Un héroe en el pecho de Espinosa Yglesias (Crónicas sin censura 57)

Réplica y Contrarréplica
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Poco antes de que llegara a su término el mandato de Jiménez Morales, Manuel Espinosa Yglesias fue homenajeado por los empresarios de Puebla que, encabezados por el propio gobernador, le ofrecieron un aplauso de larga duración. Don Manuel, emocionado, le dijo al gobernante:

 “¿Y cuánto me costará esto?”

“Nada señor–contestó Jiménez Morales–, usted ya nos ha dado mucho”.

El exbanquero, en un gesto de gratitud, se quitó el reloj para obsequiárselo a don Guillermo que por aquellos días estaba a punto de entregar el mando estatal a Mariano Piña Olaya.

     En otras épocas, los triunfadores también recibieron muestras de admiración y reconocimiento: una fue para el general estadounidense Winfield Scott, quien el 24 de mayo de 1847 llegó a la Angelópolis después de haber derrotado a las fuerzas de Santa Anna; la otra la obtuvo el general Forey poco después de triunfar sobre el patriota Jesús González Ortega; y una más le correspondió a Maximiliano, a quien además recibieron bajo palio y con el olor del incienso que entonces cubría cualquier aliento liberal. Sin embargo, la respuesta popular se dio el 5 de mayo de 1862, cuando el pueblo bajo las órdenes de Ignacio Zaragoza derrotó al invasor francés. Este hecho quedó en la historia y nuestro héroe en las medallas y reconocimientos cívicos de Puebla, donde, según el propio general, el verdadero peligro eran los reaccionarios.

     Hoy nuevamente rendimos homenaje a otro triunfador y si tomásemos en cuenta las reacciones del homenajeado, cabría el dicho aquel de que no se da paso sin huarache; esto es porque don Manuel ya está preparándose para otra donación que, según sus allegados, calculan en diez mil millones de pesos. Dada la importancia de la presea General Ignacio Zaragoza, así como la actividad financiera del exbanquero y actual presidente de las fundaciones Mary Street Jenkins  y Amparo Rugarcia valgan las siguientes referencias curiosas: 

     Allá por los días previos a la expropiación bancaria, el entonces diputado Mariano Piña Olaya, ahora gobernador de Puebla, tuvo a su cargo la investigación de los sacadólares. De esa investigación ordenada por el presidente López Portillo, surgió una larga lista de nombres donde, seguramente, figuraba el del ahora homenajeado. Meses después de expropiados los bancos, don Manuel dio su última conferencia de prensa en Puebla. En esa oportunidad, el que esto escribe le preguntó su opinión sobre la fuga de dinero mexicano hacia los Estados Unidos. El caballero contestó con otra pregunta: 

“¿Usted que hubiera hecho si el patrimonio de sus hijos peligrara?”

     Los aplausos de los empresarios poblanos apabullaron cualquier posibilidad de respuesta.

     Al celebrar un aniversario más del triunfo mexicano sobre el ejército francés, no es posible soslayar lo siguiente: la iniciativa para el reconocimiento popular partió del gobernador Mariano Piña Olaya, quien antes de ingresar a la política como diputado federal adquirió fama en los foros nacionales por su efectividad laboral en favor de los empresarios. Y en el homenaje (venturosamente excento de la complacencia del clero, tal y como ocurría en el siglo XIX), don Manuel manifestó su interés en rescatar a su querido Bancomer, porque, según dijo, “uno se interesa en sus hijos y nada más”. (El Universal 27 de abril de 1991).

     Espinosa Iglesias –habrá que reconocerlo– ha hecho las veces de puja para poner a trabajar a los últimos dos regímenes poblanos. De ahí que el desarrollo social de la entidad y sobre todo la remodelación de Puebla, ahora Patrimonio Cultural de la Humanidad, se deba en gran medida al dinero de las fundaciones que preside el homenajeado. Veamos algunos ejemplos: la educación superior, por medio de la UDLA y la UAP, recibió millones de pesos para la construcción de sus instalaciones y, en el primer caso, para su impulso académico, algunas casonas comerciales han sido rescatadas y remodeladas por el filántropo; y las labores ecológicas también fueron apoyadas con su dinero.

     No cabe duda, pues, que el capitalismo salvaje practicado en nuestro país tiene en el estilo del filántropo poblano la “perestroika” propuesta por Ricardo Díez Hochleitner, presidente del Club de Roma. Una de las características de este cambio impulsado por Espinosa Yglesias es la de asociarse con el fisco (en lugar de evadirlo), a fin de encausar sus utilidades a obras de tipo social. La única deficiencia que encontramos en este estilo financiero es que muchos gobernadores podrían, como sucede en Puebla, echar a retozar la obligación contraída con el pueblo. Lo malo es que los ricos serían los únicos con autoridad para premiar a sus gobiernos y obligarlos a luchar por la justicia social. En fin, yo creo que Zaragoza, o cualquiera de nuestros héroes, que también nos han dado mucho, estarían más complacidos si en lugar de rendir homenajes en su nombre se respetará su importante legado histórico. 

Alejandro C. Manjarrez

11/V/1991