Hay quienes en plan de broma o para justificar sus bruscos virajes ideológicos, aseguran que hacia la izquierda solo queda el abismo
La semilla de la desintegración encontró tierra fértil en la Universidad Autónoma de Puebla, donde ocurrieron los enfrentamientos más espectaculares de la izquierda poblana. Fue entonces cuando los miembros de la izquierda de casa perdieron el rumbo y no supieron administrarse. Según Enrique Condés Lara se toparon:
“Con los estrechos marcos partidarios que construyeron con las inflexibles reglas que ellos mismos crearon (…) Salieron a relucir los intereses personales y un afán protagónico individualista con muy lamentables consecuencias (…) Los amigos se convirtieron en enemigos terribles y la desconfianza se apoderó de todos”.
Sin embargo, y a pesar de ese sentimiento de inseguridad muy parecido a la paranoia política, aparecieron por el rumbo algunos priistas inconformes que llamaron a la puerta de la izquierda poblana. Los tránsfugas del tricolor fueron recibidos con algarabía, casi bajo palio y con un “tedeum”. Paradójicamente llegaron a ocupar posiciones importantes y –en forma abierta o bajo de cuerda– a manejar la política de la izquierda poblana, primero a través del Partido Socialista Unificado de México (PSUM) y después del PRD.
La izquierda de hoy está completamente desarticulada y sin representatividad cuantitativa. Empero, y para recordarnos el prestigio del liberalismo poblano, todavía algunos de sus militantes respiran y expelen el oxígeno socialista que tantos beneficios produjera al pueblo de México. Son parte de una especie en vías de extinción. Su presencia demuestra que, además de tozudos, están hechos de la misma madera de los diputados constituyentes llamados “jacobinos”, cuyas aportaciones perviven en las garantías individuales y sociales de la Constitución que actualmente nos rige.
Se podría decir que a falta de cantidad sobra la calidad, pero abunda la confusión. El PRD, por ejemplo, parece presa de la mediocridad al no ponerse de acuerdo para la candidatura de unidad, mostrando además de indecisión una gran agresividad contra sus mejores hombres. Sus pleitos internos son cada vez más virulentos. Aún no da color y está por verse quién o quiénes lo representarán en el proceso electoral que se avecina. Gracias a sus contradicciones cada día se aleja más de los puestos de elección popular. Está, pues, al borde de perder su última oportunidad debido a la desbandada que, según los mal pensados financia y promueve el titular del “Huauchi Power”, Alberto Jiménez Morales, porque el gobierno teme a las denuncias de Antonio Tenorio Adame, hasta hoy candidato a gobernador de la parte cuauhtemista.
En el Partido Popular Socialista las cosas son diferentes. La congruencia va de la mano de la participación en las lides electorales. Para empezar ya tiene candidato y este es – por tercera ocasión – Jesús Antonio Carlos Hernández su principal carta para todos los cargos de representación popular. La única contradicción que lo persigue, se registra entre el ideal que les heredó el poblano Vicente Lombardo Toledano y la resignación de salir del proceso electoral con una digna derrota. Va confiado en busca de regidurías y una diputación plurinominal, tratando de ganarle puntos al candidato del PRI, Manuel Bartlett Díaz quien, según el dicho “pepinosocialista”, es un candidato de lujo imposible de vencer.
En el Opus Dei, dicen que el capitalismo no es la opción del futuro. Incluso sugiere que debe quitarse el salvajismo que porta para adquirir un sentido humanístico y social. Los constituyentes de 1917 así lo entendieron legislando y protegiendo el interés de las mayorías y su mejoramiento. De ahí que las inquietudes actuales de unos estén resueltas por los satanizados jacobinos, los diputados de izquierda que nos legaron las garantías sociales a pesar de que nunca lograron agruparse, excepto cuando respondieron a los embates de la reacción. Es un ejemplo para la izquierda que hoy esta en peligro de perecer.
14/VIII/1992