El ciclo

Réplica y Contrarréplica
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El legado de Alejandro C Manjarrez

Una compilación de las mejores columnas políticas elaboradas por el periodista y escritor en la época digital. El periodo publicado en diarios impresos se denomina, crónicas sin censura. Búscalo en este portal.

Para predecir lo que ha de suceder

antes hay que observar lo que ha

ocurrido anteriormente.

Maquiavelo

No hay fortaleza que pueda considerarse

inexpulgable, si por el puente no ha pasado

un asno cargado de plata.

Empezaba el mandato melquiadista cuando un grupo de industriales lo invitó a su comida anual. Más que cortesía, la invitación llevaba una buena dosis de curiosidad: los dueños de la industria textil querían comprobar si el gobernador contaba o no con el talento y las habilidades que exige tamaña responsabilidad. Varios de ellos (los que se sienten paridos por los dioses del Olimpo) desconfiaban e incluso hasta se burlaban del titular del poder Ejecutivo. “Le queda grande el cargo”, era lo menos que decían.

            Llegó el día de aquella memorable reunión y el gobernador se trasladó al club de golf La Vista, lugar donde se sirvió la comida de marras. La elegancia de las mesas hacía una combinación perfecta con el excelente menú, por cierto muy ad hoc con los platillos que forman parte de la cultura culinaria de los grandes gourmets, arte enriquecido con el sazón poblano. Por instrucciones del chef los meseros sólo sirvieron una pequeña porción de la suculenta sopa a sabiendas, pues, de que habría comensales que pedirían una ración adicional. Ocurrió lo previsto y Melquiades fue el primero que “cayó en la trampa culinaria”; lo hizo con el mismo entusiasmo de aquellos seres (hombres y mujeres) que afrontan las consecuencias del amor prohibido: “Déme otro poco, por favor”, le dijo al mesero. Y éste ni tardo ni perezoso cumplió su deber con el invitado especial, para después repartir por toda la mesa los humeantes y olorosos cucharones.

            –Míralo –dijo a sus compañeros comensales uno de los anfitriones que se encontraba en la mesa contigua a la del gobernador–, no sabe que hay otros platillos. Cree que es lo único que vamos a comer…

            Las risas discretas para festejar el sarcasmo de mal gusto, fueron el preámbulo de una especie de duelo en el cual los rivales eran todos y las armas algunos de los chistes sobre el gobernador y otros sobre la política. Después, a la hora de los discursos, Melquiades Morales Flores habló de la posibilidad de construir la ciudad textil, algo que durante varios sexenios intentaron sin éxito negociar los textileros. En ese momento cesó la maledicencia disfrazada de chascarrillo, y durante el resto de la reunión cambió el tono de las conversaciones.

            Traigo a colación la anécdota para resaltar lo difícil que es el empiezo de cualquier actividad y el por qué alguien dijo que “el principio es la mitad de todo”, comentario que hoy forma parte del catálogo de frases conocidas como célebres. Además, también me sirve para ponderar lo que es bien sabido: que la gestión de Melquiades Morales Flores se ha manejado con respeto hacia la sociedad y a sus valores, actitud que contrasta con la de algunos grupos y cofradías que, no obstante los beneficios recibidos durante los cinco años del gobierno actual, todavía no aceptan que los gobierne un ciudadano producto de la cultura del esfuerzo. Para muestra basta un botón:

A un lustro de aquella comida todavía se siguen vertiendo algunos comentarios malévolos. Los últimos acabo de escucharlos el jueves pasado, día del informe que Morales Flores rindió en la Ciudad Judicial. Es obvio que la plática vecina buscaba restar importancia al hecho de que el gobernador pusiera de ejemplo a su pueblo. “Oye, vámonos a vivir a Santa Catarina de los Reyes a ver si nos toca algo”, decían en un tono de broma mezclado con burla. Intuyo que este tipo de reacciones son producto de la incredulidad que agobia a quienes nunca se acostumbrarán (y menos aún aceptarán) a que conduzca su destino una persona bien identificada con el pueblo. Y supongo que a esta digamos que tragedia del sector privilegiado por la diosa fortuna, es que el melquiadista sea un gobierno exitoso. Se niegan a aceptar, pues, que en Puebla hay paz social y gobernabilidad; que el estado tiene finanzas sanas; que en lo que va del sexenio se haya abatido el rezago de carreteras, escuelas y centros de salud; que el nivel educativo sea uno de los mejores del país; y que estemos en los primeros lugares en sectores como el cultural y en el social dedicado a los grupos marginados.

            Curiosamente estamos ante un fenómeno muy parecido al que en su época de gobernador protagonizó el doctor Alfredo Toxqui Fernández de Lara, el hombre que primero fue menospreciado precisamente por su origen, pero después respetado y admirando por su entrega a las causas sociales y, desde luego, por su estilo terso y firme para gobernar.

Si es cierto aquello de que la vida es cíclica, deberíamos estar preocupados porque lo que viene (me refiero al siguiente gobierno) podría parecerse a lo que siguió al mandato toxquista. Sin embargo, parece que se romperá el círculo dado ya que no existe el dedazo presidencial, decisión ésta que, en el caso del PRI, ahora deberá darse en una extraña combinación de poder, experiencia e influencia: la del gobernante estatal, la de la clase política y la de los grupos del partido, lo cual podría generar un buen candidato que, por la actitud enunciada en los primeros párrafos, tendrá necesariamente que contar con atributos que convenzan a tirios y troyanos.

Alejandro C. Manjarrez