasto destinado a la contratación de los medios electrónicos, principalmente Televisa y Azteca. Y no porque su información haya contrastando con la de los periódicos que atacaron o criticaron al candidato de la alianza multipartidista. De ninguna manera. Simplemente le dieron prioridad al proyecto mediático del gobernante, estrategia basada en el impacto de la televisión. La justificación de Marcelo García Almaguer, comunicador de Rafael y hoy director del Sistema de Comunicación del gobierno poblano y coordinador del uso de las redes sociales, se basó en la necesidad de borrar la pésima imagen de gobierno que dejó Mario Marín Torres.

Brocha gorda

Si nos guiamos por la experiencia que parece soslayar el staff del mandatario de Puebla, ningún servidor público está a salvo de las filtraciones sobre su vida privada. No existe inmunidad y menos aun impunidad para quienes gobiernan. El hecho de “castigar” a la prensa escrita que, hay que decirlo, en el 98 por ciento de los casos fue gobiernista hasta que perdió el PRI, es menospreciar sus efectos a veces demoledores.

Quienes chueco o derecho son los herederos del sistema que utilizaron los pregoneros del virreinato, han sido tradicionalmente menospreciados por el poder. La diferencia es que hoy tienen acceso a las redes sociales para desde ahí lanzar sus proclamas a los cuatro vientos. Algunos lo harán manifestando sus críticas con el sentido profesional y ético que obliga el oficio, pero otros aparecerán anteponiendo la víscera puyada por la necesidad y, perdón la cruel expresión, por el hambre.

El mural

¿Qué pasó con la sensibilidad política de Rafael Moreno Valle Rosas? ¿Por qué decidió aceptar los malos consejos de su equipo de comunicación o de sus amigos dueños de medios? Creo que nunca escucharemos las respuestas en la voz del mandatario; sin embargo, podemos intuirlas si observamos el gran mural que se empezó a pintar después del 4 de julio de 2010 y en su primera parte concluyó el 11 de mayo del 2011.

En fin, ya sabemos y se ha confirmado, que cuando surgen las aristas en la relación prensa-poder, éstas dañan el prestigio de los gobernantes. Se trata de un hecho más que comprobado que me lleva a hacer preguntas cuyas respuestas quizás queden en el limbo: ¿por qué considerar enemigos a los periodistas? ¿Por qué tratar de vengarse de la prensa que durante la campaña le resultó incómoda o parcial? ¿Por qué jugar sucio en perjuicio de quienes no piensan igual?

Concluyo esta entrega con la frase de quien ha sido reconocido en el mundo como uno de los humanistas más importantes del siglo xx debido a que, entre otras de sus acciones, salvó de la muerte a cuarenta mil perseguidos de Hitler, Franco y Musolini. Se trata de un personaje que, creo, todavía no conocen los nuevos funcionarios públicos de Puebla.

“Toda invocación al pasado es un llamado al porvenir”.

Lo dijo Gilberto Bosques Saldívar, quien también fue periodista.

Alejandro C. Manjarrez

Nota: Columna publicada el 07/06/2011