El legado de Alejandro C Manjarrez
Una compilación de las mejores columnas políticas elaboradas por el periodista y escritor en la época digital. El periodo publicado en diarios impresos se denomina, crónicas sin censura. Búscalo en este portal.
Hemos llegado tocayo
a la final estocada
Tu vida se fue en la espada
la de mí en caballo bayo.
Que un hijo de mi linaje
descienda a tal vil mansión…
El Tenorio
El escritor Sergio Magaña tuvo la puntada de comparar a Don Juan Tenorio con Juan Charrasqueado. Lo hizo en el prólogo de una de las tantas reediciones de la obra de José Zorrilla, prosa que inicia con el epígrafe que encabeza esta columna.
El prologuista de marras juega con las diferencias entre estos Juanes: “Por lo pronto –escribe–, ninguno de los dos existió. Lo cual es un magnífico parecido. Uno es personaje de teatro. El otro es un tema de corrido mexicano, de romance mexicano. Juan Tenorio nos ocupa un par de horas de espectáculo escénico, mientras el corrido transcurre en tres y medio minutos, duración comercial de (la pista del compacto)”.
Magaña juega con varias analogías tratando de establecer que entre las aventuras de Charrasqueado –el ranchero nacido allá en la Hacienda de la Flor– y las de Tenorio –un personaje de alcurnia, dinero y buen vivir– , existen varias coincidencias; por ejemplo: los dos son católicos, populacheros, sexualmente atractivos, jóvenes y vitales, arriesgados y envidiados. Pero también existen diferencias sustanciales: “…Charrasqueado no escribió nunca nada y tampoco leyó nada. Era analfabeto. Distinguía la marca de los tequilas por las figuritas en las etiquetas de las botellas, no porque él supiera leer. Para lo que él hacía, leer y escribir resultaba un estorbo. Uno pueblerino y el otro palaciego. Uno enjoyado; el otro sin rasurar. Charrasqueado iba derecho al agujero negro de las estrellas; el otro, tras el mismo objetivo astronómico, componía versos de mucha luz”. El par llevó gusto por las borracheras, sin embargo, la diferencia es que el Tenorio ve fantasmas mientras que el Charrasquedado no mira ni a su propio caballo.
Me valgo de esta vernácula y medio poética referencia, con la idea de establecer lo que ocurre en el México político donde, curiosamente, las tradiciones republicanas están siendo adornadas con papel picado. Dicho con otras palabras: el sistema republicano, representantivo, y federal ha procreado una hidra que por cabezas lleva a politólogos, gobernadores, columnistas, tecnócratas, sindicalismo y clero político, cuerpo que de alguna manera compensa, pero que al mismo tiempo desestabiliza el equilibrio de la República. El objetivo es el mismo aunque las atribuciones sean distintas.
Vemos, pues, que los politólogos han optado por montarse en el caballo presidencial como si quisieran llevar las riendas del país; que los gobernadores intentan llenar el hueco que ha ido construyendo el descontrol político de Vicente Fox; que algunos columnistas se suponen con la capacidad para influir en el destino de la patria; que los tecnócratas especulan con las fórmulas económicas que trastocan el sentido común; que los líderes sindicales meten su cuchara en el Estado valiéndose de la supuesta o real fuerza de sus representados; y que la jerarquía eclesiástica parece trabajar para recuperar los fueros que hace dos siglos perdió.
Dos entes –estos sí reales– que como los Juanes mencionados se parecen pero no son iguales, similitud que confunde a quienes crecen monospreciando a los demás. Por ejemplo: acabo de escuchar en la radio el exhorto de una de las cabezas de la hidra dirigido a los gobernadores para que éstos resuelvan los problemas del país, perorata formada con la tradicional crítica de aquel comunicador que acostumbra arrogarse la representación de las demandas populares.
Da la impresión, pues, que la Conago, los sindicatos y los medios de comunicación se pusieron de acuerdo para demostrarle a la nación que el presidencialismo ya no funciona; que Vicente Fox es un presidente chambón al cual hay que echarle una manita; que el poder Legislativo necesita de la orientación de la clase política nacional; en fin, que el despotismo ilustrado toca las puertas del futuro inmediato.
Debo aclarar que creo en las voces que alertan cuando éstas provienen de intelectuales y politólogos reconocidos tanto en México como en el mundo. No obstante, sólo son voces que hay que escuchar. Las normas, leyes y reglas están ordenadas y su manejo delegado a las instancias republicanas. Y es aquí donde habría que deslindar a los Juanes conceptuales para que la sociedad no confunda al ingrato que abofetea a su progenitor con el analfabeto funcional afecto a las etiquetas. De otra manera corremos el peligro de concluir el sexenio tarareando alguno de los estribillos del Charrasquedo o repitiendo las líneas del Tenorio:
“No tuvo tiempo de montar en su caballo, pistola en mano se le echaron de a montón…”. “Por donde quiera que fui , la razón atropellé…”