EL PESADO TRAYECTO
Para llegar a lo que podríamos llamar un Estado moderno, la nación tuvo que sortear muchos y muy variados obstáculos. Uno de ellos: la ambición extranjera.
Los mexicanos de entonces combatieron contra la ambición expansionista y el espíritu hegemónico de los gobiernos estadounidenses, paradójicamente alimentado por el barón Alejandro de Humboldt, quien en un acto de colaboración científica, informó al gobierno vecino sobre las riquezas naturales de México, descritas con toda amplitud en su obra “Ensayo político sobre la Nueva España”.
Después de tan valiosa información llegó al país Joel Roberts Poinsett. Traía consigo instrucciones de comprobar si el barón de Humboldt estaba en lo cierto. Meses después de haber cumplido su trabajo, regresó como embajador con un delicado y “patriota” encargo: espiar y desestabilizar al gobierno mexicano aprovechando el río revuelto, misión en la que tuvo éxito y por la cual su gobierno lo premió con un escaño en el senado y la titularidad de la secretaría de Guerra en el gabinete del presidente Van Buren.
Era del dominio público el resultado del trabajo de Humboldt. Incluso, el 21 de julio de 1824, en un acto solemne, el propio gobierno de México reconoció que: “El ensayo político del señor Humboldt (comprendía) la descripción más completa y más exacta de las riquezas naturales del país, y que la lectura de esta obra grande (contribuiría) mucho a reanimar la actividad industrial de la nación, y a inspirarle confianza en sus propias fuerzas”. Primero estalló la guerra de 1847 que cobró la mitad del territorio nacional. Después llegaron los españoles, ingleses y franceses para cobrar por la fuerza los préstamos otorgados al gobierno mexicano, intención que como bien se sabe, sólo intentaron los soldados del Ejército de Napoleón III. Posteriormente ya en este siglo, los estadounidenses en el poder volvieron a insistir en sus pretensiones hegemónicas, y fue en el mandato de Plutarco Elías Calles cuando, pretextando los más absurdos argumentos, James Rockwell Sheffield, embajador de aquel país, en coordinación con el secretario de Estado Frank B. Kellog, diseñó un plan denominado Green que perseguía derrocar a Calles para impedir la reglamentación del artículo 27 constitucional y, por ende, permitir a las compañías petroleras extranjeras conservar la propiedad del subsuelo para continuar con la explotación del energético.
Todas estas luchas y otras más que sería prolijo enumerar, fraguaron el ánimo político de los mexicanos, quienes, como ya quedó asentado, coincidieron en organizarse más formalmente en 1929 cuando se constituyó el Partido Nacional Revolucionario. Antes de este alumbramiento existieron muchos partos. Algunos vivieron en el clandestinaje como el Partido Comunista Mexicano, cualitativamente conformado por varios intelectuales y luchadores sociales. Más adelante, en 1939, la nación presenció el alumbramiento ideológico de Manuel Gómez Morín, organización que hoy conocemos como Partido Acción Nacional, aglutinador del pensamiento conservador mexicano y de algunas novedades ideológicas.
Veamos algunos de sus antecedentes…