Puebla, el rostro olvidado (Apostolado Mutante)

Réplica y Contrarréplica
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APOSTOLADO MUTANTE

A través de una excelente selección de colaboradores Aquiles se rodeó de gente leal y confiable. El ingeniero Juan Manuel Celis Aguirre, el profesor Eleusis Córdova Morán, hermano de Aquiles y el biólogo Fernando Figueroa Estrada. En fin, los dirigentes antorchistas saben que su fuerza radica en la lealtad y disciplina que le prodigan al líder.

     Indudablemente que la mística es uno de los grandes aciertos de la organización antorchista. Sus militantes recorren caminos y veredas para conquistar conciencias con un persuasivo espíritu mesiánico. Son convincentes, persistentes, abnegados y capaces de llegar, no sólo al sacrificio, sino hasta la inmolación. De ahí que en esta época donde el cinismo y la corrupción han sentado sus reales, los jóvenes sean fácilmente convencidos  por los “misioneros”del agrarismo mexicano. Campesinos, maestros, estudiantes y hasta sufridas mujeres están dispuestos a escuchar sus propuestas. Y la gente de las ciudades y zonas urbanas importantes que anhela justicia, encuentra en este tipo de postulados la única alternativa de participación política, o una forma de alcanzar los más elementales objetivos del ser humano, como por ejemplo, una casa.

    El hombre apolítico también ha sido impactado por el discurso antorchista. Los adolescentes indígenas y urbanos encontraron en la organización la oportunidad para demostrar su repudio a la autoridad sin temor a represalias. Los estudiantes campesinos que participan en sus filas, son capaces de levantarse de la sementera, para trocar el arado por el libro y procurar para México un futuro más promisorio.

    No obstante las actitudes rayanas en el más puro mesianismo, la mística antorchista no excluye la lucha política. Y en este terreno la realidad es distinta: la política práctica plantea diferentes retos que deben vencerse a como dé lugar, pues de otro modo habría que aceptar la derrota.

    Su estilo de lucha es similar al de todas las organizaciones que se reputan independientes. En primer lugar recurren a los métodos de gestión ante las instancias gubernamentales, cuyo apoyo buscan por todos los medios en beneficio de las comunidades y organizaciones que están bajo su control. La gestión antorchista se centró en lograr apoyos de Conasupo, la Secretaría de Educación Pública, el Capfce, la Comisión Federal de Electricidad, la Secretaría de Salubridad y Asistencia, de Teléfonos de  México, del Banrural, del Instituto Mexicano del Café y de cualquier dependencia con presupuesto y programas sociales dispuesta a responder a las demandas campesinas.

    Cuando los gestores enfrentaron obstáculos insalvables por los métodos normales, los dirigentes antorchistas movilizaron las masas de su organización para presionar a los “burócratas” con miles de manifestantes disciplinados que coreaban insistentemente la consigna del momento y presionaban a favor de la negociación atorada en la maraña burocrática. Pero con el advenimiento o entronización del liberalismo tecnocrático, su estrategia quedó atrapada entre las repercusiones del desprestigio salinista.

    Ante ese afecto, es difícil que vuelvan a tener impacto las manifestaciones antorchistas sustentadas en protestas multitudinarias, en plantones prolongados o en la violencia física contra los grupos antagónicos. Menos ahora que, después de la experiencia de Chiapas, el gobierno ha dispuesto un operativo permanente para apagar cualquier foco de violencia. No podrá quitarse de la mira dado que en su ficha aparecen anotaciones que le etiquetan como un grupo regido por la ley del talión, organizado con un esquema paramilitar y dispuesto “a limpiar el camino de enemigos”. Además, con frecuencia ha sido señalado como instigador de la violencia contra militantes de organizaciones que presumen de izquierdistas, como Unión Campesina Independiente (UCI) cuyos conflictos comenté al inicio de este capítulo.

Alejandro C. Manjarrez