Momoxpan: el año de Hidalgo (Crónicas sin censura 58)

Réplica y Contrarréplica
Tipografía
  • Diminuto Pequeño Medio Grande Más Grande
  • Default Helvetica Segoe Georgia Times

Para el gobierno poblano resultó más importante impulsar los grandes negocios que cuidar su prestigio social...

En los cinco años, once meses y siete días que tiene de existencia, ha resultado exagerada su parcialidad hacia los dueños y representantes de los grandes capitales. Las expropiaciones, por ejemplo, nos mostraron lo que para el sector público poblano importa el interés de las mayorías, a pesar de que ésta es la fuerza y el sustento del sistema político mexicano.

     De acuerdo con los últimos acontecimientos, el asunto Momoxpan está a punto de convertirse en el explosivo que desintegre la armadura de la corrupción. Podría dejar sin cobertura a las personas que especularon con el patrimonio de los poblanos. Solo es cuestión de tiempo y quizá de la decisión de Kamel Nacif Borge, un joven y exitoso textilero de origen libanés, quien –según su  dicho– es el comprador de “buena fe” de las tierras expropiadas.

     El señor Nacif es algo así como la revelación industrial de Puebla. Algunos de sus paisanos y competidores textileros le tienen miedo, otros desconfianza y los más respeto. Sus operaciones financieras son motivo de perspicaces comentarios, gracias al dinero que le han generado. Llegó a la entidad portando una aureola de “yuppie” debido al impulso económico que dio a Industrias Kimex y a su propietario, el señor Alberto Guindi. Sus amigos aseguran que es capaz de comerse a los lobos de Wall Street a pesar de su origen libanés. Pero según parece, en Puebla encontró la horma de su zapato, que ha puesto en tela de duda la limpieza de sus operaciones inmobiliarias. Vaya la siguiente anécdota para que el lector aprecie su facilidad para hacer dinero.

     De Las Vegas (en donde había hecho escala para después viajar a Londres) Kamel tuvo que retornar a México por motivos de salud. En el avión venían varios poblanos que habían ido a divertirse a ese importante centro de juego, donde Nacif es la sensación y goza de los privilegios que otorga el Cesar’s Palace a la gente importante. Fue la comidilla del vuelo. Esto porque algunos observaron cómo sacaba del portafolio para contar los fajos de los billetes verdes. A ojo de buen cubero (al fin buenos comerciantes), calcularon la fortuna que su compañero de viaje traía consigo: la cantidad sumaba más de medio millón de dólares en efectivo.

     El lector estará de acuerdo conmigo conmigo en que un hombre tan rico o suertudo resulta un tipo confiable para aquellos que desean hacer buenos negocios. Sobre todo los políticos acostumbrados a afrontar riesgos sin que les tiemblen las rodillas, a quienes este estilo de asociaciones son tan convenientes como seguras. Sin embargo, en el negocio de Momoxpan existen muchas posibilidades de que los socios pierdan. Esto es porque hay varios amparos de por medio y debido a que los afectados también compraron los derechos ejidales de buena fe (el que es primero en tiempo, es primero en derecho, reza la máxima). Además, ya empezaron a surgir algunos detalles que podrían enturbiar la transparencia de la operación. Veamos:

     Según se ha revelado, la  transacción fue realizada en una notaría de Cholula estrechamente vinculada con don Alberto Jiménez Morales, quien antes de cedérsela a su actual titular lo administró como si fuese el notario dueño de la patente. En aquel despacho de fe pública se protocolizó la compra venta, cuyo monto resultó mucho menor al calculado por los compañeros de Nacif en aquel vuelo de Las Vegas a México.

     La sociedad Poblana está indignada por lo ocurrido en Momoxpan.  Nadie encuentra explicación del porqué al cuarto para las doce se ordenó el ataque del comando motorizado. La demolición –obvio– ha despertado fundadas sospechas de que atrás del atropello existe un negocio tan jugoso como turbio, porque, según la “vox populi”, el caso Momoxpan lleva una enorme carga de las corruptelas que surgen en el último ejercicio del sexenio, popularmente conocido como ”el año de Hidalgo”. Ello obliga a que las autoridades federales realicen la minuciosa investigación exigida por los afectados, misma que la sociedad poblana merece.

Alejandro C. Manjarrez

8/I/1993