Contender contra el PRI exige una gran capacidad de frustración
No importa a qué partido se represente, incluido el PAN con todo y sus buenas intenciones, a la dizque izquierda infiltrada en varios partidos, más que para luchar por una noble causa, para darle algunos chupetes a la ubre del presupuesto oficial. Hay muchos candidatos de la oposición que esperan el triunfo como si fuese la colación de una piñata previamente rellenada por el dueño de la fiesta. Ganarle al partido oficial es casi una odisea política. Imagínese usted, lector, el valor que se requiere para, además de enfrentarse al PRI, lidiar con sus patiños y con otros partidos sin más apoyos que la pura vocación social. Equivale, pues, a tener el arrojo de aquellos kamikazes que durante la segunda guerra mundial se convirtieron en proyectiles humanos.
Ese arrojo, esa vocación de mártir y ese valor, los tiene nada menos que el doctor Sergio Guzmán Ramos, vestigio de una clase política en vías de extinción. Su actitud es digna de elogio por su sinceridad, honestidad y buena fe, porque su precio es la dignidad, porque no tiene necesidad de mendigar nada, ni siquiera puestos políticos o administrativos, y porque porta la carga genética que lo compromete a luchar por las causas sociales, aunque lleve las de perder frente a un adversario sin forma, sin definición ideológica, sin principios, sin objetivos coherentes, sin ética, sin moral y sin fundamentos sociales.
Esta torpeza surgida de la estulticia, ha propiciado que algunas personas de cierto poder (por estar engalanadas con prosopopéyicos membretes) obliguen al doctor Guzmán a participar en una contienda donde –él lo sabe–perderá aunque gane con el consenso de la sociedad y la moral pública. Su causa no es el poder por el poder mismo, sino defender principios éticos e ideológicos que –paradójicamente– son los mismos que fundamentan nuestro estado de derecho y creen que el poder público radica en el pueblo. Por ahora se encuentra políticamente solo, debido a que su partido el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, decidió hacer una comparsa mostrando la ingratitud, truculencia, servilismo y disimulo de su dirigencia nacional.
Cuando Cantú Rosas decidió postular a Cuauhtémoc Cárdenas para la Presidencia de la República, se apoyó en Sergio Guzmán Ramos, a fin de que el PARM de Puebla fuera el primer comité en pronunciarse por esa candidatura. El hecho caló hondo y trajo todo tipo de presiones y recomendaciones que intentaban hacer recular al doctor. Se sostuvo a pesar de las andanadas de poder e influencia. En primer lugar recibió ofertas de dinero; después puestos en el sector público; también le llegaron promesas de concesiones, y hasta el gobernador lo recibió en Casa Puebla, en la madrugada, en pants, después que durante meses se había negado a concederle audiencia. Comedidamente le recomendó retirar su adhesión a Cuauhtémoc. Don Sergio sostuvo su palabra transmitiendo sustento y presencia al PARM en Puebla.
Luis N. Morones dijo alguna vez que los idealistas permitían el éxito de los pragmáticos. Este líder obrero optó por excederse en el pragmatismo al hacer valer su liderazgo para acceder al máximo cargo político de México. Sabemos lo que ocurrió. Morones, el pragmático, pasó a formar parte de las referencias obreras, en tanto que la vida de muchos idealistas quedó en el gran contexto universal.
No hay duda del idealismo de Sergio Guzmán Ramos. En su largo peregrinar político lo ha demostrado; tiene palabra, respeta a sus semejantes, y se respeta a sí mismo y no flaquea en su lucha por la justicia. Perdió el último cargo que tuvo en la dirigencia del PARM, precisamente por defender en la tribuna legislativa, en los foros políticos y en su partido a Samuel Malpica Uribe, otra de las víctimas del pragmatismo a ultranza. Hoy está atrapado en la vorágine electoral, sin partido, sin membrete, sin temor, demostrándonos que aún hay hombres que dan su vida por el ideal de la democracia. La intolerancia ha sido una peculiaridad de los hombres sin oposición. Contra ella han luchado los idealistas. Esperamos, pues, que Sergio Guzmán Ramos, ahora candidato independiente, sin registro, amparado, la combata con su prédica honesta, con sus conceptos de justicia y sobretodo con su dignidad.
30/IX/1992